El hombre es un animal que tiene el privilegio de viajar sentado y sin moverse un metro; Quizás esta no sea una descripción muy científica o educada de lo que es el ser humano, pero para mi es indiscutible.
Son las cuatro y media de la mañana, mi cuerpo en salto de cama y alpargatas, se encuentra sentado en un confortable sillón, el termo y el mate en el piso sobre la lujosa alfombra, desde el equipo estereofónico nace una música de fondo, suave y nostálgica, Amalia de la Vega canta y recita letras de Juana de Ibarburou, todo alrededor es confortable, no falta nada, hasta la calefacción se encuentra a la altura ideal.
La mente... quien sabe donde esta?.
Ahí vengo sobre el puentecito del Tomas Gonzalez, por costumbre hago sonar la vieja campana que esta al final de la baranda.
Subo el repechito y miro para los dos lados, por las dudas, los trenes se escuchan de lejos, pero la zorra de los guardavias no, quien diga que Luciano y Melgar vengan a toda velocidad.
Acabo de cruzar las vías y con un sacudón de cabeza, le doy un saludo respetuoso al Turco de la vía, que sentado bajo los paraísos toma mate, descalzo y pelado.
"Diga por su casa que les mande saludo!" me dice como todos los días.
Pero de quien?, yo he cruzado estas vías, viniendo del pueblo rumbo a la cuchilla Santarcieri, un millón y medio de veces, y el siempre esta sentado en el mismo lugar, invierno y verano, si llueve se corre hasta abajo del alero del galpón, y todos los días vivimos la misma rutina del saludo.
Yo me los voy guardando en la mochila del recuerdo, los voy amontonando, ya no se ni cuantos tengo, pero no se los puedo dar a nadie, porque yo, un guri de siete anos, no les puede decir a los abuelos que el Turco les mando saludos, porque la abuela se me va poner de pelo parado y me va a decir que soy un irrespetuoso y que el hombre tiene nombre, que no sea guri atrevido, y como ella tiene razón que voy a hacer con los saludos?.
Me los sigo guardando en la mochila del recuerdo, para que hoy sentado y tomando mate en la soledad de la mañana, mientras viajo y recorro rincones del pasado, los pueda sacar, ordenarlos e inventariarlos para brindármelos a mi mismo, sin nombres, sin apodos, como parte de un tributo de los viajes de mi mente hacia la cuchilla Santarcieri.
El Tordillo
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