Los gritos
y diferentes ruidos de los brasileros que encendieron las luces del dormitorio
mucho antes de las seis de la mañana, nos hicieron poner de pie a nosotros también,
Jordi de un malhumor muy justificado se tapaba la cabeza con su almohada,
tratando de estirar la noche, Ana con quien nos habíamos rencontrado el día
anterior al llegar al albergue, parecía de piedra, no se movía, como no dándose
cuenta del jolgorio que la rodeaba. Yo después de unas puteadas a sottovoce, me
comencé a preparar también.
El desayuno
fue muy bueno y se disfrutó, recargando pilas para lo que sería una hermosa
etapa hasta Astorga, unos 26 km., muy rompepiernas, por la abundancia de
subidas y bajadas, suaves pero continúas. Las ondulaciones me hacían recordar
al paisaje Uruguayo.
La zona es
cerealera por excelencia, se encuentran canales de regado y pequeños arroyuelos
por todos lados, a pesar de la época, los campos de dorados o marrones claros,
dejan entrever una producción intensa y abundante. En algunos campos recién trillados,
el aroma a tierra trabajada, ocre pero suave te llena los sentidos.
Al llegar
al Puente de Órbigo, parece que a uno lo hubieran transportado en una capsula
de tiempo, hacia la edad media. Si se presta atención y con un poco de imaginación,
todavía se pueden escuchar los caballos de los caballeros a todo galope por el
empedrado del fabuloso puente.
Después de
tomar un café con algunos de los muchach@s de la barra, todos apresuraron el
paso, yo maravillado por el lugar, me fui quedando atrás. En un chiringuito
donde entré a comprar un pedazo de queso y chorizo, para hacer diente más
tarde, me encontré con John. El veterano irlandés que iba a su paso “rumbo a
Santiago”. Después de eso no nos volvimos a ver más, pero como presintiendo
eso, nos despedimos con un gran abrazo y un hasta siempre. Él se quedaba en el
albergue de Órbigo para después continuar a su paso y gusto.
Hasta
llegar al Crucero de Santo Toribio, fue toda una sucesión de trechos con
toboganes bien pronunciados. Lo destacable, fue el encontrarse con los italianos
con los que habíamos compartidos horas y comidas durante los últimos 10 días. Al
principio eran un matrimonio que eran acompañados por el hermano del esposo.
Ahora, después del retorno a Italia de uno de ellos, quedaba solo el matrimonio
y ella iba bastante maltrecha. Durante un descanso, el marido me explicaba que
ya habían intentado hacer el Camino completo una vez, pero una enfermedad de
ella los había detenido a los pocos días. Ahora ella se había empecinado en
hacerlo, el presentía que en su última visita al doctor, ella había tenido
malas noticias que no compartió con él. Con sus pies totalmente llagados, con
pocas fuerzas, pero con una fe y una determinación de piedra, ella seguía en
pie y luchando por llegar. El caminaba a su lado como un lazarillo.
También fue
la última vez que los vi, les ofrecí una Coca Cola que envuelta en periódico todavía
se mantenía fresca, la aceptaron y nos despedimos. Un gran nudo en mi garganta,
duró hasta que kilómetros y horas después, cuando me rencontré con Jordi, se lo
conté, como una forma de compartir el dolor y pena que yo sentía.
En el
Crucero de Santo Toribio, todavía caminando solo, se me dio por rezar, no sé si
era por ellos o por mí, pero recuerdo que sentado a la base del Crucero,
mirando el hermoso paisaje de San Justo de la Vega, en el valle, las lágrimas
me corrían por las mejillas. No eran de alegría o de tristeza, eran simplemente
lágrimas con ganas de rodar hacia el valle.
Un ciclista que pasaba en ese
momento, paró, se bajó de su bicicleta, me pidió si le sacaba una foto, me saco
una a mí, monto y deseándome “Buen Camino” siguió viaje. Yo y el mundo también.
Bueno por ahora
los dejo, después les contare sobre Astorga una de las ciudades más lindas del
Camino, donde además con los otros peregrinos, pasamos unos momentos muy lindos
y entretenidos.
Van algunas
fotos y el deseo que sigan conmigo ya que hasta Santiago no paro.
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