A las seis
de la mañana, el viento y la lluvia vapuleaban los alrededores del Monte do
Gozo, los pocos peregrinos que ya se disponían a partir hacia la Plaza del Obradoiro.
Iban envueltos en sus ponchos para protegerse de la lluvia que fría e intensa
castigaba sus cuerpos. Yo era uno de ellos.
El complejo de Monte do Gozo, es inmenso e impresionante la cantidad de peregrinos que puede recibir. |
Bajé por la
calle central del complejo, maravillándome de lo grande que era y retome las
flechas amarillas que me llevarían a destino. Apenas aclarando me encuentro con
un jardín lleno de esculturas en piedra. Su autor, un hombre de avanzada edad,
se paseaba entre las estatuas con su perro, a paso cansino. Le pedí para entrar
y abriendo el portón, me invito a visitar su museo. A esto más adelante le
dedicare una crónica especial.
El escultor Jose Cao Lata en la entrada de su taller museo. http://www.elcorreogallego.es/santiago/ecg/historia-gallega-tallada-piedra/idEdicion-2007-11-05/idNoticia-228440/ |
Después de
un ratito, la necesidad de llegar al Santo me ataco y salí al paso, bajo la
lluvia, ya no pararía ni un minuto, quería llegar ya. Los amigos que quedaban
en el albergue, habían concertado con los que venían de Pedrouzo, que los esperaríamos
para entrar todos junto, en marcha triunfal, a la plaza de la Catedral. Yo tenía
otros planes, con ellos había compartido casi todo el trayecto, especialmente con
Jordi, pero este tramo final, lo veía como un momento que debía vivir solo.
El llegar a
la meta final, yo lo veía como algo muy emocionante y espiritual, como algo que
era solo mío, mi momento de regocijo, donde pudiera darle rienda suelta a mis
emociones sin tener que pensar en mas nada que en eso. En cierta forma era una
manera egoísta de sentir, pero no me apesadumbraba, llevaba mucho tiempo
pensando en esto y quería disfrutarlo solo y a pleno.
Los cuatro kilómetros
se me hicieron cortos, a pesar de que al final yo quería estirarlos, por un
lado comencé a sentir la alegría de meta cumplida, por el otro, parecía que no quería
terminar, ya que mañana no estaría en el Camino y se terminaba el sueño,
llegaba la hora de volver a la realidad.
Los pasos
cada vez se me hacían más cortos, las calles angostas parecían que me querían ralentizar
la travesía, para que la disfrutara más. Iba mirando a mi alrededor como si
hubiera llegando a un mundo encantado, quizás no fuera diferente a muchas de
las ciudades que ya había atravesado, pero era Santiago de Compostela, la concreción
de un sueño de años y de mucha planificación innecesaria, ya que descubrí que
el Camino se planea a sí mismo y te dicta los pasos que tienes que dar, a su
gusto y diseño.
Llegue con
tiempo de sobra para asistir a la primera misa del día, pero la entrada al
tramo final fue realmente emocionante. Al ver por primera vez las espaldas de
la Catedral, empecé a sentir una extraña sensación. Desde un túnel, por el cual
tenía que pasar para llegar a la plaza, brotaba una música de gaita melancólica
que me invitaba a acelerar el paso, seguí lento.
Se abre el
amplio espacio del Obradoiro, los antiguos y majestuosos edificios que la rodean,
se ven como apariciones fantasmagóricas bajo el cielo gris de lluvia y niebla.
Miro hacia mi izquierda y siento que el pecho se me aprieta, empiezo a sollozar
sin poder controlarme, la Catedral de Santiago del Compostela, la tumba de Santiago,
está ahí frente a mí, la plaza casi vacía por la hora y el agua, es toda mía.
Me
descuelgo la mochila, y todavía sollozando, rezo en agradecimiento a poder
haber cumplido con mi meta. Contento, satisfecho, lleno de una alegría indescriptible,
a mi alrededor la poca gente que hay, se esconde bajo sus paraguas o los aleros
de los edificios circundantes. Yo sentado sobre mi mochila, como un rey en su
trono, gozaba el momento sin importarme la mojadura.
Después de
un rato, me fui a conocer la iglesia y atender a la misa, todos momentos
altamente gratificantes. Fui detrás del altar, desde donde se puede abrazar a
Santiago y también a visitar la capillita de la Virgen de Lourdes, con los
Bizera en mi mente. Una medallita de la virgen me había acompañado todo el
Camino, me había protegido y ayudado en los momentos mas difíciles, le prendí
una vela y salí, contento y chiflando bajito. !!!Tarea cumplida!!!
Cerca de
las once de la mañana, llegaba toda la barra, los espere en la puerta del túnel
y festeje con todos ellos la llegada. Nuevamente fue un momento muy especial,
ya que después de hoy a muchos de ellos nunca más los volveré a ver, con otros
si Dios quiere, quizás nuestros Caminos se sigan encontrando.
La verdad,
que la recompensa de la llegada, justifico todos los sacrificios de la travesía,
lo más seguro que pronto esté de vuelta en otro Camino de Santiago, sé que no serán
las mismas sensaciones, pero sé que será igualmente disfrutable, ya que el
Camino te marca tu rumbo y te lleva a ese interior que muchos nunca llegan a
conocer. Descubrí cosas de mi mismo que nunca hubiera sabido si no fuera por
las largas horas en la ruta, solo, conmigo y mis pensamientos.
A todos los
“amigos” que conocí en el Camino, hasta siempre…Ultreia y hasta que nos
volvamos a encontrar, les deseo “Buen Camino” en sus vidas.
A los que siguieron
mis crónicas y andanzas, Gracias por acompañarme y que Dios, Santiago y San
Cono los protejan… yo dentro de 8 días vuelvo al Camino, esta vez desde
Sevilla, me esperan más de mil kilómetros, pero hasta Santiago no paro.
Los peregrinos abrazan a Santiago, despues de subir a la parte de atras del altar mayor. Foto gentileza de otro peregrino. |
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