Sunday, November 29, 2020

Por el Tomas Gonzalez. Historias cortitas.

Por el Tomas Gonzalez. 

Al final del callejón donde nací, se terminaba en un alambrado y un campo con unos pocos animales, por ahí teníamos un trillo que nos llevaba hasta el chalé de los Passarella, a veces los gurises del barrio, los Garín, los Menjou, los Bruno, algún Deluca y por supuesto todos los Pintos chicos, salíamos a hacer bandidiadas para ese lado. 

Cerca de la casa de los Orlando, en el barrio Curuchet, nos metíamos a las aguas del Tomas Gonzales, que por ahí todavía eran pocas y rumbeábamos “pa’bajo”. La mayoría de nosotros teníamos algún pariente con los fondos de sus quintas para el arroyo, así que entrar a arrancar frutas de los frondosos árboles frutales ajenos, no era nada extraño. Nos llevaríamos algún rezongo, pero no más de eso. 



Así pasábamos el día entero, como piratas, siguiendo el curso cada vez mas grande del arroyo, pegándonos unas zambullidas y hasta durmiendo una siestita cerca de unos hornos de ladrillos, que creo que eran de un Pastorini. 

Nuestros padres ni se preocupaban, sabían que salíamos en manada y como manada volvíamos, cuidándonos los unos a los otros. Por la comida ni ellos ni nosotros nos preocupábamos, ya que en esos montes encontrábamos tanta cantidad de frutas que parecía que estábamos dentro del cuerno de la abundancia. 


 Algunas veces llegábamos hasta el final, la Laguna del Bote, ahí si que los mas grandes, el Tacho Menjou o uno de los Garín y mi hermano Ruben, se ponían en capitanes y apenas si nos dejaban mojarnos los pies. “Miren que el Santa Lucia está escondido ahí nomas y en cualquier momento crece” nos decía con voz de autoridad Marcos Garín, que era el más sargento de todos. 

Así, al empezar a caer el sol, cortábamos camino y volvíamos por la calle Batlle y Ordóñez y su extensión, que nos devolvía al barrio, extenuados, sucios y jediondos. Pero sanos y salvos, con la panza llena y las ganas de poder volver a la aventura en pocos días. 

El Tordillo

Tuesday, November 17, 2020

El Turco de la vía

El Turco de la vía 

El hombre es un animal que tiene el privilegio de viajar sentado y sin moverse un metro; Quizás esta no sea una descripción muy científica o educada de lo que es el ser humano, pero para mi es indiscutible. 

 Son las cuatro y media de la mañana, mi cuerpo en salto de cama y alpargatas, se encuentra sentado en un confortable sillón, el termo y el mate en el piso sobre la lujosa alfombra, desde el equipo estereofónico nace una música de fondo, suave y nostálgica, Amalia de la Vega canta y recita letras de Juana de Ibarburou, todo alrededor es confortable, no falta nada, hasta la calefacción se encuentra a la altura ideal. 

La mente... quien sabe donde esta?. Ahí vengo sobre el puentecito del Tomas Gonzalez, por costumbre hago sonar la vieja campana que esta al final de la baranda. 

Subo el repechito y miro para los dos lados, por las dudas, los trenes se escuchan de lejos, pero la zorra de los guardavias no, quien diga que Luciano y Melgar vengan a toda velocidad. 

Acabo de cruzar las vías y con un sacudón de cabeza, le doy un saludo respetuoso al Turco de la vía, que sentado bajo los paraísos toma mate, descalzo y pelado. 

"Diga por su casa que les mande saludo!" me dice como todos los días.

 Pero de quien?, yo he cruzado estas vías, viniendo del pueblo rumbo a la cuchilla Santarcieri, un millón y medio de veces, y el siempre esta sentado en el mismo lugar, invierno y verano, si llueve se corre hasta abajo del alero del galpón, y todos los días vivimos la misma rutina del saludo. 

