Wednesday, April 13, 2016

Monasterio Cisterciense de Granja de Moreruela. (Agosto/29/2015)

 Después de ducharme y comer un poco para reponer fuerza, quede a la espera de un lugareño que me pasaría a buscar en su coche para llevarme a visitar el monasterio. Esteban, un tipo muy peculiar, de esos que te dejan intrigado, con la duda… ¿realmente sabe lo que está diciendo o se hizo su propia película?


Pasamos casi tres horas caminando por las ruinas, que en realidad es lo único que queda del antiguo y majestuoso monasterio, en cada piedra, Esteban, encuentra una historia, cada marca tiene un símbolo más allá del que le puedan haber dado los picapedreros originales. Cada orientación de ventana o puerta tiene un significado, o lo conoce como nadie, o, él se cree lo que me está contando. Con una erudición exquisita pasa de un lado a otro, acomodando su relato a lo que ha estudiado por años, cuando uno lo escucha, realmente se empieza a comprometer con su visión histórica  y con todas sus teorías sobre el lugar.

Para el las marcas en los muros no son las firmas o signos de los canteros que lo construyeron, sino que lo atribuye a una especie de grafiti, donde los monjes o de acuerdo a él, los primeros habitantes del lugar, que eran filósofos y hasta alquimistas, dejaban sus pensamientos y mensajes para los que se interesaran en la vida de los que vivían en el claustro.


De ahí surge que un símbolo, representa la palabra “Comunidad” otro “Jesús”, “Paraíso”, “Infierno”, “Dios” y así sucesivamente una cantidad interminable de significados, que con la intención de comunicarse con el exterior dejaban los monjes. La creencia común es que esos símbolos labrados en las piedras son la firma de los canteros o picapedreros que hicieron los bloques. Para Esteban esto no tiene sentido, porque los grabados son muy elaborados y consumiría mucho tiempo de trabajo para solo dejar una marca  de su creador. Sin embargo los monjes o filósofos enclaustrados tenían todo el tiempo necesario a su disposición para hacerlo de esa calidad.




La verdad, que mientras lo escuchaba me sentía capturado por la narrativa, cada vez que yo dudaba de algo, me daba una respuesta que de acuerdo a su teoría tenía sentido, así que me deje llevar por su visión y disfrute mucho de la visita.
Pero… al llegar a mi casa, como soy muy curioso, comencé a leer todo lo que puede sobre el tema, así fue que me surgió  la duda, la historia y la teoría de Esteban no encajaban, más bien lo escrito sobre esos monjes y el monasterio, contradicen casi todo lo que escuche ese día.


Pero a pesar de las dudas que hoy tengo, la visita fue muy linda y productiva, las ruinas son de una majestuosidad incomparable, en los momentos en que pude caminar y recorrer solo, sin la perorata continua de Esteban, tuve la oportunidad de sentir una energía muy especial que emanaba del lugar y pensar en la cantidad de años y de vidas que se dedicaron al servicio de Dios dentro de estos recintos.

Los monjes Cistercienses o “Monjes blancos”, aparte de lo espiritual, se entregaban de lleno a las labores campesinas, tenían de acuerdo a la historia, una capacidad única para mejorar los lugares donde asentaban sus monasterios, brindar trabajo  a los lugareños y repoblar zonas donde, como decía Atahualpa Yupanqui “parece que Dios por allí no paso”

Cuando llegaron los desafueros, la mayoría de estas grandes extensiones de tierra y edificios que poseían los monjes de las diferentes comunidades religiosas, entraron en estado de abandono, al punto que los edificios fueron de a poco siendo desmantelados para hacer otras iglesias o puentes por las autoridades y después por quien quisiera y necesitara materiales para construir. Esto no solo sucedió en España, sino que en casi toda Europa se hizo lo mismo.

Bueno, llego la noche y al volver al albergue, me sentía totalmente cansado pero satisfecho, en la mañana Castrotorafe, en la tarde Monasterio Cisterciense de Granja de Moreruela, en resumen un día genial. Se sale al Camino sin saber lo que le espera y de a poco las cosas se presentan frente a uno, un deleite total.


Mañana temprano, el desvió rumbo al Camino Sanabrés, sobre el cual no he leído casi nada, para que el propio Camino me sorprenda. Lo único que llevo agendado es que los próximos dos o tres días los pasare en el albergue de Tabara, donde tendré el placer de visitar a José Almeida, un hospitalero que se está transformando en un icono del Camino, gracias a su costumbre de brindar acogida tradicional a todos los peregrinos que se acercan a  su puerta. 

Lo vi por primera vez en el albergue de Tosantos, en mi primer Camino y después de haberlo conocido y escuchado, fue cuando empecé a sentir el verdadero espíritu del Camino, por él es que sigo volviendo a calzar las botas cada vez que se termina Agosto.

Después les cuento, los dejo con fotos del Monasterio y también con un link donde pueden leer más sobre la historia del lugar. Sanabres, acá voy, siempre atacado por mi fiebre de flechas amarillas.

http://www.arteguias.com/monasterio/moreruela.htm

Juan Alberto Pintos Lecuna





















No comments:

Post a Comment