La salida
de Toronto, un poco retrasada, me da tiempo para pensar de lleno en el Camino.
Hasta ahora me he ido preparando física y mentalmente, pero todo parecía tan
lejano, que en ningún momento me pude visualizar viajando.
Ahora, a la
hora de la verdad, me pregunto si con mi edad y con mi peso corporal, estoy
realmente pronto para afrontar la ardua ruta que me espera. Los días venideros
lo dirán, yo todavía tengo en mente el abandono del año pasado, donde por
problemas físicos, tuve que dejar el Camino al llegar a Salamanca, espero que
esta vuelta, el físico aguante la parada y pueda llegar a Santiago por mis
propios medios… a pie. Si no es así, la decisión de seguir o no peregrinando,
se tomara sola, por ahora tengo las esperanzas de poder hacerlo, por eso voy
rumbo a Salamanca otra vez y con la idea de terminar lo ya empezado.
El viaje en
avión a Madrid y la inmediata transferencia a Chamartín para abordar el tren a
Salamanca ha sido interminable y el cansancio de a poco me ha ido venciendo,
menos mal que si me duermo no me pasare del destino, ya que me tengo que bajar
en la última estación. Los paisajes que se suceden en mi ventanilla, me
mantienen despierto y alerta, porque como siempre, no me quiero perder nada.
Son las
siete de la tarde cuando piso la Plaza Mayor, como siempre la actividad y vida
de esta muy española ciudad me reconforta. No importa a qué hora del día la
visites, a no ser que sea la madrugada, la gente va y viene y el bullicio es
continuo. Me gustaría quedarme un rato a disfrutar, pero el cuerpo no quiere más,
así que me dirijo hacia el hotel donde me hospedare por las próximas dos
noches, para recuperarme del largo viaje ya que planeo comenzar a caminar el 25
de Agosto.
He quedado
de encontrarme con Mertxe, una gran amiga con la cual recorrimos juntos parte
del Camino Francés y que me espera en Salamanca para que podamos reencontrarnos
y pasar un día juntos, recorriendo la ciudad. Pero las malas comunicaciones y
mi cansancio, han conspirado para que el encuentro sea dejado para mañana.
Luego de una buena ducha y un bocadillo de jamón, me entrego a los brazos de Morfeo
y caigo como un soldado después de la batalla, pero sintiéndome felizmente vivo.
Originalmente,
el plan era que ella me iba a acompañar en las primeras etapas, pero un
desencuentro de fechas y sus planes de viajar a Marruecos el 29, no lo hicieron
posible. La visita se extendió hasta casi las diez de la noche, a esa hora
llegamos caminando hasta la casa de la amiga donde ella se estaba quedando y
con un fuerte abrazo nos despedimos, con el deseo de volver a vernos algún día.
Al paso me dirigí
al hotel, a los pocos minutos, mi mente ya estaba en el Camino, a las seis de
la mañana tenía pensado salir a la aventura, la mochila, ya pronta, me esperaba
en la pieza y los pronósticos del tiempo eran muy buenos. Así que mire una vez más
el plano para saber por dónde debía salir de la ciudad y después me dormí plácidamente,
pensando en el hermoso día que había pasado con Mertxe y en lo contento que
estaba de que ya era el momento de partir.
Como siempre,tus relatos son fotos,al comenzar a leerte la mente produce imagenes y se hace espectacularmente ameno seguirte. Un abrazo. J.J.
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