Yo me los voy guardando en la mochila del recuerdo, los voy amontonando, ya no se ni cuantos tengo, pero no se los puedo dar a nadie, porque yo, un guri de siete anos, no les puede decir a los abuelos que el Turco les mando saludos, porque la abuela se me va poner de pelo parado y me va a decir que soy un irrespetuoso y que el hombre tiene nombre, que no sea guri atrevido, y como ella tiene razón que voy a hacer con los saludos?. 

 Me los sigo guardando en la mochila del recuerdo, para que hoy sentado y tomando mate en la soledad de la mañana, mientras viajo y recorro rincones del pasado, los pueda sacar, ordenarlos e inventariarlos para brindármelos a mi mismo, sin nombres, sin apodos, como parte de un tributo de los viajes de mi mente hacia la cuchilla Santarcieri.

El Tordillo

Thursday, November 12, 2020

Siga el corso…

Siga el corso relato completo.

He tenido la suerte de que llegara a mis manos un relato sobre los corsos de carnaval de 197... a completar.
Como es muy divertido y largo lo voy a poner en cuotas. Originalmente apareció años atrás en Floridaonline.com un sitio que por mucho tiempo Enrique Pandolfi dirigió, para comunicarse con floridenses de todo el mundo.
El autor de la historia se identifica como EL KONMEMORIA SÁNCHEZ, sabemos su verdadero nombre pero no estamos autorizados a divulgarlo.
Pero aclaro que definitivamente no soy yo.
Lo mas probable que muchos de Uds, son nombrados en la historia.
Las fotos usadas fueron extraidas del sitio Recuerdos de Florida.
Siga el corso… 

Sábado, 9 de la noche. Comienza el Carnaval del año 1970 y pico. Astengo, Walter Varela, Possi, Escritch y otros se movilizan para comenzar el corso. Los inspectores de tráfico, por nadie queridos, tratan de imponer su autoridad dentro de aquel desorden donde todos quieren ser los primeros. El Pajita Pieroni con su cara pintada calienta su garganta con sus muchachos haciendo correr una de 5 litros de sucu de Morando y Coca. Artigas Peña y su gente calientan sus lonjas en la Plaza Artigas… El diminuto Grillo se moviliza impaciente sin querer perder el ritmo. El Chajá Amaro acaricia su caballo como queriendo decir ya nos vamos; el auto de los Guichón con el Tape al volante despliega el cartel que dice “nos vamos a la playa”. Llega el Bubby Vázquez en su bicicleta de una rueda sola, haciendo piruetas como sólo él sabe hacer; Hugo Varela lo había hecho en carnavales anteriores.

 La Ford modelo T de Dario Castro se ponía en fila con un desorden infernal de alegría y gritos y buen humor. Más atrás los Viera de Sarandi Grande vestidos de indios también listos para salir. La gente se hace a un lado para darle paso a los siempre presentes en los carnavales: los Angeleros. Loreto, el pibe, el rubio, Giachetto y otros, esta noche presentarán “La Herrería” y como siempre a último momento trabajando hasta el último minuto para que no falten detalles y llevarse el premio. 

 Llega con sirena encendida lo que antes fue el ómnibus de la ciudad para pasar a ser La Cucaracha. Toda la gente se acerca para ver con qué comienza este año la auténtica “Variedades de Carnaval”. Alejandro Monti, impecable con su galera y guantes blancos, conduce La Cucaracha para presentar esta noche “El Safari”, todos pintados de negro. El Gordo Rey listo para ser cocinado en una olla gigante: Componen la tribu entre otros, Ricardo Gil, el Zorro Lavandeira, Waldemar Álvarez, el Pica Pastorini, Omar Falero, Juan Lobato, Clevi Ferreyra, Carmelito Martínez, con la firma de las pinturas de Pipí Sastre y a su alrededor las maquilladoras del elenco: Nélida, Raquel y Mary. 

 ¡Largaron! El Churria Rosido Palacios da la orden de comenzar el corso y todo el mundo se pone en movimiento. De Antonio María Fernández tomamos Treinta y Tres, pasamos por lo de Marcel Latorraca y llegamos a la esquina de lo Santurio que todavía tenía la provisión abierta. 

