Antigua fuente romana en Calzada de Valdunciel. |
La noche
llegaba y ya se veía que no iba a ser fácil el dormir y descansar, era el
último día de vacaciones para los jóvenes, que debían regresar a sus centros de
estudios a partir del lunes. Se los veía en “bandadas” recorriendo el pueblo de
un lado a otro, sin rumbo, solamente disfrutando y lamentando que se terminaba
la libertad que viven en el pueblo, la mayoría de ellos mañana volverán a sus
casa de la ciudad donde viven y estudian el resto del año. Cerca de la
medianoche, los petardos se empiezan a escuchar y es un repiquetear constante,
algunos caen dentro del recinto amurallado del patio del albergue, el estruendo
se repite varias veces. María y yo tratamos de ignorarlo, pero despiertos y
sentados en nuestras literas conversamos largo y tendido.
Tiene 74 años,
es vasca de nacimiento y de convencimiento, pequeñita y vivaz, se le ve más
fuerte que tabaco de pito. No está segura si este es su Camino numero 15 o 16,
pero cada vez que le mencionas algo, ella ya estuvo ahí. Hoy se había pasado el
día recorriendo el pueblo, tomando unas cañitas y conversando con quien se le
cruzara… es un remolino con botas. Es tarde cuando decidimos que quizás ya se
puede dormir, el ruido esta amainando y los petardos no se escuchan tan
frecuentes y cercanos.
El destino
de hoy es completar la etapa que deje trunca al quedarme en Calzada de
Valdunciel, unos 16 kilómetros me separan de Cubo de la Tierra del Vino, ideal
para un segundo día de Camino, ya que el cuerpo se ira acostumbrando de a poco.
Como la distancia es corta y la noche había sido larga, departo después de las
campanas de las 8.30.
María
todavía no se ha movido mucho, así que le digo que parto solo. Cuando le digo
que me voy desfachatadamente me dice “Vete tranquilo que yo te alcanzo en la
ruta”… la mire incrédulo y con bordón en mano y mochila a la espalda salí a
gastar kilómetros.
El sol pica
fuerte, la ruta ondulada y desolada parece no tener horizonte, el vapor que se
despega de los campos, los hace ver como espejismos. Inmensos plantíos de maíz
y sus sistemas de regados me acompañan y de vez en cuando un hilo de agua que
viene de los campos, me sirve para mojar mi cara y cabeza para refrescarme.
De vez en
cuando, miro para atrás esperando ver a la distancia la figura de María, quizás
si me siento un rato en algún lado, le doy chance a que me alcance. No hay ni
un solo árbol, no se vislumbra una sombra por ningún lado, yo ya estoy
necesitando un alto, el estómago me recuerda que salí sin desayunarme, sigo
buscando un lugar adecuado para hacer descanso y diente.
A la mente
me vino un recuerdo de mi padre, el viejo tenía la costumbre de sentarse en la
boca de los caños de desagüe que pasan por debajo de las carreteras, decía que
eran los ventiladores del campo en los días en que cantaba la chicharra.
Un hilo de
agua cruzaba la senda y se perdía dentro de uno de estos caños, unas piedras
estratégicamente, ocupaban el centro de la boca refrigerante. Descolgué la
mochila, le metí mano a las vituallas que traía pronto a disfrutar del lugar y
el momento.
Chorizo,
pan, queso y una botellita de plástico con medio litro de vino de la zona,
estaban prontos para ser sacrificados en ese altar de tranquilidad, me saque
las botas y las medias, me senté en una piedra. Con los pies en el agua y la
brisa fresca que venia del tubo, comí y descanse como un soldado después de la
batalla. Todavía de vez en cuando miraba el sendero para tratar de avistar a
María.
Con la
panza llena y el corazón contento retome la ruta, en poco más de una hora
llegaría a Cubo del Vino, donde me esperan un buen albergue, buena comida y
supuestamente buena compañía, ya que espero encontrarme con Filisberto, quien
habiendo hecho parte de La Vía de la Plata a caballo, debe tener varias
historias para contar.
La ruta
siempre cerca de la carretera, es firme de a poco se empiezan a ver algunos
árboles, del otro lado de la autovía se irgue la cárcel de Topas que domina el
paisaje con su torre de vigías. Me lleva a pensar en el verdadero significado
de “libertad”, yo aquí, en el Camino, que para mí hoy día es la máxima expresión
de “libertad”, ellos ahí dentro… me dio pena, seguí al paso sin mirar para atrás.
Cuando
entro al Cubo del Vino, una figura sentada en un banco de la plaza, me llama la
atención, todavía estoy lejos para distinguir quien es, pero algo me hace
pensar que es María, ¿Cómo llego hasta acá antes que yo? ¿Me abre dormido
cuando me senté al fresco y no la vi pasar? ….mmmmm ¿quien me lo explica? Era Maria.
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