Su vida da para una o, más bien, varias novelas de aventuras. Médico cofundador de Médicos sin Fronteras, expresidente de Acción contra el Hambre, ha participado en numerosas labores humanitarias en todo el mundo, desde Afganistán a Ruanda pasando por los Balcanes, diplomático. Embajador en Gambia y Senegal (2007-2010), formó parte de la campaña de la socialista Martin Aubry en el 2011. Pero también es un escritor de gran éxito, miembro de la Academia Francesa, ganador del premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, en dos ocasiones por sus novelas El Abisinio (1997) y Rojo Brasil (2003), además de ensayista experto en relaciones internacionales. Tras una vida repleta de experiencias, Jean-Christophe Rufin (Bourges, 1952) hizo el Camino de Santiago, entre el 26 de mayo y el 28 de junio del 2011, recorriendo unos 850 kilómetros durante cinco semanas. El autor francés recogió aquellas experiencias en El Camino inmortal (Duomo), que ha tenido un gran éxito en Francia.
-El título en francés «Immortelle randonnée», algo así como caminata inmortal, es un juego de palabras.
-Sí. A los miembros de la Academia francesa nos llaman los inmortales. Y todo un académico como yo caminé durante un mes con mi mochila, mi tienda de campaña y mis bocadillos. También quería evocar el carácter espiritual, que tiene que ver con lo eterno, del Camino y dejar claro al lector que no es un libro de viajes clásico.
-El subtítulo es «Compostelle malgré moi», «Compostela a mi pesar». ¿Por qué?
-Partí sin saber que haría el Camino de Santiago. Al contrario de mucha gente que piensa en hacerlo y durante años se informa y lee libros, yo no. Quería hacer un viaje andando, romper con mi vida social, tenía varias opciones y entre ellas estaba el Camino. En realidad fue un poco a mi pesar cómo llegué al Camino, porque está tan cargado de historia, de tradición, es tan interesante que finalmente hubo una especie de atracción. Al cabo de una semana ya estás cansado y dices basta, pero el Camino te dice tienes que seguir. Y a pesar mío seguí hasta el final. No tenía ninguna intención de escribir sobre lo que había vivido, pero mis amigos y mi editorial me presionaron y, también a mi pesar, lo hice.
-¿Por qué emprendió el Camino? Y no me responda con una de esas tres respuestas tipo que cuenta en su libro.
-Es difícil contestar a eso. Un peregrino nunca te lo pregunta, estás allí y ya está. Te pregunta de dónde vienes, de dónde has salido y ya está. La dicha de hacer el Camino es que no te haces esta pregunta y cuando vuelves no sabes por qué lo has hecho. Cada uno guardará para sí una experiencia única y casi incomunicable.
-¿Sintió la necesidad de reencontrarse a sí mismo, de huir en cierto sentido, después de tres años de embajador en Senegal?
-Es verdad. Cuando volví de Senegal, donde vivía muy lujosamente, servido por personas con guantes blancos que me llamaban excelencia, y tenía grandes responsabilidades, lo que supone inevitablemente un alejamiento de los demás, quería olvidarme de todo eso, tenía la necesidad de reencontrarme a mí mismo. El Camino de Santiago era perfecto para eso, por el despojamiento, el desprendimiento de las costumbres, las necesidades, las angustias, que conlleva; por la posibilidad que da para encontrase con los demás y con uno mismo. Es un camino espiritual y humano no comparable con ningún otro.
-¿Por qué eligió el Camino del Norte?
-Porque hay menos gente, es más solitario, menos religioso. Lo preferí porque sigue el mar, atraviesa las montañas, me parece más auténtico y uno se siente más libre.
-Según ha dicho, el paso por las montañas fue el momento de mayor apogeo místico.
-Sí. Uno se va preparando a lo largo de los días, caminar te va despojando de muchas cosas. Para mí el Camino de Santiago no es exclusivamente cristiano, es un peregrinaje budista porque te va preparando para la espiritualidad, no te da una indicación sobre Dios, te prepara. Nos volvemos más simples, perdemos nuestras máscaras. El Camino de Santiago lo hacen personas de todas las religiones, agnósticos, ecologistas, gente que busca el amor e incluso adoradores del sol y, por supuesto, muchos católicos. Es una mezcla posmoderna muy diversa.
-Al principio se pasa mal.
-Claro, pero es una etapa necesaria. El Camino de Santiago es una iniciación espiritual que pasa por el cuerpo, es decir que el cuerpo tiene que participar en este viaje. Hay que vivirlo, sentir dolor, pasar calor y frío, tener hambre. Hay que atravesar esa etapa. Hablo de esto porque cuando se lee sobre el Camino todo parece una maravilla, pero es duro y hay momentos en que uno piensa en dejarlo.