 La esquina del Bazar Papaleo estaba repleta, los Trezza, los Javiel y los Lafluff entre otros, habían salido hasta la esquina. Las reinas comenzaban con sus agotadores saludos; atrás la murga La Vascongada sonaba como nunca, la sirena de La Cucaracha ponía a todo el mundo en movimiento (¿que habrán hecho hoy?). 

Pasamos frente a la Pompeya y antes de llegar al Liceo Viejo la familia tan numerosa de los Carrau copaba la vereda, mientras en la puerta de la familia Casella Dolara se veía la alegría. Al llegar al Liceo la luz de la esquina hizo pierna para que unos muchachos le tiraran dos bombas de agua a las reinas, que al igual que Juan José Tito en el arco se tiraban en palomita, y gracias a Dios no dio en el blanco, pero apagó la mitad de las luces del carro… 


Llegando a Barreiro Al pasar por El Heraldo vimos a Luisito Recalde como haciendo guardia en su negocio. Enfrente, en la agencia Cita, Barcia se paseaba de zapatos negros de charol, medias negras de nylon, pantalón negro y gris a cuadros y la clásica camiseta de Peñarol. Parecía una caja fuerte, no había como encontrarle la combinación. 

 Al llegar a la esquina de Ursino Barreiro esperaba el corso un gran equipo, cuya delantera la integraba Ullani Adib y toda su familia; en el balcón la Pichona Flaquer , Danubio Soba y Carlitos Brauchok, y en la vereda del frente parecía que la Cuchilla Santancieri había comprado la platea y cuando pasó por el lugar Jacinto Duran fueron impresionantes los aplausos. Las reinas demostraban su nerviosismo en su sonrisa semi normal al saber que se acercaba el grueso del público en las próximas cuadras y tendrían que afrontar las criticas (“les podrían haber hecho un vestido mejor”, “Ay como las han pinturrajiado a esas niñas!”)... En fin, es muy difícil tener a todo el publico contento. 

 Una pareja del 900... Vamos en Independencia y Barreiro y ya tenemos dos problemas: en la cachila de Darío Castro parece que en medio de la algarabía se cayó un muchachito y se dice que la rueda le apretó un brazo, esperemos que no sea nada. 

Frente a El Heraldo se apagó La Cucaracha, Juan Lobato y Alejandro Monti están verdes de dar manija, y después de una explosión del escape logra nuevamente seguir su paso. Sale mucho humo de la olla de los caníbales que seguramente se comerán al Gordo Rey, el que con lo que pesa es seguro que les alcance para darle de comer a todas las murgas. Los Chichipíos lo miran con cara de hambre. 

 Las reinas ya pasaron por lo de Besozzi y en el Democrático Mingo Piñeiro espera hacer una buena noche, mientras Gurjitano trata de atender todas las mesas. Alvarito Tiscornia, Mastrángelo, Facciolo, el Chocho Gorón, el italiano Carlitos Muracciole y otros, se están colando unas Pilsen y en la esquina de enfrente esperan el cruce el Tape y sus muchachos. 

 Infaltable, a pocos metros de su imprenta, una típica pareja del 900 esperaba el corso. Él... pantalón y saco del traje gris oscuro a rayas, pañuelo al cuello y sombrero negro de ala corta. Ella... pelo ordenado adornado con una margarita del lado derecho, cejas pintadas al carbón, zapatos de taco alfiler, vestido negro manga corta y labios sumamente pintados de rojo carmín. Parecía que se habían disfrazado para la ocasión, pero así era todos los días y nunca se separaban, para todos lados juntos, dicen las malas lenguas que era porque él no se animaba a darle un beso de despedida… Pero en mi opinión personal ...no era tan fea. 

La "mataron" a la reina. 

