Sunday, January 31, 2016

El dolor del Camino.



Cosas de peregrino, entre nosotros, nos seguimos los unos a los otros a traves de distintos sitios sobre los Caminos a Santiago, esto lo reproduzco con permiso del autor, porque es sobre algo que es moneda comun en el Camino. Copiado del facebook de simplemente Tio Jantxo.


El dolor en el Camino.
Cuando veo una foto de un pié con dos o tres ampollas o una pequeña herida y una persona joven y sana, explicando que no puede más y se tiene que retirar del Camino, me acuerdo de Nicole
Hace ya algunos años en uno de mis Caminos avanzaba hacia Santiago con mas dificultades que de costumbre, ya que además de mis habituales ampollas que me han acompañado en todos los caminos, había que sumar una distensión muscular que me obligaban a andar con la ayuda de mi bordón, entonces tuve la suerte de conocer a Nicole.
Nicole es una mujer francesa, de color que en aquel momento rondaba los 70 años y podía pesar unos 90 kilos, calzaba unas sandalias con ambos pies vendados, caminaba muy despacio y con enorme dificultad, apoyada en dos bastones de madera.
Nicole tenía por costumbre salir una o dos horas antes que el resto de peregrinos, y solo se detenía para curar sus maltrechos pies o tomar algún tentempié sentada junto al camino. Cuando pasabas junto a ella siempre te regalaba una bella sonrisa, deseándote buen camino y sin expresar una sola queja.
Llegaba la última, bien entrada la tarde y al día siguiente salía la primera.
Día a día consiguió llegar a Santiago haciendo las mismas etapas que el resto de peregrinos, pero dedicándole mucho mas esfuerzo y horas.
Cuando la encontré en Santiago nos felicitamos por haber concluido el Camino, una vez mas me dedicó un abrazo y una sonrisa. Nunca la vi llorar, pero a mi se me encristalaron los ojos.
Cuando el dolor o las dificultades han aparecido en mis posteriores caminos, recuerdo a Nicole y me lleno de energía, sé que puedo llegar hasta el fin del mundo.
Buen Camino Nicole!!!

https://www.facebook.com/juantxo.fernandez.7?fref=photo

Foto  propiedad de la peregrina Eusebia Correa.






Tuesday, January 26, 2016

El Jabali.-

La cena en la Torre de Sabre, con la genial sopa de mariscos de Loli, estuvo buenísima. María, Loli y otro peregrino del cual no recuerdo el nombre, entre chupitos y cuentos estiramos la noche hasta tarde, la acogida de la hospitalera, de primera clase, nos hacia sentir bien y cómodos.


 El sol apenas comenzaba a mostrar sus brillos por el oriente, cuando yo ya me despedía de Moha Hassan y rumbeaba para Zamora. Pero no siempre al que madruga Dios lo ayuda, salí contento y a paso firme hacia la salida del pueblo, estaba muy alegre e iba cantando canciones que me llenaban de luz el corazón.  No sé dónde fue, pero en algún lugar me perdí una flecha y el Camino dejo de ser el de Santiago, ya era mi camino, decidí que en vez de desandar, seguiría utilizando mi sentido de orientación hasta llegar adonde yo pensaba que podría retomar el sendero original.


Entre subidas y bajadas, hermosos montes nativos y plantaciones de maíz, fui avanzando tratando de llegar a un pueblo llamado Villanueva de Campean, en un campo muy cerca de Peleas de arriba, me encuentro con un cazador de palomas que me dice que voy bien y que estoy a pocos kilómetros de Villanueva. Sigo contento y a paso firme, me siento bien y no muy preocupado por el cambio de ruta, a la larga yo sé que todos los caminos llevan a Santiago. Pero….

De los maizales sale un jabalí grande y con cara de pocos amigos, yo que me crie en el campo, sé que el animal no ataca a no ser que se vea acosado, me detengo a unos 30 metros de distancia para darle tiempo y lugar para que siga su camino. El, tenía otra cosa en mente, en vez de volver al maizal se dirigía hacia mí de una manera amenazante, yo quieto lo veía que se acercaba pero para no asustarlo seguía quietito… llego un momento en que me di cuenta que este bicho no sabía que no es normal que él ataque, por lo que empecé a mirar para que lugar salir corriendo en caso de que él siguiera en su postura agresiva. Para un lado monte cerrado y agreste, para el otro un maizal tupido y más alto que yo, atrás a unos 50 metros una antigua vía del ferrocarril cruzaba el sendero, de a poco me fui dando vuelta tratando de llegar hasta allí sin disturbar a mi enemigo, él seguía como una estatua en medio del camino mirándome y medio bufando entre dientes.

