Thursday, October 27, 2016
Thursday, October 20, 2016
Plasencia, de peregrino a turigrino.
Pero el
peregrinar por los Caminos de Santiago, no es solo sacrificio y caminar,
caminar, caminar…
La etapa antes
y después del Arco de Caparra, debido a la falta de alojamientos y de albergues
cerrados, como el de Oliva de Plasencia, se hace extremadamente larga para el
peregrino como yo, ya avanzado de edad y de peso. Por lo tanto hay que tratar
de dividirla lo mejor posible, yo camine hasta la carretera que lleva a Oliva
de Plasencia.
En ese
punto se me ocurrió cambiar de planes, decidí pararme al borde de la carretera
hasta encontrar un medio de locomoción que me acercara a la ciudad de
Plasencia, de las cuales tenía muy buenas referencias y se encontraba en los
lugares a visitar en un futuro cercano.
Como todos
sabemos, nosotros siempre atraeremos lo que realmente queremos, si suficiente energía
positiva es dirigida al propósito, el universo conspirara para que de una forma
o de otra lo logremos. Y así fue, no habían pasado ni diez minutos cuando
avisto el primer auto aproximarse, le hago señas para que parara y lo hizo. Al
explicarle que era un peregrino en su camino a Santiago, pero que me hacía
mucha ilusión, ya que estaba tan cerca, el conocer Plasencia, me invito a subir,
hoy era día de mercado en la ciudad y él iba para ahí.
El hombre
era un productor de quesos de la zona y llevaba en la parte trasera su carga aromática
y deliciosa para uno de los puestos del mercado. En poco tiempo de agradable conversación,
llegamos a la ciudad y Ernesto, diciéndome que él tenía que hacer dos o tres
paradas antes de llegar al mercado, me
bajo frente a unas escaleras mecánicas, a la entrada de la ciudad. Se despidió
de mí deseándome Buen Camino y regalándome la mitad de un delicioso queso que debería
pesar como un kilo.
Subí las
curiosas escaleras y me dirigí al centro de la ciudad, desde donde podría averiguar
si había un albergue de peregrinos o una pensión donde quedarme. Serían las once
de la mañana cuando me encuentro con un centro de información y me dicen del
hermoso albergue Santa Ana, en la iglesia junto a la UNED, mapa en mano llegue
al lugar que era muy cerca del centro. Me encontré con un albergue de primera,
mismo dentro de la iglesia, moderno, limpio, vacío y totalmente equipado. En síntesis,
una maravilla de lugar.
Después de
descargar el macuto y pegarme una ducha rápida, salí a las carreras para ver el
mercado y disfrutar de todo lo que la ciudad ofrecía, estaba descansado y
curioso, además de famélico. Desde una mesa al borde del mercado alguien me
llama a toda voz “Alberto, peregrino, Uruguayo”, era Ernesto que con su cliente
se estaban tomando unas cañas. Comimos, conversamos, tomamos, varias veces
intente pagar, pero quien nos servía tenía órdenes de no recibir mi dinero y así
lo hizo. Nos volvimos a despedir, esta vez con un fuerte abrazo y después de
desearme Buen Camino, me pidió que me acordara de el en Santiago y que en el
altar del Santo encendiera una vela en su nombre.
Plasencia
es una ciudad hermosa con muchísimas construcciones y monumentos muy antiguos y
muy bien cuidados, sus calles abarrotadas de gente por donde fuera, una vida y
una algarabía como en las grandes ciudades del mundo. Me hizo recordar mucho a
Siena en la Toscana Italiana, donde también había encontrado ese ambiente y alegría.
Recorrí sus
torres y murallas, visite un museo y el maravilloso Parador Nacional de
Plasencia, anduve horas por las estrechas calles de piedra y comí mi cena
sentado en una plaza rodeado de estudiantes que iban y venían con mucho
bullicio y ganas de vivir.
En el
albergue, cuando retorno, no había nadie y solo encontré un mensaje de que
cuando me fuera, cerrara la puerta principal con llave y después la dejara en el bar de enfrente al lugar. Es decir que
ahí estaba yo solo en esa gran iglesia medieval, por supuesto que después de recorrer y explorar todos sus rincones, dormí como un caballero después de varios días de batallas.
