Friday, June 5, 2020

Tres días de gloria. Cobalt 2020.-



Tres días de viaje con mi nieta Lara, a quien le gusta explorar y conocer nuevos lugares, tanto como a mí. Hicimos unos 560 kilómetros para llegar a Haileybury un pueblito del norte de Ontario, a orillas del lago Temiskaming. Recorrimos sus alrededores, todo vacío y quieto, casi como visitar un lugar muy bien cuidado, pero que en realidad es casi un pueblo fantasma, es evidente que viven del turismo en verano e invierno, todo en base a playas, caza y pesca en verano y bajo el hielo en invierno. Este año el Covid 19 tiene todo esto desolado.






Al otro día comenzamos nuestra ruta hacia el sur, en Cobalt visitamos las ruinas de las antiguas minas de plata, consideradas patrimonio nacional, donde solos y con completa libertad, visitamos antiguos túneles, perforaciones a cielo abierto de 150 o más metros de profundidad, ruinas de los edificios donde procesaban lo que excavaban para extraer la plata, talleres, galpones donde dormían los mineros. Todo esto distribuido en distintos núcleos alrededor de un lago y una colina, con el auto nos desplazamos de un lugar a otro, donde cada compañía minera operaba. Como siempre exploramos todo lo que pudimos y Lara se trepo a las ruinas de los edificios y a la maquinaria herrumbrada por el paso del tiempo.
Creo que en total visitamos nueve de las 16 minas indicadas. Fueron horas de total regocijo tratando en nuestras mentes de revivir esos tiempos ya pasados, la vida y el sacrificio de los mineros. Supuestamente hay mas de 24 kilómetros de túneles subterráneos, en uno de ellos, parecía que el bosque tenia aire acondicionado, estaba fresco y ventoso, a diferencia del resto de la zona, a la entrada de un túnel encontramos nieve y hielo acumulado, en un cartel cercano se podía leer que este túnel de mas de tres kilómetros de largo, tenia salidas por los dos lados de la colina, esto creaba una circulación de aire constante, que se enfriaba en las partes mas profundas del túnel, manteniendo de esta manera, nieve o hielo casi todo el año. Del bosque alrededor se elevaba debido a la diferencia de temperatura, una niebla que hacía que el lugar pareciera un poco fantasmagórico.















Otra vez a la carretera, esta vez hasta llegar a Temagami para visitar una torre de observación, de los guardias del fuego, emplazada en un promontorio de altura respetable y en la cima esta torre, a la que se puede subir para ver el hermoso paisaje de muchos kilómetros a la redonda. Por supuesto que Lara subió hasta el tope, yo me quede en un hermoso mirador muchísimos escalones mas abajo.










Ya un poco cansados, seguimos viaje hasta la localidad de Burks Falls donde Lara tenia que quedarse una hora en un lugar tranquilo para una conferencia por video con una de sus maestras, ya que los niños esta recibiendo sus tareas y clases vía internet. Junto a un rio y un puente techado, con mucha sombra y tranquilidad, ella hizo lo suyo y yo me dedique a preparar un bordón que había cortado en la zona de las minas. Cada vez que vamos a una aventura juntos, yo corto el mejor palo que encuentro y después de pelarlo y lijarlo, le pongo la fecha y el nombre del lugar, para que nos quede de recuerdo.
Terminada su tarea, decidimos seguir para quedarnos a pasar la noche en Hunstville, a unos 60 kilómetros de Algonquin Park, donde al día siguiente queríamos visitarlo por la enésima vez, ya que es nuestro lugar preferido y que este año, por la pandemia no estaba permitido visitar y nos perdimos las dos acampadas que tradicionalmente hacemos en febrero y marzo y también la de mayo.
Cuando comenzaba a caer la tarde visitamos diferentes lugares de Hunstville, apreciando hermosas vista de los lagos que la rodean y comiendo Pescados frito, sentados en un muelle, ya que los restaurantes todavía no están abiertos, solo puedes comprar la comida para llevar, así que, en el piso junto al agua, de primera.






Todavía no habían sonado las 8 campanadas, cuando ya estábamos en camino rumbo al parque, nos extrañamos mucho de las carreteras totalmente solitarias, ya que, en esta época, suele haber multitudes, pero otra vez Covid hizo de las suyas aquí también. En 80 kilómetros no vimos mas de 10 autos y unos 10 o 15 camiones cargados de madera. Al llegar a nuestro primer destino, Lake of Two Rivers (Lago de dos ríos), con una sonrisa de oreja a oreja, comenzamos a recorrer uno de nuestros senderos preferidos, tanto en invierno cono en verano. No había nadie más, fueron tres kilómetros y medio de total serenidad, solo se oían los ruidos de los pica palos, los cantos de otros pájaros y los ruidos típicos de un monte solitario. Al llegar a la cima parecía que lo veíamos por primera vez, ya que es un lugar donde siempre hay gente, esta vez éramos solo Lara y yo, que lo disfrutamos al máximo.













Después nos dirigimos al Opeongo Lake, a unos 30 y pico de kilómetros, desde este lugar salen las canoas que se dirigen al interior del parque que tiene una superficie total que se compararía favorablemente con muchos pequeños países. Con una superficie de 7.653 KM cuadrados, pero con cero habitantes humanos permanentes. Alta densidad de osos, lobos, alces, ciervos, patos, castores, miles de lagos y ríos, rutas de canotaje y una fauna sub boreal impresionante. En síntesis… un paraíso terrenal.
Como cierre del viaje y ya prontos para retornar a casa, sentados junto al gigantesco lago Opeongo, nos cocinamos unos tallarines con atún y aceite de oliva, que estaban de rechupete, comimos, de panza llena dormitamos un poco, nos recordamos de lo dichosos que somos de poder hacer estos viajes, solos los dos en una relación de abuelo y nieta que no tiene comparación con nada.





Como era el día de San Cono, le agradecí al santo y a Dios por estos tiempos de felicidad, que para una persona como yo, que esta mas cerca del harpa que de la guitarra, son INMENSAMENTE gratificantes.


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