Agosto/27/2014.-
Cuando el avión aterrizó en Barcelona, me invadió una sensación extraña, en realidad no sabía si algún día podría volver a España y al Camino, pero al tocar tierra, me di cuenta que ya estaba de vuelta. Conmovido, me acorde de agradecerle al Gran Arquitecto de nuestros destinos, por haberme dado la posibilidad de repetir la experiencia.
Cuando el avión aterrizó en Barcelona, me invadió una sensación extraña, en realidad no sabía si algún día podría volver a España y al Camino, pero al tocar tierra, me di cuenta que ya estaba de vuelta. Conmovido, me acorde de agradecerle al Gran Arquitecto de nuestros destinos, por haberme dado la posibilidad de repetir la experiencia.
El primer
día, se planteaba como un día especial, ya que más allá de las puertas de la
aduana, me esperaba Jordi, mi gran amigo catalán, con el cual habíamos recorrido
juntos el Camino Francés. Desde que nos bajamos del ómnibus en St. Jean de Pied
du Port hasta las puertas de la Catedral de Santiago de Compostela, nos
habíamos apoyado e impulsado mutuamente para poder terminar la tarea. En
realidad esos casi treinta días que caminamos juntos, sirvieron para forjar una
amistad que estoy seguro será imperdurable.
Allí
estaba, con una sonrisa de oreja a oreja, todo brazos para darme un abrazo de
esos que se dan los amigos que hace tiempo no se ven. Las palabras al principio
eran pocas, más bien gestos de alegría por el reencuentro.
Recorrimos
un poco Las Ramblas, visitamos la Boquería, nos fuimos al Puerto Olímpico para
comer y tomar un almuerzo fabuloso. Teníamos que irnos para Igualada, donde él
vive, pero la verdad que ni el reloj ni el ambiente en que nos encontrábamos,
nos distraía del tema principal, nosotros revivíamos el Camino hecho, los
amigos con los que manteníamos contacto, la esperanza de alguna vez volver a
hacerlo todos juntos. Fue una tarde inolvidable.
A cierta
hora, después de una abundancia de chupitos de Orujo, decidimos que era el
momento de levantar vuelo, su familia nos
esperaba en su casa, donde yo sería recibido y agasajado de forma continua y
excelente durante toda mi estadía. Ese día, aunque cansado, disfrute
sobremanera, de la hospitalidad y el cariño de toda la familia de mi amigo, la
cena abundante y exquisita, nos dejó en una sobremesa que se estiro hasta la
medianoche.
Al momento
de irse a dormir, salí a la terraza del cuarto de huéspedes que me había sido
brindado y me tope de frente con una maravillosa vista de Montserrat, ya sabía
los planes para el día siguiente, pero le agregue el mirar la salida del sol,
desde ese mismo lugar y con la majestuosidad del monte de fondo.
La carita
del Patas Flacas, el nieto de Jordi, que nos acompañó toda la noche, la simpatía
de Neus, su esposa, y la alegre compañía de su hija y yerno, me habían dejado
contento de haber conocido a la familia y me entregue a los brazos de Morfeo, exhausto
y feliz.
A la
siguiente mañana , temprano, daría mis
primeros pasos en mi nuevo Camino, que comenzaría después de visitar el Santuario
de Montserrat, donde recogería la Credencial de Peregrino y prendería unas
velas a la Virgen del Camino, para que me protegiera a mí y le diera buena
salud y felicidad a mi familia y amigos.
Les dejo unas fotos y la seguimos, ajústense las botas y acomoden la mochila que nos vamos.