Monday, August 18, 2014

Tarea cumplida, llegada a Santiago de Compostela.


A las seis de la mañana, el viento y la lluvia vapuleaban los alrededores del Monte do Gozo, los pocos peregrinos que ya se disponían a partir hacia la Plaza del Obradoiro. Iban envueltos en sus ponchos para protegerse de la lluvia que fría e intensa castigaba sus cuerpos. Yo era uno de ellos.

El complejo de Monte do Gozo, es inmenso e impresionante la cantidad
de peregrinos que puede recibir.
Bajé por la calle central del complejo, maravillándome de lo grande que era y retome las flechas amarillas que me llevarían a destino. Apenas aclarando me encuentro con un jardín lleno de esculturas en piedra. Su autor, un hombre de avanzada edad, se paseaba entre las estatuas con su perro, a paso cansino. Le pedí para entrar y abriendo el portón, me invito a visitar su museo. A esto más adelante le dedicare una crónica especial.
El escultor Jose Cao Lata en la entrada de su taller museo.
http://www.elcorreogallego.es/santiago/ecg/historia-gallega-tallada-piedra/idEdicion-2007-11-05/idNoticia-228440/
Después de un ratito, la necesidad de llegar al Santo me ataco y salí al paso, bajo la lluvia, ya no pararía ni un minuto, quería llegar ya. Los amigos que quedaban en el albergue, habían concertado con los que venían de Pedrouzo, que los esperaríamos para entrar todos junto, en marcha triunfal, a la plaza de la Catedral. Yo tenía otros planes, con ellos había compartido casi todo el trayecto, especialmente con Jordi, pero este tramo final, lo veía como un momento que debía vivir solo.

El llegar a la meta final, yo lo veía como algo muy emocionante y espiritual, como algo que era solo mío, mi momento de regocijo, donde pudiera darle rienda suelta a mis emociones sin tener que pensar en mas nada que en eso. En cierta forma era una manera egoísta de sentir, pero no me apesadumbraba, llevaba mucho tiempo pensando en esto y quería disfrutarlo solo y a pleno.

Los cuatro kilómetros se me hicieron cortos, a pesar de que al final yo quería estirarlos, por un lado comencé a sentir la alegría de meta cumplida, por el otro, parecía que no quería terminar, ya que mañana no estaría en el Camino y se terminaba el sueño, llegaba la hora de volver a la realidad.


Los pasos cada vez se me hacían más cortos, las calles angostas parecían que me querían ralentizar la travesía, para que la disfrutara más. Iba mirando a mi alrededor como si hubiera llegando a un mundo encantado, quizás no fuera diferente a muchas de las ciudades que ya había atravesado, pero era Santiago de Compostela, la concreción de un sueño de años y de mucha planificación innecesaria, ya que descubrí que el Camino se planea a sí mismo y te dicta los pasos que tienes que dar, a su gusto y diseño.


Llegue con tiempo de sobra para asistir a la primera misa del día, pero la entrada al tramo final fue realmente emocionante. Al ver por primera vez las espaldas de la Catedral, empecé a sentir una extraña sensación. Desde un túnel, por el cual tenía que pasar para llegar a la plaza, brotaba una música de gaita melancólica que me invitaba a acelerar el paso, seguí lento.


Se abre el amplio espacio del Obradoiro, los antiguos y majestuosos edificios que la rodean, se ven como apariciones fantasmagóricas bajo el cielo gris de lluvia y niebla. Miro hacia mi izquierda y siento que el pecho se me aprieta, empiezo a sollozar sin poder controlarme, la Catedral de Santiago del Compostela, la tumba de Santiago, está ahí frente a mí, la plaza casi vacía por la hora y el agua, es toda mía.


Me descuelgo la mochila, y todavía sollozando, rezo en agradecimiento a poder haber cumplido con mi meta. Contento, satisfecho, lleno de una alegría indescriptible, a mi alrededor la poca gente que hay, se esconde bajo sus paraguas o los aleros de los edificios circundantes. Yo sentado sobre mi mochila, como un rey en su trono, gozaba el momento sin importarme la mojadura.


Después de un rato, me fui a conocer la iglesia y atender a la misa, todos momentos altamente gratificantes. Fui detrás del altar, desde donde se puede abrazar a Santiago y también a visitar la capillita de la Virgen de Lourdes, con los Bizera en mi mente. Una medallita de la virgen me había acompañado todo el Camino, me había protegido y ayudado en los momentos mas difíciles, le prendí una vela y salí, contento y chiflando bajito. !!!Tarea cumplida!!!


Cerca de las once de la mañana, llegaba toda la barra, los espere en la puerta del túnel y festeje con todos ellos la llegada. Nuevamente fue un momento muy especial, ya que después de hoy a muchos de ellos nunca más los volveré a ver, con otros si Dios quiere, quizás nuestros Caminos se sigan encontrando.


La verdad, que la recompensa de la llegada, justifico todos los sacrificios de la travesía, lo más seguro que pronto esté de vuelta en otro Camino de Santiago, sé que no serán las mismas sensaciones, pero sé que será igualmente disfrutable, ya que el Camino te marca tu rumbo y te lleva a ese interior que muchos nunca llegan a conocer. Descubrí cosas de mi mismo que nunca hubiera sabido si no fuera por las largas horas en la ruta, solo, conmigo y mis pensamientos.

A todos los “amigos” que conocí en el Camino, hasta siempre…Ultreia y hasta que nos volvamos a encontrar, les deseo “Buen Camino” en sus vidas.

A los que siguieron mis crónicas y andanzas, Gracias por acompañarme y que Dios, Santiago y San Cono los protejan… yo dentro de 8 días vuelvo al Camino, esta vez desde Sevilla, me esperan más de mil kilómetros, pero hasta Santiago no paro.




























Los peregrinos abrazan a Santiago, despues de subir a la parte de atras del
 altar mayor. Foto gentileza de otro peregrino.






















La Compostela es un documento que te entrgan como prueba de que
llegastes a Santiago en peregrinacion. El verdadero peregrino no la necesita, el
sabe que llego al Santo y el sacrificio que hizo para llegar.





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