 
La alegría sigue en el centro; Panchito Pariz, Barragán, Edgard Martínez, El Grillo y el Pocho Fernández, impecable con el redoblante, recibían una ovación impresionante, y en la confusión una bomba de agua que partió desde el Centro Democrático dio en el blanco: la Reina del Carnaval se acababa de sentar, y la bomba le explotó en la falda! ¿Se imaginan la crítica? El vestido azul claro sin mangas, en una noche fresca, mojado, y justo ahí... Cuando llegan al Banco Florida la mataron: estaban, por casualidad, los “criticones fútbol club”: Adalberto Toranza, Luis Bía, el Gino Furiatti, Marciano Durán, Cono Berrondo, el judío Julio, Tito Ubal, Tintiño González, Chiquito Orlando, Cono Costa, y acompañando al equipo, el Lolo y Chumino que custodiaban el Banco y que fueron los primeros en decir “¡Se mioooó la reina!!....Qué equipo tenía el barrio Curuchet; qué vergüenza tenía la Reina, que venía ansiosa por ver al Gino y llegaba en ese estado, toda mojada… 

 Independencia casi.

 Rivera Pasaron las reinas por el Banco Florida, y la Marmota Galo observaba desde la cigarrería; enfrente el fotógrafo Gabines acababa de inaugurar el restorán “Trianvacanmandala” ( ¡no tenia nombre eh!?)...En la puerta Gabriela saca las fotos del corso y la acompañan la petisa Niell, el Chingo Castro, el Yayo (cocinero), Corina Piriz y La Chula, que venía de la radio. Estamos llegando a la calle Rivera, al American Bar de Cabral. 

Los hermanos Cabrera tuvieron que parar el taxi frente al Cine Italia porque el tablado ocupaba la parada. Al pasar el corso comenzarán a actuar los Capablanca, por eso Golfarini está preparando el equipo sonoro, mientras el Pipe Díaz recibe aplausos por su triciclo adornado para este día. Desde diferentes mesas Teresa Palavecino, la petiza Belén, Quitita Quirino, Mario y Susana Fleitas, el Dago Icasuriaga y flia, Teresa García, el Tola, el negro Panzaque y José Montelongo, parecían que habían venido en delegación desde el Prado Español para aplaudir ahora a la cuerda de tambores, y el movimiento batidor de las Toras que no podían faltar en este Carnaval. 

 Zorros al acecho… 

 Cuando el carro alegórico de los Angelero llega a Rivera, en la herrería que representan esta noche hay mucha actividad: el pibe y el rubio López están herrando al caballo, Jesualdi tiznado hasta la nariz, Giachetto deja la fragua y mira hacia el Club Florida, a la media cuadra, y ve al Intendente y su comitiva, disfrutando de un Caballito Blanco y piensa… “Ese no se puede herrar pero cuando yo sea Intendente me lo voy a tomar”... 

 Cosas que se dan algunas noches: en las mesas que están frente a la peluquería de Ana Bolena casi todas eran mujeres: Antonella Regina, Betina Cabral, Fabiana Macció, Estela Laudicio, Teresa Machín, Mirela Laitano, María Laxague, Mariela Cabo, Beatriz Espinosa…y el Nene Palermo. Y me di cuenta porqué había tantas mujeres de ese lado, ya se darán cuenta. En la vereda de enfrente había reunión de zorros: Pitoche Aloy, Pocho Espinosa, el Negro Mercadal, Gustavo Aloy, Sol Calandria, el Mosquito Peluso, el Brujo Castro, el Cono Castro, Ruben Urchitano, el Nene Orlando y Luis Colista, parecían un club de fútbol. Y en la puerta de Monarca, tranquilo, con El Heraldo bajo el brazo y un mondadientes en su boca, Pereba se deleitaba con la fiesta de todos. Los zorros esperaban impacientes la hora del baile para intentar apresar la presa... 

 Con el Corso pasaban las esperanzas... 

 La Colombina se hacía sentir. Con sus movimientos impecables, sus cuerpos calientes, dejaban correr por la mejilla una gota de sudor que parecía una lágrima de alegría. En el plátano de la farmacia Taranto, del lado izquierdo se recostaba otro típico hombre del 900: sombrero gris con faja negra, lentes de aumento, pañuelo al cuello, gabardina marrón claro y un Río Novo entre sus labios, Pepe Moreno se apostaba para ver quizás su carnaval número 70. 

