Septiembre 1ro.,2014.-
Salir de Castilblanco de los Arroyos temprano fue difícil, hasta las dos o tres de la madrugada, un grupo de muchachos locales, hicieron campamento en un pequeño parque junto al albergue, la radio de unos de los autos brindaba música continua a volúmenes tan alto que se sentía la vibración de los parlantes en las camas. Para amenizar cada poco explotaban una bomba de estruendo que hacía temblar todo el edificio. La hospitalera, una chica francesa, que recién había llegado al albergue y a España la noche anterior, trato en su pobre español de comunicarse con la policía, para que enviaran a alguien a ocuparse de la situación… pasaron las horas y no hubo respuesta ni quien pudiera dormir.
Las luces
de la mañana me encontraron mochila al hombro y somnoliento caminando rumbo a Almadén
de la Plata. Lamentablemente, los primeros 15 km. se hacen al costado de la
carretera, donde la única constante es el tránsito de vehículos pesados a altas
velocidades. Hay momentos en que da miedo y a pesar de que los alrededores son
hermosos, uno pasa más tiempo cuidándose de no ser atropellado que disfrutando.
De apoco se
va ascendiendo, las dos tres grandes propiedades al costado del camino, esta
pobladas de vacunos que con total tranquilidad se alimentan como por inercia,
también unos toros de lidia, muestran sus poderosos cuerpos mientras que el
pasar desde el otro lado del alambrado, me miran sin inmutarse, pero con su
vista viva y feroz como marcando su territorio. La belleza de esas imágenes me
hace olvidar por momentos, la monotonía de la carretera.
Al llegar a la entrada al Parque Natural de los Berrocales, se abre un mundo y un Camino nuevo. Aquí se terminan las preocupaciones y empiezan los amplios paisajes de dehesas, el terreno ondulado, animales sueltos que se ven fuertes y saludables. Las arboledas brindan una sombra acogedora para los peregrinos que ya a esta altura comenzamos a ralentizar el paso, para disfrutar a lleno la naturaleza que nos rodea.
El camino
serpentea y brinda vistas maravillosas, yo, ya he recuperado el buen humor,
casi como meditando, me deslizo por las subidas y bajadas sin prestar atención
a nada en especial, pero absorbiendo todo lo que me rodea.
Estos son
los momentos más lindos del Camino, de a poco comienzo a visitar mi interior,
ya que la paz que me rodea, me invita a la reflexión interior, como sonámbulo,
mis ojos se pasean por el paisaje mientras mi mente se regocija hablándose a sí
misma, preguntas y repuesta se suceden a paso vertiginoso. Unos árboles me
recuerdan los montes de mi Florida natal y me llevan a recorrer, hoy, lugares
que me llenaron de alegría hace más de 40 años. Un hilo de agua, me lleva de
golpe hacia la Calzada casi seca, me revuelco en su arena y me baño de
nostalgia, con alegría…en ese momento soy extremadamente feliz y contento de
estar donde estoy.
La ascensión es brusca, justificando el nombre de
Calvario, en un tramo de poca distancia se ganan aceleradamente más de 250
metros de altura, con partes donde la verticalidad del peregrino se ve
amenazada.El
peregrino, debe curvar la espalda para darle un mejor punto de apoyo a la
mochila, clavar la bota en la tierra seca y suelta, prenderse como sanguijuela
al bordón. Todo esto es necesario para llegar a la cumbre sin inconvenientes.
Yo, con mi mente y mi cuerpo totalmente abocado al esfuerzo, casi sin darme cuenta, me detuve, quería ver lo que había quedado atrás y abajo… el peso de la carga al enderezarme, me dio un fuerte tirón y comencé a perder el equilibrio, pero mi compañero de tantas aventuras, mi bordón, casi como con una mente propia, se clavo a fondo entre las piedras y me salvo de un porrazo casi inminente.
Yo, con mi mente y mi cuerpo totalmente abocado al esfuerzo, casi sin darme cuenta, me detuve, quería ver lo que había quedado atrás y abajo… el peso de la carga al enderezarme, me dio un fuerte tirón y comencé a perder el equilibrio, pero mi compañero de tantas aventuras, mi bordón, casi como con una mente propia, se clavo a fondo entre las piedras y me salvo de un porrazo casi inminente.
Al paso y
bufando llegue al mirador, desde donde me regocijé con un paisaje sin
comparaciones, 360 grados de alegría y luz, para el peregrino que encuentra en
esos momentos, la razón de ser del Camino.
Desde el
Calvario hasta Almadén de la Plata, es una bajada corta y peligrosa, pero el
poder ver desde la cima las primeras casas del pueblo, la hacen muy llevadera. A
la misma entrada del pueblo, me recibió una buena señora, que sentada en la
puerta de su casa, después de darme las indicaciones de donde encontrar todo lo
que le puede interesar a un peregrino, me obsequio un hermoso racimo de uvas frías
y dulces.
En una
fuente a pocos metros de su casa, me descalcé, introduje mis pies en el agua
fresca y a pleno sol, cansado pero satisfecho por la faena del día, me comí las
uvas, tome agua en abundancia y di gracias al Creador por los bienes recibidos.
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