Meses y
meses sin poder escribir algo coherente, no importa lo que quisiera poner en
papel, siempre me daba contra una pared que me evitaba crear. Llego un momento que hasta deje expirar mi dirección
de website y no la pude renovar más, pero era tanta la desilusión que no me
importo la perdida, pero toda la vida he volcado mis pensamientos en el papel y
sabía que algún día lo intentaría otra vez.
En mi ultimo
viaje a España donde nuevamente recorrí parte de uno de los Caminos a Santiago,
intenté escribir sobre la magia y la adicción que sus recorridos han despertado
en mi… pero tampoco pude, así que me limite a poner fotos y videos para que
hablaran por mí.
Hace mas de
dos meses que estoy de vuelta y recomencé mis caminatas para mantenerme en
forma, pero como las bajas temperaturas están haciendo mella en mí, hoy me fui
a un centro de compras cercano a mi casa, donde desde la 5 de la mañana la gente
puede ir a caminar, el ovalo de casi dos kilómetros, es perfecto para caminar a
gusto durante el invierno y como los negocios no abren hasta las diez, hay
tiempo de sobra para caminar a gusto, y somos muchos los que tomamos ventaja de
la oportunidad.
Totalmente
concentrado en simplemente caminar sin otra cosa en mente, iba por el lugar con
los audífonos entregándome música folclórica uruguaya, cuando como a doscientos
metros mas adelante veo algo que me resulta extraño…
A paso
cansino, un caballo alazán, coludo y crinudo, venia rumbo a mí, de su jinete
solo se veía un poncho azul mojado y las alas de un sombrero ya vencidas por el
agua que cubrían totalmente su cara, la panza del animal y las botas que se veían
en los estribos, estaban totalmente cubiertas de barro y escurriendo agua.
Yo, en
plena conciencia de que estoy caminando por un moderno edificio con pisos de
finos mosaicos o maderas duras, pienso que me he vuelto loco, pero decido dejar
que el momento se desarrolle como sea…
Cuando el
jinete está a pasos de mí, se saca el sombrero y muy amigablemente me saluda.
“¿Como anda
Tordillo? Hace tiempo que no nos cruzamos, creía que ya se había olvidado de mí,
lo he buscado por varios montes y parajes, pero nadie me sabia dar cuentas de
usted”.
Era don Armenio
Morales, uno de los personajes recurrentes de mis escritos camperos, un hombre
sin tiempos ni edades, que sin importar la época o el lugar siempre me acompaña
y se adapta a lo que yo estoy contando, pero que hacía mucho que estaba
archivado en mi mente y no me visitaba con sus historias.
“Que alegría
de verlo Don Armenio, lo que pasa es que creo que Ud. se fue de jolgorio con
las musas creativas y Yo, me quede sin historias, sin letras y sin inspiración.
Puede ser que esta visita suya, sea el retorno al teclado para nuestro deleite,
el suyo y el mío. Pero cuénteme el porque de tanta agua y barro en jinete y
caballo, parece la imagen de un alma escapando de Mandinga”.
“La ultima
vez que nos vimos, Ud. me dejo por unos bañados cerca de Fraile Muerto, de ahí al
ver que Ud. no me sacaba mas a luz, decidí salir a recorrer nuestra patria para
ver si lo encontraba, pero sin suerte. Fui de sur a norte y de este a oeste, a
veces me parecía verlo cerca y buscándome, pero siempre sin éxito. Hoy cuando todavía
no había salido el sol, mientras dormía bajo un árbol, tratando de cubrirme de una
lluvia odiosa que hace días me persigue, decidí calzarme las botas temprano,
ensillar este alazán, que es el único caballo que queda de mi tropilla y seguir
con la búsqueda. Una vez que me había perdido por unos cerros por allá en
Lavalleja, mi Tata me dijo que cuando me sintiera perdido, me quedara quieto en
el mismo lugar, que el me iba a encontrar. Así que me dije, vamos para los bañados
de Fraile Muerto y esperemos que ya va a volver, de ahí la mojadura de arriba y
el barro de abajo. Me parece que la lluvia eran sus lagrimas por la perdida de
la inspiración y el barro, simplemente que ya no se cuanto tiempo he pasado por
los pajonales y con el agua hasta las verijas”.
La charla
con Don Armenio se extendió por largo rato, mientras Yo caminada solo, pero con
una sonrisa que adornaba mi rostro, porque el me contaba que había hablado con
las musas de la inspiración y que ya estaban casi convencidas de que tenían que
volver. Cuando se despidió de mí, todavía sin bajarse del caballo me aseguro de
que nos veríamos pronto, que había muchas historias que contar y que el solo no
podía hacerlo. Le respondí que lo esperaba teclado en mano y de mente abierta.
Cuando abruptamente
me topo otra vez con la vida real, me doy cuenta de que había dado por lo menos
5 o 6 vueltas, las pantorrillas descontentas me llamaban la atención, mi espíritu
caminero se regocijaba del reencuentro.
El Tordillo
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