Del otro lado del plátano el Chivo Marichal esperaba el paso de los redoblantes. Es que era su pasión, ya que por más de 30 años alegró los carnavales de nuestros padres. A unos pasos en una pequeña vidriera colgaban números de lotería para el viernes, y en la puerta las hermanas Galotti veían pasar las esperanzas de casarse algún día. En la mesa más próxima el Perro Fleitas, la Charo Quirino, Lilián Alarcón, Carmen Centena, la Tina Suárez, Pipí Regusci y el Jorge Alberro, entre otros, aplaudían sin cesar. 

En la entrada de Santana Muebles Martiniano González, Jorge Gruccio, Guillermo Algaré y el Cono Marichal, que lo tenían que aguantar porque quería tirarse una palomita hacia el carro de las reinas, y en La Vitrola la barra también compartía la alegría del Carnaval. Frente al Club Florida 

 El corso del 75 estaba llegando a La Vitrola. 

Adelante el jeep de la intendencia y el inspector de tránsito, el gallego Heredero, se habían detenido en Rodó por un pequeño altercado con el Macaco Lasalvia, el taxista. Frente a La Vitrola estaban Conucho Mastrángelo, Omar Cabrera, Jorge Testa, Edgardo Pallares, Néstor Cabral, Enrique Pandolfi, Gerardo Giordano, Miguel Balle, Danilo Ramón, Ricardo León, Pino Mangini, Alejandro Ferreri, Gonzalo Echeverria, Julio Amaya, Pedro Martínez y el Momo Pérez, todos aplaudiendo a la cuerda de tambores, donde entre otros estaban Artigas Peña, el Viejo Vázquez, el Teta y el Pipa Delisa y Amelio, que era quien se llevaba fuerte los aplausos; justo ahí se tira al suelo con la bandera, y lo pisa el burro del loco Ghan que se distrajo, y Amelio queda debajo de las patas del burro. Se imaginan qué panorama....

 Frente al restorán Nuevo Rumbo se tomaban algún viejo y querido Sucu el Pato Ferreri, Ramón Abeiro, el Polo Patrón Y el Ganso Pereira. El Gordo Ormando servía sus ricas pizzas, mientras en la puerta del Club Florida con su cabeza frente al 674 de Independencia, siempre firme como haciendo guardia al Club, estaban Cachuto y sus amigos. Ricardo Rosas y el gordo Carro compartían el comentario (“se mió la reina” ). En la mesa frente a la puerta el Intendente rodeado de muchas moscas se tomaba su Caballito Blanco. 

Llegando a Rodó… 
 Chicos y grandes se divertían. El que podía gastar se sentaba, los que no caminaban y le compraban a los niños un frankfurter que Dante preparaba. En la vidriera de la sastrería Pocholo Pereira el Japonés y Teresa se sonreían al ver al Chito seguido de muchos niños tocando con la peinilla en su boca una marcha brasilera… 

 Y mirá que tiene cosas lindas el Carnaval: casi llegando a Rodó, en la última mesa frente a la farmacia encuentro una mesa digna de una largada: Darío Castro, Alcides Pérez, Francisco Pérez, el canario Escabino, Dardo Sánchez, el Bubby Vázquez, Atilio García, y entre ellos uno que no corría pero sí era ligero: Ventanilla, con el bolso de Peñarol atravesado en su espalda. 

 Compartiendo un sucu en la esquina de la Tienda Marcos no cabía un alma: entre ellos Jorge Acuña, Saco Viejo, Daniel Deluca, Caserta, el Nene Tarigo, el Pelao Rava y Jorge Gruccio. Posiblemente se estaba fraguando algún pase para Quilmes.

