Thursday, October 20, 2016

Plasencia, de peregrino a turigrino.

Pero el peregrinar por los Caminos de Santiago, no es solo sacrificio y caminar, caminar, caminar…

La etapa antes y después del Arco de Caparra, debido a la falta de alojamientos y de albergues cerrados, como el de Oliva de Plasencia, se hace extremadamente larga para el peregrino como yo, ya avanzado de edad y de peso. Por lo tanto hay que tratar de dividirla lo mejor posible, yo camine hasta la carretera que lleva a Oliva de Plasencia.

En ese punto se me ocurrió cambiar de planes, decidí pararme al borde de la carretera hasta encontrar un medio de locomoción que me acercara a la ciudad de Plasencia, de las cuales tenía muy buenas referencias y se encontraba en los lugares a visitar en un futuro cercano.

Como todos sabemos, nosotros siempre atraeremos lo que realmente queremos, si suficiente energía positiva es dirigida al propósito, el universo conspirara para que de una forma o de otra lo logremos. Y así fue, no habían pasado ni diez minutos cuando avisto el primer auto aproximarse, le hago señas para que parara y lo hizo. Al explicarle que era un peregrino en su camino a Santiago, pero que me hacía mucha ilusión, ya que estaba tan cerca, el conocer Plasencia, me invito a subir, hoy era día de mercado en la ciudad y él iba para ahí.  


El hombre era un productor de quesos de la zona y llevaba en la parte trasera su carga aromática y deliciosa para uno de los puestos del mercado. En poco tiempo de agradable conversación, llegamos a la ciudad y Ernesto, diciéndome que él tenía que hacer dos o tres paradas antes de llegar al  mercado, me bajo frente a unas escaleras mecánicas, a la entrada de la ciudad. Se despidió de mí deseándome Buen Camino y regalándome la mitad de un delicioso queso que debería pesar como un kilo.



Subí las curiosas escaleras y me dirigí al centro de la ciudad, desde donde podría averiguar si había un albergue de peregrinos o una pensión donde quedarme. Serían las once de la mañana cuando me encuentro con un centro de información y me dicen del hermoso albergue Santa Ana, en la iglesia junto a la UNED, mapa en mano llegue al lugar que era muy cerca del centro. Me encontré con un albergue de primera, mismo dentro de la iglesia, moderno, limpio, vacío y totalmente equipado. En síntesis, una maravilla de lugar.


Después de descargar el macuto y pegarme una ducha rápida, salí a las carreras para ver el mercado y disfrutar de todo lo que la ciudad ofrecía, estaba descansado y curioso, además de famélico. Desde una mesa al borde del mercado alguien me llama a toda voz “Alberto, peregrino, Uruguayo”, era Ernesto que con su cliente se estaban tomando unas cañas. Comimos, conversamos, tomamos, varias veces intente pagar, pero quien nos servía tenía órdenes de no recibir mi dinero y así lo hizo. Nos volvimos a despedir, esta vez con un fuerte abrazo y después de desearme Buen Camino, me pidió que me acordara de el en Santiago y que en el altar del Santo encendiera una vela en su nombre.



Plasencia es una ciudad hermosa con muchísimas construcciones y monumentos muy antiguos y muy bien cuidados, sus calles abarrotadas de gente por donde fuera, una vida y una algarabía como en las grandes ciudades del mundo. Me hizo recordar mucho a Siena en la Toscana Italiana, donde también había encontrado ese ambiente y alegría.


Recorrí sus torres y murallas, visite un museo y el maravilloso Parador Nacional de Plasencia, anduve horas por las estrechas calles de piedra y comí mi cena sentado en una plaza rodeado de estudiantes que iban y venían con mucho bullicio y ganas de vivir.


En el albergue, cuando retorno, no había nadie y solo encontré un mensaje de que cuando me fuera, cerrara la puerta principal con llave y después la dejara  en el bar de enfrente al lugar. Es decir que ahí estaba yo solo en esa gran iglesia medieval, por supuesto que después de recorrer y explorar todos sus rincones, dormí como un caballero después de varios días de batallas.

