La noche
fue de sufrimiento, en mi estomago, había una revolución total. Los mantecados
amenazaban a los hojaldrados, el vino y el orujo tenían una discusión que estaba
a punto de volverse violenta. El Cocido Manchego, se puso en el medio de todo
esto, quiso copar la banca levantando la voz y haciendo todo tipo de sonidos estruendosos.
Yo trataba de contener todo en orden, lo cual no me dejo dormir mucho. Pero por
lo menos rumbo a la madrugada se firmó un tratado de paz y todo comenzó a
volver a la normalidad.
Para
completar, hacia unos días que venía sintiendo un dolor en el talón de Aquiles,
se me estaba inflamando y me obligaba a caminar con una cojera que se volvía
cada vez más evidente. Debido a todo esto, apenas llegaron las cinco de la mañana,
ya estaba pronto para emprender camino. Sabía que el día se me iba a hacer
largo y sufrido, así que a adelantarme bien temprano.
Contrario a
mis costumbres, comencé a caminar cuando todo estaba todavía en oscuridad, pero
la salida de Astorga era segura y ciudad por un buen trecho, cuando llegara
a los senderos el sol ya estaría saludando el día.
Me sorprendió
la cantidad de peregrinos que ya estaban en la ruta, todos ellos con sus
linternas de mineros, alumbrado su camino por una ciudad perfectamente iluminada.
Cuestiones de costumbres, lo que más me llamo la atención que la mayoría de los
que salían temprano, eran Americanos o Coreanos, los españoles todavía se revolvían
en sus catres.
De malhumor por haber salido en la oscuridad, segui hasta encontrarme con la iglesia de San Pedro de Rectivia, donde en una columna lei un mensaje muy interesante que me hizo comenzar a pensar mas positivo.
Cuando
llegue a la Ermita Ecce Homo, todavía estaba oscuro, me llamo la atención, que
ya había alguien sellando las credenciales de los peregrinos,que ya eran abundantes.
De malhumor por haber salido en la oscuridad, segui hasta encontrarme con la iglesia de San Pedro de Rectivia, donde en una columna lei un mensaje muy interesante que me hizo comenzar a pensar mas positivo.
Mensaje en la Iglesia de San Pedro de Rectivia. |
Ermita Ecce Homo (foto panoramio) cuando pase por ahi todavia no habia amanecido. |
Seguí paso
a paso, la tendinitis se acentuaba, los caminos que estaba recorriendo eran muy
lindos, con las montañas siempre de fondo en el horizonte y un varios pueblos muy interesante e historicos, pero que el dolor no me dejo apreciar debidamente.
De a poco todo los peregrinos
con los que andaba juntos todos los días, me iban superando uno a uno, despacio,
más despacio, sufría cada vez que apoyaba el pie, pero el orgullo me seguía empujando
a seguir adelante. Subía y bajaba con dificultad los toboganes, pero mi mente
estaba puesta en la llegada a Foncebadón.
Llegó un momento
en que no aguante más y me senté en una piedra junto al camino, me descalcé, me
saque la media y comencé a masajear mi talón frenéticamente. Estaba totalmente
frustrado y lo fregaba como para arrancarlo de cuajo.
Raúl y
Sandra me encontraron en ese momento, con la tradicional solidaridad que se
encuentra en el Camino, se detuvieron para ofrecerme ayuda. Se quedaron un rato
conmigo y ofrecieron caminar juntos hasta el destino y que me podía apoyar en
ellos. Les pedí que no se preocuparan, yo iba a llegar de cualquier manera. Me
dejaron un spray de Reflex para tratar el talón, ante mi testaruda insistencia,
siguieron camino, pero yo sé que lo hicieron con reservas, ya que querían ayudarme.
Después de
un buen rato me decidí a seguir, parecía que el Reflex estaba funcionando y me sentía
menos dolorido. La felicidad no duro mucho, poco antes de llegar a Rabanal del
Camino, el dolor se hizo insoportable, en un momento las lágrimas me corrían
por las mejillas, pero era más por el dolor de tener que abandonar que por el
dolor del pie.
Sobre mi
izquierda y a unos pocos metros pasaba una carretera, ya resignado baje por la
pendiente hacia ahí y me propuse tomar algún tipo de vehículo que me alcanzara
hasta Foncebadon, faltaban unos 6 o siete kilómetros.
Una antigua
Combi (Volkswagen) pintada de vistosos
colores y que a paso de tortuga venía por la ruta, se detuvo ante mis señas, una
joven procedente de Suecia, se bajó a preguntarme si necesitaba ayuda y se ofreció
a alcanzarme hasta mi destino.
Esta hermosa
persona, de la que lamentablemente no recuerdo su nombre, junto a su perro, hacía
más de dos años que estaban recorriendo Europa y más que nada todos los Caminos
a Santiago. Su hippie móvil estaba preparado para ser su casa y se ve que la
pasaban muy bien.
Al llegar a
Foncebadón la invite a comer el almuerzo, o tomar algo, pero se rehusó ya que tenía
que haberse encontrado con unos amigos hace un rato atrás y ellos la estaban
esperando. Resulta que su destino era a apenas 100 metros de donde me había socorrido.
Ante mi insistencia de que me dejara aunque fuera, colaborar con algo para
pagar la gasolina, me respondió “Guárdala para cuando algún otro peregrino
necesite ayuda y bríndasela en mi nombre”, me dio un abrazo y se dio vuelta en
su camino.
Su gesto de
solidaridad me toco profundamente, un rato después, mis compañeros de viaje al
llegar me encontraron sentado a la vera del Camino, a la puerta del albergue,
los pies sobre una silla y una bolsa de hielo tratando de aliviar el dolor del talón.
Con el cuerpo dolorido pero el corazón y el espíritu contento por las muestras
de solidaridad que me habían ayudado a llegar.
Fotos y la
seguimos, porque si puedo, hasta Santiago no paro.
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