 Las reinas llegaban a Rodó, el vestido se había secado un poco del agua de la bomba que le tiraron frente al liceo. Era este el momento en que había que enfrentar la críticas más pesadas, porque en la cuadra siguiente, frente al Café del Centro, las mesas y la vereda están abarrotadas de gente. Qué lindo es un corso, qué lindo... 
 Llegamos al Café del Centro… 
 El Policía de parada Pancho Bronca, el diariero (Pedro) parado en Las 3 Cruces, que en sus vidrieras lucía los pantalones Relámpago, con el inspector de tránsito Walter Alanís, el lustrador de zapatos, el Sordo Martínez… 

 El Café del Centro está lleno. En los saaannnwwiiches calientes! Cono Lanz, y atrás de la máquina de café, subido en un cajón de Coca Cola, Minguito. Casella y Mendieta no dan abasto para servir a los mozos, Lupita, el Sordo Araújo y el Gordo Viera. En una de las mesas se levantan para mirar el corso antes de empezar con las 40, Carlitos Giani, José Pérez López, Pololo, Galife, Manuel Preisig y la Pirrada. También estaban, entre otros el Buby de los Campos, Nelly, Pablo y Daniel, Angélica Giordano, el Cono Medina… 

En una mesa de afuera veo algo extraño: una familia que jamás los había visto juntos… o estoy soñando: la Talita, el Arrayán, el Sauce, el Sarandí, el Espinillo, el Quebracho y la Selva Rigali. Por la vereda de enfrente el Nene Tejera, Darío Ibarburu, Roberto Urtiaga, el Pepe Sabia, el Polo Barrios, el Mono Enciso y Retamosa. 

 Auténticas Variedades de Carnaval impresionaban pintados de negro; los niños retrocedían asustados. Entre ellos, a la altura de Mil Colores caminaban Celina López, Milka Gurjitano, Lita Villabona, Graciela Álvarez, la Cocona y la Negra Anse. 

 En el café Los dos Leones, llegando a Herrera, hay payadores. Esta noche Gustavo Guichón, el Gaucho Giménez, Urbano Recalde, el Pulpi Amaro, Carlitos Rodríguez y Víctor Gasso. Se ve que va a estar bueno, pero como acechando a los artistas en la otra mesa, antes de irse a trabajar porque Pololo les dio permiso hasta las 10.30, están la Raquel, la Gloria, la Gavi, la Margó y Julia, luciendo todas diminutas faldas… 

Y a pocos metros, en la esquina de la tienda El Anjó de Aníbal Soba, entre el calor de la multitud las Yerba Sara lucían sus siempre nuevos tapados de piel. Ya en las últimas cuadras... El corso pasa por el Jockey Club, y en la puerta estaban el Cacho Brescia, Juan Suárez , Mario Núñez y Preisig. En la vereda de enfrente, en lo de Wilson Ruiz, un núcleo importante del Prado Español aplaude a la representante del barrio Mary Marrero. Llegamos a la Intendencia y se detiene la Cucaracha, sus integrantes saludan al portero Falero que estaba de guardia, mientras se dispone el SAFARI a meter al Gordo Rey en la olla para cocinarlo en la última vuelta.

 Reanudaron la marcha, con mucha gente en DeSierra TV y Cuervo Alonso, mientras en el balcón del segundo piso el maestro Izasa sacaba cuentas que había más gente que el año pasado. Y frente al taller de costura de La Dama Chic, en una mesa grande su dueña Pocha Leleo, sus hijas Laura y Virginia y sus empleadas Olga Molla, Norma Falero, Marta Fontes, Teresa Pérez, dentro de otras que no me vienen a la memoria... 
Parece que la estoy perdiendo... 
 En Las Llamitas, el Heber Giordano y el Nacho desde el horno de pizza hacían su carnaval. En algunas mesas abundaban las botellas de cerveza Norteña, que se estaba vendiendo bien; entre otros estaba Tulito Artola, Carlos Pisa, el Escribano Alzati, su familia y sus empleados Jorge e Isabel Alexandre. Ordenaban a la gente el comisario Baños y el Casilla, mientras en el bar Sportman César llenaba sus ricos cucuruchos de helados ya que la noche esta calurosa, está lindo para un heladito de frutilla y crema. Los mozos Ismael, el Cisne Enciso, el Tuto Páez y Manuel Alanís atendían rápidamente las mesas ante la atenta mirada de Venancio Giordano. 

