La noche en
Zubiri se hizo corta, después de llegar al albergue municipal, arma cama, lava
ropa, baño, vinito, pan y chorizo. El pueblo no muy grande, pero con todos los
servicios necesarios para hacer un buen descanso. Como llegue temprano no tuve
problema para conseguir cama, pero a eso de las seis de la tarde ya estaba todo
lleno, público y privado. El albergue municipal comenzó a llenar un
galpón/gimnasio con peregrinos que tuvieron que dormir en el suelo… pero esa es
la vida en el Camino.
Reservamos
en un bar del pueblo para comer a eso de las 8 de la noche, el menú del
peregrino era bueno bonito y barato, el vino abundante, y ya se veía que de la
camada de peregrinos que habían arrancado al mismo tiempo que yo, se comenzaban
a formar grupos y la camaradería flotaba en el ambiente. Apenas llegamos a
tiempo antes de la hora de cierre del hospedaje, tarde pero llenos, satisfechos
y alegres porque ahora se veía que no estábamos solos.
La
distancia a Pamplona, no era mucha y el terreno a pesar de no ser muy alto, es
bastante escabroso, con varios subibajas, que te querían recordar que esto no
es fácil.
Sara, alta
esbelta, joven, inquieta y veloz, podía hacer el doble de distancia que
nosotros por día, en sus planes estaba llegar a Santiago en menos de 24 días,
no le importaba la distancia entre albergues o ciudades y planeaba dormir donde
la agarrara la noche, en cama o en el piso, en albergue o al raso. Al rato ya
nos había dejado atrás, pero como era medio enamoradiza, si encontraba un joven
bien puesto y plantado, no tenía problema en demorarse un rato o un día. Así
fue que nos cruzamos varias veces más con ella en los próximos cuatro o cinco
días. En Los Arcos, tomamos un café juntos, nos mostro el bastón, ahora
decorado y pulido, nos dio un beso y con un abrazo nos dijo ¡Buen Camino y
hasta siempre! Puede haber terminado en veinte días o todavía estar en España,
ella es un espíritu libre.
Seguimos la
ruta y nos unimos con Mertxe, que haciendo de tripas corazones, venia
rengueando visiblemente. Jordi, Pedro y Joaquín, siguieron adelante a paso
raudo, yo más lento, use el dolor de Mertxe, para acompañarla y a la vez tener
una escusa para ir despacio. De a poco, cruzamos puentes, caminamos por riberas
interminables de hermosos ríos hablando de todo un poco, de su razón de hacer
el Camino por segunda vez, de sus hijos, de Manu (su esposo), así las horas
iban pasando e íbamos devorando kilómetros.
Cominos pan queso y chorizo sentados en el Puente de los Bandidos y recomenzamos, su tobillo se reveló por completo y cada vez podía andar menos. Al llegar a Villaba, unos 4 kilómetros antes de Pamplona, ya no pudo mas, entre lagrimas me dio un beso, un abrazo y paro un taxi en la Calle Mayor. La vi alejarse rumbo a un ómnibus que la llevaría a Bilbao.
Cominos pan queso y chorizo sentados en el Puente de los Bandidos y recomenzamos, su tobillo se reveló por completo y cada vez podía andar menos. Al llegar a Villaba, unos 4 kilómetros antes de Pamplona, ya no pudo mas, entre lagrimas me dio un beso, un abrazo y paro un taxi en la Calle Mayor. La vi alejarse rumbo a un ómnibus que la llevaría a Bilbao.
Ahora solo,
apresure el paso para llegar a Pamplona lo antes posible para reunirme con los
otros muchachos y recorrer juntos esa hermosa ciudad.
Un mensaje
justo cuando llego al Puente de la Magdalena, que es la entrada a la ciudad, me
avisa que Joaquín y Pedro, habían tirado la toalla y ya estaban rumbo a Madrid,
Jordi y Ana, a la cual habíamos conocido durante esta etapa, no paraban en
Pamplona y seguían hacia Cizur Menor.
Yo con una
sombra sobre mi espíritu, me dirigí al albergue parroquial de Pamplona y arme
campamento por la noche… estaba otra vez solo. Contento de estar donde estaba,
pero triste por la pérdida de los compañeros de viaje. Al atardecer “salí de
pintxos”, me tome unas sidras y cervezas, camine y saque fotos de la ciudad.
ReplyDeleteBien narrado los detalles y los aconteceres del camino, nada facil por cierto. Me encanto la descripcion de tu companera Sara y la picardia de ella y ellos, fue muy chistoso!
Triste para los que no pudieron terminar su recorrido, tal vez en otra oportunidad, pero al menos lo intentaron.
Me encanta tu libretto y seguimos a la expectative de los siguientes capitulos.
Marisa
Llegaste a Pamplona - que no eran pamplinas - con bastante más que una media y un calcetín.
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