En estos días
en los que me estoy preparando para mi recorrido por el Camino Portugués a
Santiago de Compostela, me encuentro horas caminando solo y esto me lleva a reflexiones
sobre la vida y el momento que estoy viviendo. La semana pasada, en vez de
salir hacia los montes y caminos de tierra, me dirigí rumbo al centro del
centro de la ciudad de Toronto. Fue una mañana de sorpresas y reencuentros con
cosas que no veía desde hace un montón de años.
Cuando
llegamos a este bendito país, hace casi 50 años, la mayoría de los uruguayos,
que éramos muy pocos, vivíamos en calles aledañas a Bloor St. Que por ese
entonces era considerada una de las calles comerciales mas importantes de la
ciudad. Los pocos negocios donde podíamos hablar en español y encontrarnos con
otros, eran por esa calle. El restaurant Tarogato, panadería Victor, Rincón
Hispano y no mucho más, el resto era todo italiano y portugués. A base de necesidad,
nos comunicábamos como podíamos en esos dos idiomas y chapuceábamos en ingles a
pecho y careta.
Así, fueron
pasando los años y muchos nos fuimos aburguesando y de a poco nos fuimos
repartiendo por diferentes puntos de la ciudad. A esto van mis reflexiones de
ese día de retorno al pasado geográfico de nuestros inicios.
“Vivimos en
otro mundo”, fue lo primero que le dije a Titina al poco rato de volver a casa,
“Ni te imaginas como esta esa zona y como ha cambiado”, lo dije con al acento
que se le da a algo que realmente te ha impactado.
Nosotros,
como la mayoría de nuestra comunidad, vivimos en una zona suburbana, de lugares
amplios, calles anchas, centros comerciales gigantes, parque con bosques
frondosos, con juegos y piscinas para niños, con mucha luz y mucha limpieza.
Hablamos maravillas de nuestros barrios y gozamos de todas las amenidades del
primer mundo, pero…
…En realidad,
vivimos en otro mundo, la ciudad que dejamos atrás hoy día no tiene nada que
ver con nuestra realidad actual, hoy día aquel lugar que dejamos y del cual,
con nostalgia hablamos hermosuras que fueron y que ya no están.
En los 15 y
pico de kilómetros que caminé, vi que aquellos barios se volvieron mas sucios,
que la mayoría de los casas y edificios que todavía existe, están casi todos
mal mantenidos y cuidados, los negocios vetustos y casi lucen como abandonados,
que dos o tres edificios y negocios iconos de la zona han sido derrumbados, con
la idea de edificar condominios o espacios para oficinas. El famoso Honest Ed’s,
ya no existe, ese lugar donde aprendimos el consumismo en Toronto ya no existe.
La droga y
los drogadictos son moneda común en la zona, la gente sin casa y durmiendo en
las calles me llamo la atención, como si nunca lo hubiera visto antes, pero hoy día se
los ve en una cantidad que impresiona, las calles sucias como nunca había visto
en aquel Toronto que yo recuerdo, negocios hispanos, no vi ninguno, en resumen,
aquella historia que nosotros recordamos ya es solo historia.
Me di
cuenta otra vez que no todo lo que brilla es oro, que este paraíso que nosotros
llamamos el primer mundo, no lo es para todos, que las desigualdades todavía existen,
que se han acentuado, que este paraíso del que frecuentemente hablamos los
inmigrantes viejos, es simplemente un espejismo que nos fuimos fabricando a
sudor y trabajo, pero que en realidad la mayoría de nosotros, vivimos en otro
mundo, que a pocos metros hay otras realidades, que somos unos privilegiados y
que no nos damos siempre cuenta de lo que pasa alrededor nuestro.
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