Valientemente me di vuelta y lo más rápido que mi cuerpo permitía me dirigí a las vías, al llegar allí salí corriendo por sobre los durmientes, corriendo como corre un hombre de 68 años y cargado con un macuto de 10 kilos sobre la espalda. Después de una distancia considerable sin mirar para atrás, comienzo a sentir una gran comezón en brazos y piernas y el paso se dificultaba. Con el susto que tenía, no me había dado cuenta que iba corriendo entre los zarzales y espinares que invadían la vía abandonada, me detengo, miro para atrás y ni rastros del animal. Mis pulmones parecían prontos para explotar, el corazón me palpitaba a mil por hora, mis brazos y piernas sangraban profusamente por el daño que me habían producido los zarzales.

Avanzar no podía porque la vegetación sobre las vías, se cerraba cada vez más, para atrás ni pensarlo, no quería volver a encontrarme con Don Jabalí, a los costados los terraplenes se alzaban más de cinco o seis metros, empinados y arenosos eran mi única salida. Probé a subir y volvía a caer cuando la arena no resistía mi peso y se derrumbaba a mí alrededor, desarmé mi bordón que se destornilla a la mitad para poder ir clavándolo en la arena alternativamente hasta llegar a salir de mi predicamento.

Con la mochila todavía en la espalda, al llegar arriba, me quede tirado sobre un campo de cereales, me ardían los pulmones por la respiración agitada y forzada, sin moverme quería recuperarme y que mi corazón comenzara a latir normalmente, nunca en la vida me había sentido tan agitado y al borde de un colapso. No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero me recupere, acomode el bordón, reajuste el macuto y me despedí de mi sombrero, que había quedado enredado en los zarzales. A la distancia se veía un pueblo y atravesando campos me dirigí hacia allí. Poco  antes de llegar a lo que sería Corrales del Vino, me encontré con un anciano que al verme tan sucio y sangriento se preocupó por mí y me invito a llevarme a su casa para curarme. Mientras me atendían les conté de mis peripecias con el jabalí, el hijo del hombre me dijo que él sabe que los jabalíes no atacan, pero que la noche anterior unos cazadores habían descargado más de cien tiros en esos maizales y no habían cazado nada, por lo tanto que fuera un animal herido y desorientado el que yo había encontrado.


Luego de reparado retome mi camino, ya llegar por el camino tradicional era una tarea casi imposible, así que él me recomendaba que siguiera por la carretera que de ahí llegaba a Zamora, yo ya no estaba para más aventuras, por lo tanto seguí su consejo. Empecé el día pensando hacer unos 31 kilómetros, pero entre aventuras y desventuras llegue a Zamora después de haber caminado más de 37.



La vista de la ciudad desde la distancia volvió a poner una sonrisa en mi rostro y el paso también se volvió más rápido y constante, el estómago me recordó que desde el desayuno no había probado bocado. Se me pasaron todos los dolores al cruzar el puente romano que te deja en la encantadora Zamora

Juan Alberto Pintos





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Wednesday, January 13, 2016

El Peregrino

El peregrino es hombre de esperanza, es alguien que peregrina en la fe, su búsqueda es la del camino en la verdad de su propia existencia, la que renueva cada día, mientras se reafirma a cada paso en su fe.
Su sed no la sacia una fuente lejana, sino la búsqueda de lo divino, la del abrazo de la misericordia.
“El peregrino tiene una experiencia auténtica del tiempo:
se levanta antes de que haya salido el sol; ve amanecer;
hace silencio por la mañana para levantar la mirada a la Presencia de Dios mientras empieza de nuevo su vida; va viendo cómo cambia el color de las cosas a medida que avanza el día; vive intensamente cada momento; reposa en una iglesia, en una sombra; vive sin reloj, sin calcular el tiempo.
Lo importante no es lo pasajero, sino lo eterno. Cada día pasa,
pero el tiempo recibe la huella de lo eterno.
Permanece viva en él la esperanza de alcanzar la meta movido por el deseo del Destino.
Comprueba que lo importante es descubrir el sentido de la existencia, frente al cual se renueva a cada instante la necesidad de la conversión”
Monseñor Eugenio Romero Pose