Las hojas
secas crujen bajo mis botas, el bordón tiernamente se apoya en la suave
alfombra del bosque, los trinos de los pájaros y el cantar de ranas y sapos
comienzan a anunciar la noche. El sol ya se oculta y la luna comienza a
iluminar mi Camino, es raro que a estas horas yo todavía tenga la mochila
en la espalda, normalmente estaría descansando en un albergue, después de una
reparadora ducha y pronto para mi cena, pero…
Hoy tengo
la idea de dormir al aire libre, la temperatura de esta noche de septiembre
anda por los 18 grados, ideal para dormir al raso. Todas las noches antes de
retirarme a dormir, salgo a caminar por los alrededores de los albergues donde
me quedo, a mirar las estrellas y deleitarme con su belleza, hoy definitivamente
las tendré de techo y las disfrutare a pleno.
En el
macuto tengo un pedazo de chorizo, un cacho de pan y medio litro de vino tinto
para lavar el pico antes de acostarme panza arriba a deleitarme con el
maravilloso espectáculo que me espera. Estoy en el lado francés del Camino que
me lleva desde Lourdes hasta Puente de la Reina, acabo de pasar el hermoso e
histórico Fort de Portalet, después de aquí me espera el Alto de Somport y del
otro lado España.
Aproximadamente
un kilometro antes de llegar a Urdos, en un lugar marcado como zona de camping,
hay dos “caravanas” estacionadas y sus ocupantes, dos parejas de probablemente
mi edad, sentados en una mesa disfrutan de su cena, una botella de vino en el
centro de la reunión se ve invitadora. Me acerco y saludo respetuosamente,
vienen desde Toulouse, parando siempre en todas las etapas que normalmente
haría un peregrino a pie, ellos motorizados no tienen apuro y se ve que lo
están gozando mucho. Desde Lourdes han hecho las mismas etapas que yo, charlamos
un rato, comparten su vino conmigo y me invitan a comer, yo les digo que tengo
el banquete en el macuto y les agradezco.
Les cuento
que pienso dormir al raso y si no les molesta, me quedaré cerca de ellos. El
más simpático me ofrece una lona plástica para poner sobre el césped y se la
acepto con gusto. Me despido de ellos y me alejo unos 50 metros donde comienzo a
armar mi campamento, dos mesas de pic-nic cercanas serán mi tienda de campaña,
ya que en vez de poner la lona en el piso la pondré uniendo las mesas para
cubrirme del posible rocío de la madrugada. Mi poncho chubasquero me servirá de
piso bajo el saco de dormir, mejor, ni en un hotel 5 estrellas ya que desde mi
cama veré millones de estrellas. Creo que es cerca de la medianoche cuando
terminé mi cena que fue consumida lentamente y saboreando cada bocado y cada
momento.
La
madrugada me encuentra dormido como una piedra, me despierto cuando escucho las
conversaciones de mis vecinos que ya están preparando su desayuno y piensan
salir temprano rumbo al próximo pueblo. Agradezco haberlos encontrado, ya que,
si no hubiera sido por la cubierta que ellos me brindaron, me hubiera mojado
hasta los tuétanos, el rocío intenso cubría los campos y parecía que había
llovido, yo sequito y feliz. Les devuelvo su lona y me despido agradeciéndoles
la gentileza, más adelante los volvería a ver en Ruesta y en Jaca.
La noche para mi había sido de ensueño, pero también me había hecho recordar que ya no me cocino en el primer hervor y mis 70 años no están dispuestos a pasar muchas noches al raso. Me calzo las botas y me dispongo a caminar uno de los trechos más escabrosos de esta ruta, el Puerto de Somport me espera, primero hay que subirlo, pero después bajarlo que no es cosa fácil.
Lamentablemente mis fotos nocturnas fueron un fracaso total, se ve que mi teléfono celular no esta preparado para ese tipo de fotos o yo no se utilizarlo.
El Tordillo. (Juan Alberto Pintos Lecuna)