-Usted dice que cuando partió para Santiago no buscaba nada y lo encontró. ¿Qué encontró?
-Me ha influido mucho, me ha hecho pensar, reflexionar, me ha servido para conocerme mejor. Hacer el Camino aleja espiritualmente de lo accesorio para acercarte a lo esencial. Me di cuenta de que las responsabilidades, los honores y las obligaciones habían invadido mi vida. La mochila es una metáfora de la vida de cada uno. El peregrino piensa qué puede quitar de la mochila, qué necesita de verdad. Cuando vuelves del Camino haces lo mismo, te preguntas qué es lo realmente importante en tu vida, de qué cosas puedes prescindir y te quedas con lo esencial. Ese es el aprendizaje más importante del Camino. Hoy estoy más de acuerdo conmigo mismo.
-¿De qué ha prescindido?
-Me he dado cuenta de que la política, la diplomacia no es mi vida, yo soy un médico que escribe libros, son las dos cosas importantes para mí, además de mi familia. Cuando volví me propusieron presentarme al ayuntamiento de mi ciudad, a diputado, y dije que no y puede que antes de hacer el Camino no hubiera estado tan seguro. Había dejado apartada la medicina y pensé que tenía que volver. Ahora me voy tres meses a África para llevar un hospital.
-¿Cree que aquellas cinco semanas en el Camino le van a marcar?
-Sí, pero es como las vacunas, de vez en cuando hay que pincharse otra vez, yo ahora me voy a un sitio muy aislado, en la frontera entre Burundi y Tanzania, con el mismo enfoque, despojarme.
-¿Cómo vivió la llegada a Santiago?.
-Como peregrino me sentí un poco decepcionado. No sentí una gran emoción espiritual. Es una ciudad preciosa, pero el centro está abarrotado de turistas. El peregrino no se siente acogido después de tantos kilómetros que ha hecho. Pero la meta del Camino es el camino mismo, no la llegada.
-¿Por qué cree que su libro ha tenido tanto éxito en Francia?
-Es un libro que intenta ser sincero, divertido, me río de mí mismo, y da una visión verdadera, no religiosa ni idealizada del Camino. Hay una reflexión espiritual pero no necesariamente cristiana. En Francia nadie había escrito sobre el Camino de una forma tan sencilla y haciendo reír, este libro da mucho ánimo.
-¿Qué impresión le causó Galicia?
-Cuando llegué a un sitio que se llama Acebo, había delante de mí a otro peregrino, no había nadie más, y estaba caminando a mi altura. Era español. En un momento, arriba, se paró, estábamos en la montaña en medio de la nada. Me dijo mira al suelo y había una línea trazada, el otro lado es Galicia, me cogió de la mano y saltamos juntos. Quería compartir esta experiencia de entrar en Galicia, me emocionó mucho, porque para los españoles la llegada a Galicia supone que ya estamos llegando a Santiago. Me gustaron mucho sus paisajes, el idioma, porque como hablo portugués y el gallego es muy próximo, tenía la sensación de entrar en un mundo más familiar, más conocido para mí, La gente es muy agradable, los peregrinos se sienten en su casa en Galicia.
-¿Cómo recomendaría a alguien que hiciera el Camino?
-Es una experiencia absolutamente única, no tiene nada que ver con los demás caminos, es muy particular y emocionante. Recomendaría hacerlo durante varias semanas porque los primeros días son duros físicamente, pero si atraviesas esta primera etapa ya entras en otro universo. Como digo en el libro, el Camino es una alquimia del tiempo sobre el alma.
-Fue cofundador de Médicos sin Fronteras y ahora es crítico con esta organización.
-Cuando la creamos era algo muy pequeño, romántico, sincero, con pocos medios pero eficaz. Hoy día es una organización muy grande, burocratizada, una gran maquinaria y eso no me interesa. Ahora no me voy con una oenegé, sino para llevar un hospital fundado por unas monjas polacas.
-Cambiando de tercio. ¿Qué piensa de la gestión de François Hollande?
-Hace unos días, antes de venir a España, nos invitó a comer a tres autores franceses que han hecho caminos, a mí por este libro y a los otros dos que han atravesado Francia. Yo le pregunté usted quiere escaparse o no. Es una catástrofe. No hace ninguna política, ni de izquierda ni de derecha, no toma ninguna iniciativa, hemos perdido dos años, no ha hecho nada. Ahora tenemos un primer ministro español, veremos qué tal.