A la mañana siguiente el sol me encontró ya en pie, pronto para seguir mi recorrido. Desayune lenta y plácidamente en el bar donde debía dejar la llave, sentado en la pequeña terraza vi cómo se despertaba la ciudad y sus habitantes, sus estudiantes somnolientos caminando hacia sus estudios. Yo más contento y feliz que perro con dos colas, conseguí un taxímetro que me llevaría hasta el mismo punto donde había dejado el Camino, para seguir mis pasos de peregrino.

Cuando retome mi caminar, me vinieron a la mente la solidaridad de Ernesto, la belleza de Plasencia y nuevamente me alegre de haber tomado la oportunidad de conocer la zona.


Son Cosas del Camino

Juan Alberto Pintos Lecuna





































Thursday, October 13, 2016

El Arco de Caparra.



Los lugares que uno recorre cuando anda en el Camino, se van presentando, debido a que uno va a pie, lentamente, como un complemento del paisaje que se acaba de dejar atrás. Hay veces que parece una película en cámara lenta, donde todos los detalles se van clarificando a medida que va cambiando de escena y foco.


Eso sucede en el día a día del Camino, por eso no es extraño que uno se vaya compenetrando con sus alrededores y parece que se mimetizara con el espacio y tiempo. Pero hay veces que uno llega a lugares que resaltan, que rompen la norma e invitan a detenerse, pensar, explorar y maravillarse.

Después de haber pasado por Salamanca, Cáceres, Plasencia y ruinas como las de Castrotorafe o el Monasterio de Granja de Moreruela, uno no espera sorprenderse mucho mas. Pero siempre hay algo por ver, diferente o que te intrigue.



El trecho antes de llegar al Arco de Caparra, es bonito, relativamente solitario, los toros y las dehesas son la compañía constante. Se ve poca o casi ninguna persona, a lo mucho algún tractor trabajando a la distancia, por lo tanto se presta para perderse en uno mismo, deporte favorito de los peregrinos.

En eso me encontraba, totalmente disfrutando del trayecto y de la soledad del Camino, cuando inesperadamente, a la salida de un bosque, me encuentro de narices frente al Arco de Caparra. 


Después de haber visto innumerable cantidad de fotos del lugar, no esperaba que me sorprendiera al llegar, pero la verdad que fue un momento impresionante.

La majestuosidad del lugar va más allá de lo edilicio y de todo lo físico que lo rodea, son simplemente otro grupo de ruinas romanas de las que he visto en cantidades. Roma, Mérida, Sibari, Segovia y muchos otros lugares las tienen más grandes y mejor preservadas, pero este lugar en medio de la nada, rodeado de un paisaje pastoral inigualable, tiene una energía que no he sentido en ningún otro lugar del mundo que yo conozco. Quizás esté más relacionado con el peregrinaje que con la historia en sí.


Me descolgué la mochila y me senté  en unos bloques de piedra, mi estado de ánimo era súper positivo porque me sentía fuerte y contento, pero al sentarme a contemplar lo que me rodeaba, se me cayeron las lágrimas. No sé porque, pero de a poco la cabeza se me comenzó a llenar de historias que no sabía, de tiempos que no viví, de gente que no conocía. Sin saber cómo en ese momento me transforme en un romano de los tiempos de Caparra, recorrí sus callejones de piedras, sentí el olor de sus hornos y el ruido de sus herreros, me compenetre tanto que me parecía que yo había vivido todo eso.

No sé qué estaba pasando conmigo, pero una energía que no conocía, se había apoderado de mí, ¿sería que la reencarnación existe y que yo en otra vida había pasado por aquí? ¿O simplemente que debido a tantas horas solo en el Camino, mi mente estaba predispuesta a esta especie de alucinación?
En verdad no tengo respuesta para esas preguntas, pero sí sé que eventualmente voy a volver a ese lugar, las emociones y sensaciones que sentí en el Arco de Capara, me abrieron a examinar un monton de mis creencias y a estudiar un poco más sobre esos temas.

 Se puede decir que soy un peregrino al borde de la locura, o que soy una persona loca por peregrinar, pero al fin y al cabo, simplemente, estas son cosas que pasan en el Camino.

El Tordillo
















Mas sobre Caparra   http://aprendersociales.blogspot.ca/2014/06/romanos-en-extremadura-el-arco-de.html