El tramo
hasta Bercianos del Real Camino, estuvo más lleno de horas de contemplación,
que otras etapas. Pasaríamos por lugares hermosos, iglesias de barro, otras de
ladrillos, puentes románicos y la Ermita del Puente, que se encuentra justo
junto a los monumentos que marcan la llegada a la mitad del Camino de Santiago.
Para mi llegar a ese lugar tuvo un significado especial, la parte más dura, ya había
pasado.
El sol. a mi espalda, asomaba temprano y a pesar de que estaba frio, presagiaba un dia hermoso |
Creo que ya
lo he dicho antes, pero El Camino, no conlleva solo un esfuerzo físico, la
parte mental y espiritual, son casi o más importante. Muchas veces, las piernas
te llevan a pensar sobre el significado de la peregrinación, de la necesidad de
hacerla a costa de llagas en los pies y tendinitis en los tobillos y talones.
En esos momentos es cuando obligatoriamente te tienes que mentalizar que hay
que seguir, espiritualmente darte las respuestas o preguntas que justifiquen el
sacrificio.
Yo llegaba
a esta altura del Camino con dolores en varias partes diferentes del cuerpo,
las botas estaban cada vez más acusando el abuso que estaban recibiendo y me
torturaban, día a día las tenía que reparar para poder seguir. Los pantalones
vaqueros habían pasado a ser pantalones cortados, toda la ropa que llevaba, a
pesar de que era lavada asiduamente, comenzaba a tener un olor a traspiración que
se hacía presente temprano en el día. Como perdí peso, dos pares de
calzoncillos, ya no los podía ni usar porque al quedarme grandes se arrugaban y
amontonaban en las ingles, dando una sensación constante de incomodidad, menos
mal que tenía otros dos que al ser casi malla elástica, sirvieron el resto de
la ruta.
Los dos últimos
días también habían sido un martirio para el estómago, en consecuencia, varias
veces me tuve que internar campo adentro, debido a la escasez de árboles o
bosques, y no era que yo andaba buscando leña. Así transcurrió la etapa, los
senderos agradables de los últimos 10 kilómetros, planos y tranquilos, me
depositaron en un pequeño bar a la entrada del pueblo, era poco pasado el mediodía,
el cuerpo pedía sólidos y líquidos.
Bajo una
sombrilla, sentado, sin apuro, me devoro un bocadillo de queso, ya saben
porque, dos coca colas bien frías y unos maníes que desde una vitrina me llaman
y me tientan. Me sentía tranquilo, relajado, satisfecho. He sobrepasado la
mitad de la ruta y me siento con fuerzas para continuar, sé que la meta propuesta
es alcanzable.
Después de
un merecido descanso, le envío un mensaje a Jordi para saber si se había quedado
en Bercianos o había seguido hacia El Burgo Ranero, él se ve que también había juntado
mucha leña, por lo tanto ya se había registrado en unos de los albergues de
Bercianos, cruce el pueblo me lo encontré y ahí mismo me quede.
La cena esa
noche, fue memorable, la mayoría del grupo con el que terminaríamos el Camino
15 días después, estaba ahí. Sandra y Carlos fueron los encargados del rezo en español
y en ingles respectivamente, el cura del pueblo se sentó en la mesa comunitaria
y nos hizo compañía.
John el
veterano irlandés, al que le había perdido el rastro en Tosantos, me abrazaba
alegre por el rencuentro, el matrimonio italiano con el hermano, sentados en el
patio en el patio trasero del albergue, me invitaron a tomar una cerveza. La
barra lavaba ropa y llenaba el tendedero, una algarabía inusual flotaba en el
aire, no sé si era general o si yo solo la sentía.
Al final
del día, después de haber recorrido el pequeño pueblo de calles angostas y
casas de barro, de punta a punta, llegue a una iglesia de la cual solo quedaba
el portal. Donde en un tiempo era la nave principal, un parque con asientos de
piedra invitaba a la contemplación, el sol se ocultaba lentamente, sentado
mirando el horizonte me regocijaba pensando en los lindos momentos vividos en
la primera mitad del Camino. En silencio, con una oración agradecí al Supremo
Arquitecto del Universo, por todo lo que me ha brindado, por mi familia y mis
amigos, por los compañeros de este viaje que es la vida, por mi pasado, por mi
futuro, pero más que nada por el magnífico presente de mi vida.
El sol se ocultó,
era la hora de irse a dormir, contento y satisfecho me fui a descansar, porque mañana
será otro día, donde seguiremos metiendo pata, ya que… hasta Santiago no
paramos.
Arco barroco de San Benito en Sahagun |
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