La cena en
Cirauqui fue muy buena, los hospitaleros que tienen el albergue en una casa
centenaria y muy bien renovada, en la
Plaza Mayor, han hecho del lugar algo muy acogedor, limpio, buenos espacios y más
que nada una atención incomparable. En los sótanos del edificio, se encuentran
unas salas pequeñas y muy bien cuidadas, que en la antigüedad eran bodegas, hoy
son el comedor del lugar. Te hace sentir bien y además la comida de primera y económica,
y eso que estoy hablando de un menú peregrino de 10 euros y regado con todo el
vino que puedas o desees tomar.
La bajada y
salida del pueblo, es empinada y como recién esta aclarando hay que cuidar los
pasos, para no terminar rodando hacia el valle. Los pies se posan ahora en una
antigua vía romana, que nos acompaña por alrededor de 2 kilómetros. De a poco
Jordi comienza a tomar su paso habitual y yo el mío, lo que significa que en
poco rato ya no lo veré y nos encontraremos en la próxima parada o en algún pueblo
para almorzar, ya que mis almuerzos son de 10 o 15 minutos y los de él pueden
ser da una hora o más.
Se suceden
un montón de subidas y bajadas que a pesar de no ser de gran altura son bien
empinadas, como la entrada a Lorca, Villatuerta y Estella. Todos estos lugares
nos muestran unas construcciones medioevales de gran envergadura y la mayoría de
ellas bien conservadas, además de muchas vistas de valles y grandes extensiones
que representan las típicas postales del Camino, donde las sendas se extienden
por kilómetros rodeadas de plantaciones de cereales y las viñas que ya de a
poco se empiezan a insinuar, adelantando la llegada a La Rioja.
En este
trecho, sentado al borde del sendero, cansado y medio como rezando, siento que
una pareja de peregrinos se viene acercando, una música alegre los acompaña en
su paso acelerado, pero no apurado, ya que avanzan decididamente pero sin
mostrar apuro o urgencia. Yo sentado sobre una piedra baja, no me había sacado
la mochila, porque me servía de respaldo contra un terraplén que tenia atrás.
Mientras comía una banana que me había dejado Jordi y bebiendo mi infaltable
coca cola, los veía acercarse como bailando. Uno era un brasilero, joven,
esbelto y mostrando en su vestimenta y mochila los verdeamarelos tan típicos,
el otro, alto, flaco de paso largo pero no apurado, japonés y de nombre Koki.
Los dos caminaban juntos desde Pamplona,
comunicándose en el poco ingles que ambos tenían, pero no parecía un obstáculo para
seguir juntos y contentos.
Se paran
frente a mí para saludar y conversar, yo trato de pararme, pero el peso de la
mochila y lo bajo de la piedra me lo dificultan. Los dos al mismo tiempo me
extienden una mano para ayudarme, cada uno me habla en su idioma, pero creo que
los dos decían lo mismo…”vamo’arriba viejo”.
Conversamos
y caminamos juntos por un tiempito, pero el paso de ellos no era ni cerca del
mio, asi que les agradecí la compañía y los libere para que siguieran adelante.
Un “buen camino” que repetimos los tres nos sirvió de despedida. Después de
este encuentro, a Koki y Brasil, los encontraba en casi todas las etapas,
generalmente donde había música y cerveza. Ellos tenían su forma de hacer el
Camino y se divertían haciéndolo. Varias etapas más adelante Koki me ve y se
viene a despedir afectuosamente, se volvía a Japón, debía reintegrarse a la
Universidad, donde estudiaba medicina. Brasil siguió solo y ya no se le veía
tan alegre.
Cuando ya
andaba por los 27 kilómetros de camino por el día, me doy cuenta que ni había planeado
donde iba a quedarme, cuál sería el final de etapa. En un pequeño bar a la
entrada de Villamayor de Monjardin, me esperaba Jordi, mi fiel compañero de
ruta, ya se había tomada una cervecita y encontrado un albergue donde pasar la
noche.
El día había
sido muy bueno, lo único que me había distraído un poco era una gran ampolla en
el pie derecho, pero que al llegar a Iratxe, había tratado de curar con
bastante éxito, una distracción que me llevo a perderme la famosa Fuente del
Vino en el Monasterio de Iratxe. Mientras que yo me dirigí hacia la parte baja
del pueblo donde había un parque con fuente, donde pensaba lavar bien y
descansar mis pies antes de curarlos, los peregrinos se desviaban hacia la izquierda
para visitar el monasterio y su fuente. Así que yo, un fiel súbdito de Baco, me
quede enllagado y sin vino. Habrá que volver.
Los dejo
con unas fotos y seguimos, ya que hasta Santiago no paro.
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