Me dolía
todo, los 40 kilómetros desde Rionegro del Puente a Puebla de Sanabria, fueron
mortales, pero esto ya se los he contado cuando hablaba de Enrique Sánchez, mi
gran amigo peregrino, en una de las reseñas previas. Así que les voy a pasar a
contar la segunda parte de la visita a esa hermosa zona.
Como el
cuerpo venia casi derrotado, me quede dos noches en Puebla de Sanabria, la hospitalera,
del Albergue Doña Luz, se dio cuenta enseguida de que había llegado maltrecho,
le pedí para quedarme dos noches a efectos de recobrar fuerzas y sanar un poco
mis piernas cansadas, sin preguntas, me asigno una habitación donde había dos
literas, al frente y junto a la entrada. Para mejor me prometió que solo pondría
a alguien más en la habitación, si no tenía más lugares, para que descansara y
me repusiera sin molestias.
El
encontrar al también maltrecho Enrique en el lugar, nos ayudamos mutuamente a
curar nuestras heridas, él más efectivamente que yo, ya que tenía más
conocimientos sobre cómo recuperarse pronto y superar los dolores. Su botiquín parecía
una sala de emergencia de un hospital de pueblo, no le sobraba nada, pero
tampoco le faltaba.
Al llegar
al pueblo, agotado y todo, había recorrido un poco, porque era casi inevitable,
las vistas del castillo sobre el acantilado eran un imán para los ojos y la
curiosidad. Así que a la mañana siguiente, ya con un poco más de fuerzas, al
paso y tratando de calentar el cuerpo, me dirigí hacia el enclave histórico que
está un poco retirado del albergue, pero que justifica la caminata.
Nuevamente
me vi entrando en ese mundo medioeval que tanto me gusta y me intriga. Las típicas
calles angostas, esta vez casi todas en subida, te llevan hacia la cima del
sitio histórico, que se encuentra coronada por el Castillo de los Condes de Benavente,
la hermosa Iglesia de Nuestra Señora del Azogue y la Ermita de San Cayetano.
Mientras caminaba, me regocijaba con la cantidad enorme de arreglos florales en
los balcones y puertas de las casas, los
frentes blasonados de muchísimas casas majestuosas y antiguas, pero
extremadamente bien cuidadas.
Dentro del
Castillo de los Condes, un museo detalla la historia de Puebla de Sanabria y de
sus alrededores, todo bien presentado con videos y dioramas que traen al visitante
una cantidad enorme de conocimiento. Pero, la visita no es completa, si no se
sube a la torre de los homenajes del castillo, a la cual le llaman El Macho,
desde la parte más alta, se divisa toda la ciudad y unas vistas panorámicas de
toda la campiña. En síntesis un lugar para no perder y muy justificado el que
se le haya declarado Conjunto Patrimonial Histórico y Artístico, un lugar que
solo se puede describir con fotos, ya que las palabras serán siempre pocas.
Pase horas
recorriendo, creo y estoy seguro que por algunos lados, pase varias veces, me senté
en la terracita de una pequeña cafetería y me entretuve con el ir y venir de la
gente. Esa noche comenzaba una fiesta y la gente no paraba de hacer
preparaciones, yo me sentía como que miraba las cosas desde un más allá. Sin
prisas me llene de escenas y flores, de ruidos y aromas de fiestas. Considere
quedarme hasta la caída del sol para presenciar la fiesta, pero el agotamiento
comenzaba otra vez a meterse en mis huesos y si quería seguir mi Camino a la mañana
siguiente, tenía que volver a descansar y dejar que mi cuerpo se amoldara a
continuar a pesar de los dolores.
Pare en un supermercado
y compre algunas cosas para comer esa noche, la cena que compartimos con
Enrique, estuvo genial y rigurosamente regada con un tinto espeso y sabroso. Conversamos
sobre lo que nos esperaba en la ruta, decidimos que partiríamos juntos y después
cada uno a su paso llevaría el día como mejor pudiera.
Después de
la cena y todavía vaso de vino en mano, sentado en una silla en el patio trasero
del albergue, pude ver los fuegos artificiales, escuchar la música y el
jolgorio de la fiesta...
Son cosas
del Camino.
Me encanta tu relato sobre ese grandioso Pueblo parada obligatoria en el camino un Abrazo Amigo Ultria
ReplyDeleteGracias por el elogio, razon tienes, un lugar encantador. Ultreia
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