Era muy temprano
cuando cruzamos la calle, ya con nuestro equipo a cuestas, y en un bar nos
desayunamos con unas tostadas con aceite y un buen cortado, un bollo dulce completo
la consumición.
Con Carlos,
y Jordi subimos otra vez al centro de la ciudad, la cual teníamos que atravesar
para seguir camino a Villafranca del Bierzo. Después de salir de la plaza a través
de un pórtico antiguo, nos topamos de frente con la maravilla que es el
Castillo de los Templarios, donde el sol de un lado y la luna del otro nos
brindaban unas vistas memorables. Recorrimos lentamente sus alrededores, hasta
llegar a unas escaleras que nos levaban nuevamente a la parte baja del pueblo,
pero por el lado opuesto por el que habíamos subido.
En notas
anteriores les he contado todo sobre los Templarios y su influencia sobre el
Camino y toda esta zona de España que estamos recorriendo, lo único que me
quedo por destacar es la figura impresionante de este hermoso castillo, parado
junto a las murallas uno se siente pequeñito.
Después de ahí,
se hace un monótono recorrido por ciudad que creo, duro más de una hora y
media. Lo único destacable era la cantidad de jóvenes y niños que con mucha algarabía
se dirigían hacia sus lugares de estudio.
Como un sonámbulo
seguí al paso, los grupos y los amigos se me iban adelantando, como siempre, yo
sin prisa y sin pausa seguí hasta que llegue a la hermosa ermita del Divino
Cristo, que me llamo mucho la atención. De ahí en adelante, en un estado de tranquilidad
espiritual sorprendente, sin casi prestar atención a los cuatro o cinco pueblos
que cruce, me hundí en un rosario rezado con las cuentas de mi Krisna Japa
Mala. Creo que el Gran Arquitecto del Universo, lo recibió de buena manera y sin
preocuparse de la técnica o los instrumentos.
Me desperté
subiendo y bajando toboganes, me encontraba a la entrada de la zona suburbana
de Villafranca, donde la majestuosa y románica Iglesia de Santiago se me
mostraba en el horizonte. Su Puerta del Perdón estaba cerrada, pero no por eso
se veía menos impresionante, yo había estado todo el día en busca del perdón, así
que no me molesto que estuviera cerrada, yo creo que ya tenía el mío.
Pase por la
puerta del albergue municipal, donde se abarrotaban los peregrinos, mire y seguí,
las acentuadas pendientes del final me habían cansado mucho, no sabía que me
esperaba otra antes de llegar a la Plaza Mayor, pero el dolor de mis talones
era grande y el cuerpo me despedía un aroma que hasta a mí me molestaba, ahí me
di cuenta que había hecho casi 25 kilómetros sin ni siquiera parar por un
refresco. Quizás inconscientemente pensaba que en el castigo y la flagelación estaba
el perdón.
Me dirigí a
la farmacia del pueblo, donde muy cortésmente el que la atendía, me recomendó unos
analgésicos, otro frasco de Réflex y me hizo tirar las plantillas de mis botas,
remplazándolas por unas de gelatina que me calmaron bastante.
Para un
albergue tenía que subir y bajar serias pendientes, para el otro, debía caminar
unos 10 minutos cuesta abajo, el banco donde había apoyado mi bordón y mochila,
justo al lado de la farmacia, pertenecía a un hotel. La decisión fue automática,
yo cogí una habitación y Jordi que venía cerca y al cual le comunique donde me
quedaba, tomo otra y ahí nos quedamos.
Para la una
de la tarde, ya me había duchado y cambiado, tiempo record, me apetecía una caña
fría y algo de comer. Como estaba en la Plaza Mayor, bares no faltaban, me senté
en uno que me agrado por su sombra, al fresco y mirando el mundo pasar. Al rato
y de a poco fueron apareciendo los de la barra, Carlos, Raúl, Javi y Valentina,
Christine, Youyoung, Albi, Sandrita, Carlos el catalán, Hank el alemán y varios
otros, el circulo se fue agrandando y cuatro mesas se volvieron nuestro cuartel
de operaciones, las cubatas y cañas y una variedad de tapas en porciones extras
arribaban a la mesa continuamente. Unos se iban a dar unas vueltas y otros
llegaban, nos habíamos apropiado del lugar, pasaron las horas y siempre el
grupo aunque cambiando de caras se mantenía al pie del cañón.
Después de
unas horas salí a recorrer los hermosos lugares de la zona, mis pies parecían haber
respetado las órdenes del farmacéutico y se portaban mejor, volví mis pasos
rumbo a la Iglesia de Santiago, esperando poder encontrar una misa para ir,
pero seguía cerrada, detrás de ella encontré algo que siempre me llama la atención,
un hermoso cementerio que con sus monumentos, cruces y panteones, regenteaba
desde la colina un hermoso valle arbolado. Sentado a la sombra de una encina y
con el silencio apabullador de cementerio, descanse y disfrute de la soledad.
Como a las
dos horas regrese al bar, todavía estaban todos ahí. Los albergues generalmente
cierran a las 9 y media, así que cerca de esa hora todos comenzaron a rumbear a
descansar, Jordi y yo no teníamos apuro ya que el hotel estaba a 20 metros y no
tenía hora de cierre. A Javi se le paso la hora, Valentina y Duma el perrogrino
se habían ido temprano, con el albergue cerrado había que buscar una solución para
un peregrino que bastante contento y encubatado, se quedaba afuera.
Creo que
una llamada telefónica a Valentina sirvió para que ella abriera desde dentro
para que el pudiera entrar. Pero como estarían las cosas, que Jordi que acompaño
a Javi, me decía que cuando se volvía, este lo quería acompañar para atrás,
para que no volviera solo. Cosas que suceden después de un día de caminata y diversión…hic..hic.
Seguimos... porque hasta Santiago no paro.
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