Wednesday, May 28, 2014

Rumbo a Astorga.


Los gritos y diferentes ruidos de los brasileros que encendieron las luces del dormitorio mucho antes de las seis de la mañana, nos hicieron poner de pie a nosotros también, Jordi de un malhumor muy justificado se tapaba la cabeza con su almohada, tratando de estirar la noche, Ana con quien nos habíamos rencontrado el día anterior al llegar al albergue, parecía de piedra, no se movía, como no dándose cuenta del jolgorio que la rodeaba. Yo después de unas puteadas a sottovoce, me comencé a preparar también.

El desayuno fue muy bueno y se disfrutó, recargando pilas para lo que sería una hermosa etapa hasta Astorga, unos 26 km., muy rompepiernas, por la abundancia de subidas y bajadas, suaves pero continúas. Las ondulaciones me hacían recordar al paisaje Uruguayo.


La zona es cerealera por excelencia, se encuentran canales de regado y pequeños arroyuelos por todos lados, a pesar de la época, los campos de dorados o marrones claros, dejan entrever una producción intensa y abundante. En algunos campos recién trillados, el aroma a tierra trabajada, ocre pero suave te llena los sentidos.


Al llegar al Puente de Órbigo, parece que a uno lo hubieran transportado en una capsula de tiempo, hacia la edad media. Si se presta atención y con un poco de imaginación, todavía se pueden escuchar los caballos de los caballeros a todo galope por el empedrado del fabuloso puente.


Después de tomar un café con algunos de los muchach@s de la barra, todos apresuraron el paso, yo maravillado por el lugar, me fui quedando atrás. En un chiringuito donde entré a comprar un pedazo de queso y chorizo, para hacer diente más tarde, me encontré con John. El veterano irlandés que iba a su paso “rumbo a Santiago”. Después de eso no nos volvimos a ver más, pero como presintiendo eso, nos despedimos con un gran abrazo y un hasta siempre. Él se quedaba en el albergue de Órbigo para después continuar a su paso y gusto.

Hasta llegar al Crucero de Santo Toribio, fue toda una sucesión de trechos con toboganes bien pronunciados. Lo destacable, fue el encontrarse con los italianos con los que habíamos compartidos horas y comidas durante los últimos 10 días. Al principio eran un matrimonio que eran acompañados por el hermano del esposo. Ahora, después del retorno a Italia de uno de ellos, quedaba solo el matrimonio y ella iba bastante maltrecha. Durante un descanso, el marido me explicaba que ya habían intentado hacer el Camino completo una vez, pero una enfermedad de ella los había detenido a los pocos días. Ahora ella se había empecinado en hacerlo, el presentía que en su última visita al doctor, ella había tenido malas noticias que no compartió con él. Con sus pies totalmente llagados, con pocas fuerzas, pero con una fe y una determinación de piedra, ella seguía en pie y luchando por llegar. El caminaba a su lado como un lazarillo.

También fue la última vez que los vi, les ofrecí una Coca Cola que envuelta en periódico todavía se mantenía fresca, la aceptaron y nos despedimos. Un gran nudo en mi garganta, duró hasta que kilómetros y horas después, cuando me rencontré con Jordi, se lo conté, como una forma de compartir el dolor y pena que yo sentía.

En el Crucero de Santo Toribio, todavía caminando solo, se me dio por rezar, no sé si era por ellos o por mí, pero recuerdo que sentado a la base del Crucero, mirando el hermoso paisaje de San Justo de la Vega, en el valle, las lágrimas me corrían por las mejillas. No eran de alegría o de tristeza, eran simplemente lágrimas con ganas de rodar hacia el valle.


Un ciclista que pasaba en ese momento, paró, se bajó de su bicicleta, me pidió si le sacaba una foto, me saco una a mí, monto y deseándome “Buen Camino” siguió viaje. Yo y el mundo también.

Bueno por ahora los dejo, después les contare sobre Astorga una de las ciudades más lindas del Camino, donde además con los otros peregrinos, pasamos unos momentos muy lindos y entretenidos.

Van algunas fotos y el deseo que sigan conmigo ya que hasta Santiago no paro.



















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