 Ya dando la vuelta por Ituzaingó, al pasar frente a la casa de la doctora Safi a muchos le dolían las muelas, y el balcón de lo de Aldama estaba repleto. 

Seguimos, pasando por la farmacia Santa Julia, después por el puesto de verduras de los Seijas, enseguida por la casa de Balle para llegar a lo de Pajarito Lagos (qué jugador) donde Zapallo en la parrilla tiene siempre a punto pamplonas, hígado a la tela, chorizos, morcillas, asado, pollos y más... Y mientras Pajarito con cara de pocos amigos busca con la mirada en el público a quien le reventó una bomba de agua en la ventana, en el mostrador del bar Gálvez saboreaba alguna que otra grapa con limón. 

 Llegamos a la Plaza Asamblea, pasamos por lo de Quintín Ramón, por lo de Chenlo, donde Flor, Mario, Juan y Teresita miraban muy atentos todo el movimiento. Pasamos por la imprenta Gadi y frente a su casa, sentado en el banco, tomaba unos amargos con yerba Sara de contrabando el señor Peluaga. Doblamos en la esquina de Banco República, llegando a la Imprenta Moderna, donde muy atentamente la numerosa familia de Martínez Portela y su empleado el Negro Pereira aplaudían sin cesar el paso de su amigo Alejandro Monti en La Cucaracha; pero aquí llega lo peor... 

 La caída fue fatal Cuando La Cucaracha daba la vuelta en la Escuela Industrial, cae la enorme olla con el Gordo Rey adentro. La olla rueda como 20 metros por el pavimento y finalmente para en el cordón de la vereda de la Jefatura. Todos los negros del Safari acuden riendo a levantarlo, pero los invade el pánico al ver que es seria la caída. Quieren sacarlo pero tienen dos razones que le impiden hacerlo rápido: mucho dolor en el hombro y además se había amoldado a la olla, y como si fuera poco al ir tirando para afuera se le engancha el cinto en el fierro de la manija de la olla, y lo arrastraban con olla y todo, pero al fin salió. Enseguida llegan dos policías que hacían guardia en la Jefatura, El Perro Siré y Batista y desde la Casa Parroquial corre el padre Matonte, el cual dijo "CON CUIDADO, ESTE GOLPE PUEDE SER FATAL... Llévenlo al Hospital que yo le pediré a Dios y a la Virgen de los 33 por su pronto restablecimiento". 

Los policías no tenían vehículo porque andaban en el centro, pero hablaron al Hospital para que se prepararan para recibir un herido. Creo que La Cucaracha nunca había marchado tan rápido, iba por 18 de Julio como a 15 km. por hora. Al llegar al Hospital todos los integrantes del Safari pintados de negro encabezados por el Bilo Lavandeira entraron corriendo mientras por el pasillo venía el emfermero Lamaita, la enfermera Quirino, Marta Cruchi, por si necesitaba cuidado intensivo; también Castro y Candia, que al ver caminar tantos negros juntos casi se desmaya. 

Todos se reponen del susto, pero las placas dan como resultado de la caída la clavícula quebrada, un golpe en la cabeza con estado reservado, quedando internado para ser revisado por el doctor Amorín, con aviso a la Policia, la que en este caso sería testigo. Todos suben a La Cucaracha con destino al punto de partida, el galpón de la Norteña, donde no sería nada fácil sacarse la pintura negra.

 ASÍ SE TERMINA EL CORSO DE ESTA NOCHE..... Espero haber contribuido con su memoria. EL KONMEMORIA SÁNCHEZ.

Las fotos usadas fueron extraidas del sitio Recuerdos de Florida.

Tuesday, November 10, 2020

Porque el Tango Bar? (Historias cortitas)

Foto gentileza de Erika Scocozza y publicada en Recuerdos de Florida. 

Hay mucha gente que me pregunta, después de leer mis historias, el porque el Tango Bar, yo les explico que nací en la Cuchilla Sartarcieri, pero muchos años de mi infancia pasaron en una casa que mis padres alquilaban frente por frente a la herrería de Telmo a escasos pasos de donde nació y murió el Tango Bar, y a pesar de que el tiempo fue poco para disfrutar mi barrio, ese fue siempre “mi barrio” y el boliche ese para mi era su epicentro. 

