A las 8 de la mañana, con Jordi, nos tomamos un café, brindando por vernos otra vez, pronto y donde sea. Preferiblemente en Canadá.
El tren AVE
me depositaria en Sevilla en cinco horas. Los paisajes en la ventanilla, se
suceden a una velocidad impresionante, en el confort del tren es como mirar televisión,
una transmisión continua y un programa diferente a cada segundo.
LLegue a Sevilla, mas de 45 grados de temperatura me sorprendieron. |
La
temperatura abrasadora de Andalucía me sorprendió. Sabía que iba a ser
caluroso, pero más de 45 grados me recibieron al salir de Santa Justa, ya con
mi mochila colgada y pronto para dar mis primeros pasos en este nuevo Camino.
Una aventura de más de mil kilómetros por lugares desconocidos, para terminar dándole
in abrazo al santo en Santiago de Compostela.
Desde el
momento que pise Sevilla, mochila a la espalda, me volví a sentir peregrino,
las sensaciones que me llenaban eran de gratitud al Creador y Gran Arquitecto
del Universo, que con sus escuadras y compases, había diseñado este momento
para mí.
Taxis y
buses me marcaban el rumbo hacia el Puente de Triana, donde el primer albergue
me esperaba, pero mi plan era que desde que pisara el suelo de Sevilla, ya
comenzaba a bota y bordón.
Calles angostas con empedrados centenarios, te invita a perderte y disfrutar. |
Con la mala
costumbre que tengo de caminar sin mapas o guías, me obligo a preguntarles a
unas cuantas personas por direcciones, pero de a poco me fui acercando a la
Catedral de Sevilla y su zona antigua. Recorrí callecitas y callejones como perdido,
disfrutando al máximo de todo lo que me rodeaba.
En una
calle con mucha gente, encontré a mi primer peregrino. Juan José, se acercó
casi corriendo, hacía pocos días había vuelto de su Vía de la Plata y todavía sentía
como que no había terminado. Cuando vio mi viera, se apresuró para desearme
Buen Camino y conversar de caminos.
En un bar
nos tomamos la que sería mi primera caña como peregrino, me dio mucha información.
Indicándome como llegar a la Giralda, me dio un fuerte abrazo y con un “hasta
siempre”, con un mutuo Buen Camino nos despedimos. La Vía de la Plata, ya me había
enviado a un peregrino para facilitar y alegrar la ruta.
Arribar a la
Catedral de Sevilla y pararme a admirarla, fue una sensación maravillosa e
indescriptible. Emocionado, recorrí sus alrededores sin pausa y sin prisa. De a
poco me fui acercando a Triana, donde me albergaría por la noche.
Al encontrar el Albergue de Triana, comenzó la rutina peregrina. Registrarse, sellar la credencial,
elegir cama, ducharse, lavar y tender la ropa, descansar un rato para salir a
recorrer la ciudad de arribo.
Cuando el
sol y el calor menguaban un poco, comencé mi paseo. Camine las calles y parques
de Sevilla, visite la ribera del Guadalquivir, admire la Torre de Oro, la Plaza
de toros y todo el entorno histórico.
A las ocho de
la noche, asistí a la misa en la Catedral, donde después de comulgar, pidiendo
por un buen desarrollo de la aventura que tenía por delante, le pedí al
sacerdote que me diera la Bendición del Peregrino y me sellara la credencial
con la imagen de la Catedral.
Terminadas
las necesidades espirituales, me dirigí contento hacia el Barrio de Triana,
donde entre tapas y cañas, cerraría la noche, en una ciudad hermosa. El vienes
de noche había llenado las calles y bares de gente y jolgorio, yo me deje
llevar por el momento y disfrute hasta tarde a la noche.
Mi primer día
de Camino culminaba muy bien y yo me sentía feliz… mañana temprano me esperaban
los senderos que me llevarían a Guillena.
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