Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Monday, July 28, 2014

O Cebreiro, Don Elias y Jordi.

O Cebreiro, es un pueblo que parece escapado de un libro de fabulas. Su iglesia, sus casas con techos de paja, sus calles de piedra, una vista incomparable, donde pareces que estas tocando el cielo, su aislamiento, todo eso junto lo hace un lugar muy especial.


Quizás no esté tan aislado como le parece al peregrino, pero después de sufrir por horas en la intensa y extensa subida, da la sensación de estar en el medio de la nada. Como yo había hecho la primera parte de la ruta en ómnibus, llegue al lugar temprano, las calles vacías lo hacían aparecer como un escenario preparado para una película sobre Hansel y Gretel.


El albergue todavía estaba cerrado y mi cansancio y dolor de pies y pantorrillas era enorme, así que me fui a una de los tantos lugares privados que hay, allí encontré una pieza para dos personas a un precio casi razonable y la tome enseguida, para poder descansar y a la vez asegurarme que Jordi tendría un lugar donde quedarse cuando arribara. Me habían dicho que todo se llenaba pronto y no quería correr el riesgo de dejar al cumpleañero sin cama.

Después de descansar un rato y darme una buena ducha, salí a recorrer el lugar y tomar algunas fotografías. La iglesia, a esta hora totalmente vacía, me lleno de una paz especial, yo no sabía mucho sobre ella, pero solo al entrar me di cuenta que estaba en un lugar muy diferente y cargado de esa energía que a veces se encuentra en el Camino.

Más adelante y con más tiempo les voy a contar sobre el cura Elías Valiña, que desde aquí comenzó con el renacimiento del Camino, el Cáliz de la Sangre y otras historias referentes, por hoy, les digo que cuando entras a esta Iglesia te sientes inmediatamente conmovido.

Al paso me recorrí todo el pueblo que no cuenta con más de treinta o cuarenta casas, varios lugares de comida y negocios de venta de recuerdos y parafernalia asociada con el Camino. Me senté en un bar y de a poco vi llegar a la multitud de peregrinos, entre ellos los de la “barra” con la que hace días venimos conviviendo. De a uno o dos, todos cansados, sudorosos y hediondos, llegaban con una sonrisa en la cara, por el lugar que habían encontrado y por la satisfacción de haber terminado una etapa por demás exigente. Pasaban por la mesa donde yo estaba, se tomaban una fría y de apuro partían para conseguir albergue. Mi pregunta y la respuesta se repetían con cada uno que llegaba… ¿y Jordi?... viene más atrás y hoy anda lento.

Me parece que de golpe, ese día le pegaron sus 60 años, que lo sorprendieron en media montaña. A medidas que pasaban las horas, ya habían llegado casi todos, prontos para festejar con el Catalán, que de cierta forma era el cemento que mantenía este grupo unido.


Nos comimos unos chuletones en una gran mesa de piedra que se volvió nuestro campamento y punto de reunión, cambiábamos historias y cuentos del viaje, pero siempre con un ojo mirando hacia la entrada del pueblo, donde esperábamos que en cualquier momento apareciera Jordi. Al pasar de las horas, me entro a preocupar que mi amigo y compañero de viaje, inseparable, hubiera tenido algún percance.


Deje al grupo en el bar, compre una Coca Cola bien fría y la envolví en unas hojas de periódico para evitar que se calentara. De a poco comencé a desandar la ruta, montaña abajo, para ver si lo veía venir, escudriñando la distancia hasta donde se podía, buscaba con ansias, esperando verlo. Salí unos 600 o setecientos metros hacia abajo, el sol caía con maldad y dureza sobre los hombros, el camino escabroso era más feo para bajar, de lo que había sido para subir. Raúl venía a paso lento, lo espere a la sombra de un arbusto, cuando llego a mí me aseguro que Jordi venia más atrás pero bien y no muy lejos.

Unos diez minutos después, divise a mi amigo, su figura inconfundible, de largas patas flacas, se desplazaba más despacio de su normal, pero avanzaba. Sentado en una roca lo espere, ya contento de saber que todo estaba bien y que no se había arruinado la celebración que le teníamos preparada, con torta y todo. Cuando le di la Coca Cola fría, se le ilumino la cara, había tenido un día difícil y se le notaba, juntos seguimos cuesta arriba y el camino se nos hizo más corto.

Por suerte ya teníamos alojamiento, porque a esta hora el pueblo ya parecía una romería, peregrinos, bicigrinos y turigrinos, habían invadido y colmado todos los espacios, al punto que los taxímetros del lugar, se estaban haciendo la zafra llevando gente a lugares en los alrededores, donde todavía quedaban algunas camas disponibles.

Ya en la tardecita, todos juntos otra vez, comenzamos con los festejos, que duraron hasta como las diez de la noche. Yo había quedado impresionado por la iglesia, así que me retire solo para ir a misa. Vale decir que la misa estuvo hermosa, pero lo que más recuerdo, es q ue se hizo con las puertas abiertas, la solemnidad de la ceremonia, se veía puntuada por los cantos, música y risas que llegaban desde los bares y restaurantes del lugar, que a pocos metros de distancia, estaban todos repletos.


Al volver, Jordi y Yo nos fuimos a cenar juntos, descansamos un poco del jolgorio general, cenamos opíparamente, brindamos por sus 60 y después de unos chupitos de orujo, nos reunimos nuevamente con el grupo, que a esta hora ya muy contentos, tenían preparada una gran Tarta de Santiago para cerrar la celebración.

En todo sentido, fue un día muy especial, donde el grupo, firmemente consolidado disfruto mucho… después todos a dormir, porque esto no termina aquí, ya que hasta Santiago no paramos.













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