Porque ahí era donde yo siempre me sentí, mas en Florida que en cualquier otra parte. 

Teniendo la desgracia de que mis padres gastaban el trecho de ida y vuelta a Montevideo, y que mis oportunidades de pasar días en Florida después de la escuela, eran cada vez menos, para mi Florida era andar lo mas cerca que el me permitiera, de mi tío Ulises. Antes de tener el Tango Bar era difícil seguirle el paso, porque el nunca tenia rumbo ni destino, pero siempre sabía para donde iba. Después de abrir el Bar, era mas fácil estar cerca de el, y de Ulisito que era menor que yo, de Danubio , ese gordo de oro y todo ese entorno que me hacia constantemente desear el volver a Florida a quedarme del todo. 

Lamentablemente no era fácil; en 1980 cuando vuelvo a la patria después de un exilio de 10 largos años, Ulisito, estaba en Europa, Ulises se había ido para siempre con su bohemia y lo que quedaba eran mis padres que se habían vuelto a Florida y para colmo de glorias, habían comprado el Tango Bar. 

Por eso para mi es un punto referente de mi vida, como la herrería de Fassanaro, mi querido Candil y la Cuchilla Santarcieri. 

Hoy lejos de la patria y de Florida, me aferro cada vez más a mis recuerdos, porque mas que nada son mi cable a tierra, mi boleto de ida y vuelta a ese lugar feliz en el que todos siempre queremos vivir aunque sea a la distancia. 

  El Tordillo

Wednesday, November 4, 2020

Arriba del Café Sportman. Historias cortitas.

 


Debería ser por alrededor del 1954, yo era un gurí de 6 años, mi padre tenia el taxi en la parada del Sportman, para mi era el paseo de la semana cuando me llevaba en el fin de semana a visitar a los “tíos” Giordano, Cesar me trataba como a un hijo y siempre me daba algo rico para comer y una Bilz, que era mi bebida preferida. Alguna vez hasta me dejaban jugar un ratito al billar, si no lo estaba usando nadie.

Pero… siempre hay un pero, arriba del café, había un salón comedor, que era atendido por un Sr. Mederos, muy amigo de mi padre, entonces después de estar un rato abajo, yo me iba para el comedor, la intención era que a veces Mederos me hacía ir por algún mandado y me daba una propinita, la que después completaba con un buen plato de unos deliciosos ravioles con tuco que el preparaba.

Y ahí no termina la historia, Mederos tenia dos o tres hijas, que siempre andaban revoloteando por el salón, a cuál de ellas mas lindas, vestidas bien como las gurisas del pueblo no como nosotros los de la Cuchilla Santarcieri, bien peinadas y perfumaditas. Una de ellas, creo recordar que su nombre era Nuri o algo así, fue mi “primer amor”. Ella podría tener uno o dos años mas que yo y me era imposible dejar de mirarla con ojos de cordero degollado..

Yo la llamaba "rubia", no se si porque realmente era rubia, o porque era tan diferente a nosotros, que bajabamos de la cuchilla con olor a boniato sancochado y leche recien ordeñada.

Un día Mederos se dio cuenta y me dijo “Ahhh vos no venís por los ravioles, vos venís por mi "rubia", mira que sos pillo. Cuando tengas unos 20 años y tengas un buen trabajo, capaz que te dejo casarte con ella” y largo una fuerte carcajada mientras sacudía los pelos de mi jopo.

Hasta los doce años, que me mandaron a casa de mis abuelos en Montevideo, yo pasaba por ahí todos los días, solo para mirarla de lejos. Los veinte me encontraron sin trabajo y perseguido, después el exilio y la distancia. Ella nunca supo que fue mi primer amor y quizás ni se acuerde del gurí de la Cuchilla Santarcieri que venía a hacer los mandados y que la seguia de atras como un perrito bien educado.

El Tordillo