A la mañana siguiente el sol me encontró ya en pie, pronto para seguir mi recorrido. Desayune lenta y plácidamente en el bar donde debía dejar la llave, sentado en la pequeña terraza vi cómo se despertaba la ciudad y sus habitantes, sus estudiantes somnolientos caminando hacia sus estudios. Yo más contento y feliz que perro con dos colas, conseguí un taxímetro que me llevaría hasta el mismo punto donde había dejado el Camino, para seguir mis pasos de peregrino.
Cuando retome mi caminar, me vinieron a la mente la solidaridad de Ernesto, la belleza de Plasencia y nuevamente me alegre de haber tomado la oportunidad de conocer la zona.
Thursday, October 13, 2016
El Arco de Caparra.
Los lugares que uno recorre cuando anda en el Camino, se van presentando, debido a que uno va a pie, lentamente, como un complemento del paisaje que se acaba de dejar atrás. Hay veces que parece una película en cámara lenta, donde todos los detalles se van clarificando a medida que va cambiando de escena y foco.
Eso sucede
en el día a día del Camino, por eso no es extraño que uno se vaya compenetrando
con sus alrededores y parece que se mimetizara con el espacio y tiempo. Pero hay
veces que uno llega a lugares que resaltan, que rompen la norma e invitan a
detenerse, pensar, explorar y maravillarse.
Después de
haber pasado por Salamanca, Cáceres, Plasencia y ruinas como las de Castrotorafe
o el Monasterio de Granja de Moreruela, uno no espera sorprenderse mucho mas. Pero
siempre hay algo por ver, diferente o que te intrigue.
El trecho
antes de llegar al Arco de Caparra, es bonito, relativamente solitario, los
toros y las dehesas son la compañía constante. Se ve poca o casi ninguna
persona, a lo mucho algún tractor trabajando a la distancia, por lo tanto se
presta para perderse en uno mismo, deporte favorito de los peregrinos.
En eso me
encontraba, totalmente disfrutando del trayecto y de la soledad del Camino,
cuando inesperadamente, a la salida de un bosque, me encuentro de narices
frente al Arco de Caparra.
Después de haber visto innumerable cantidad de fotos
del lugar, no esperaba que me sorprendiera al llegar, pero la verdad que fue un
momento impresionante.
La majestuosidad
del lugar va más allá de lo edilicio y de todo lo físico que lo rodea, son
simplemente otro grupo de ruinas romanas de las que he visto en cantidades.
Roma, Mérida, Sibari, Segovia y muchos otros lugares las tienen más grandes y
mejor preservadas, pero este lugar en medio de la nada, rodeado de un paisaje
pastoral inigualable, tiene una energía que no he sentido en ningún otro lugar
del mundo que yo conozco. Quizás esté más relacionado con el peregrinaje que
con la historia en sí.
Me descolgué
la mochila y me senté en unos bloques de
piedra, mi estado de ánimo era súper positivo porque me sentía fuerte y
contento, pero al sentarme a contemplar lo que me rodeaba, se me cayeron las lágrimas.
No sé porque, pero de a poco la cabeza se me comenzó a llenar de historias que
no sabía, de tiempos que no viví, de gente que no conocía. Sin saber cómo en
ese momento me transforme en un romano de los tiempos de Caparra, recorrí sus
callejones de piedras, sentí el olor de sus hornos y el ruido de sus herreros,
me compenetre tanto que me parecía que yo había vivido todo eso.
No sé qué
estaba pasando conmigo, pero una energía que no conocía, se había apoderado de mí,
¿sería que la reencarnación existe y que yo en otra vida había pasado por aquí?
¿O simplemente que debido a tantas horas solo en el Camino, mi mente estaba
predispuesta a esta especie de alucinación?
En verdad
no tengo respuesta para esas preguntas, pero sí sé que eventualmente voy a
volver a ese lugar, las emociones y sensaciones que sentí en el Arco de Capara,
me abrieron a examinar un monton de mis creencias y a estudiar un poco más
sobre esos temas.
El Tordillo
Mas sobre Caparra http://aprendersociales.blogspot.ca/2014/06/romanos-en-extremadura-el-arco-de.html