Desde que
salí de Madrid en el tren AVE , España me comenzó a llenar los ojos, paisajes
pasaban por la ventanilla con una velocidad vertiginosa, pero igual podía
apreciar los grandes desarrollos de molinos de viento, que con sus turbinas
brindan electricidad a poblaciones enteras, sin polución química.
El AVE en la estacion de Zaragoza donde hize el trasbordo para Pamplona |
Los cerros y montañas ondulaban el horizonte,
haciéndome pensar que los que yo iba a recorrer eran como esos o quizás más
altos. La verdad que aunque sabía las alturas de las zonas que iba a recorrer,
todavía no me hacía a la idea de cuan alto seria. A medida que me acercaba a
Pamplona y al pre Pirineo, empecé a hacer guiñadas, pero no con los ojos, el miedo y la duda empezaron a sentar raíces.
Un ómnibus,
que se lleno rápidamente con unos treinta peregrinos, me llevaría desde
Pamplona a St. Jean de Pied du Port en Francia, a mi en ningún momento se me
había cruzado por la mente, a pesar de que lo sabía, que primero iba a cruzar
los Pirineos, en ómnibus. Varias veces cuando el conductor tenía que poner la
tercera y la segunda para subir la montaña, y las curvas cerradas gusaneaban entre
los frondosos bosques, me vinieron a la
mente las preguntas… ¿que estoy haciendo aquí?, ¿quien sube todo esto a pie?
¿aayyy en que me metí?
El paisaje nos hacia arrugar un poco, y algunos se quisieron bajar del bus. |
Al pasar
por Roncesvalles hubo gente que pidió para bajarse, con la intención de empezar
desde ahí, evitando la parte más brava del recorrido, pero el chofer no tenía
autorización para hacer paradas intermediarias y se limito a decir que los que
tenían miedo de lo que se venía, podían retornar a Roncesvalles en el bus de la
7.30… yo pensé que quizás valía la pena esperar unas tres horas y volver, pero
mi orgullo fue más fuerte que mi miedo e inmediatamente deseche la idea.
Desde el
asiento de atrás del conductor, Joaquín y Pedro, que estaban pensando lo mismo
que yo, cambiaban expresiones de miedo y
dudas conmigo. Ahí nació una especie de compañerismo basado en el susto, que
nos llevaría al final de recorrido, a ponernos a hablar y comenzar el primer
trecho juntos.
Más atrás
Jordi y Mertxe, quienes tampoco se
conocían entre sí, empezaban también a planear los primeros pasos juntos, se
veía que todos estábamos un poco asustados y buscábamos alguien en quien
apoyarnos, para no tirar la toalla antes de empezar.
Joaquin, Alberto, Jordi, Mertxe and Pedro, cinco para el Camino. |
Minutos
después de descender del ómnibus, los cinco caminábamos juntos hacia la oficina
donde te registras como peregrino antes de comenzar la odisea.
También en pocos
minutos habíamos decidido que hacer 27 kilómetros de montaña, el primer día,
iba a ser una tarea bastante complicada, por lo tanto se puso en el tapete lo
de adelantar unos kilómetros ese mismo día, ya que eran las cinco de la tarde y
el sol no se ocultaría hasta cerca de la 9.00, con todo resuelto y seguros que
en la presencia de otros íbamos a mostrar más coraje, empezamos a trepar rumbo
al primer albergue en Hunnto a unos seis km. cuesta arriba.
Entrada medioeval a St. Jean de Pied du Port. |
Llegamos
agotados, pero contentos, la primera valla había sido saltada, ahora éramos
cinco con una misma meta, al rato ya sentíamos esa unión que dicen sienten los
soldados en el frente de batalla, compartimos nuestras historias de
introducción, cervezas, cena y dormitories.
El Camino
había perdido un poco de fuerza, porque nosotros habíamos ganado en confianza
colectiva.
Desde el balcon del albergue se apreciaba lo que nos esperaba. |
El albergue de Hunnto, donde compartimos la primera noche con una Hermosa cena, vino y discutiamos nuestras inquietudas |
Con Mertxe nos tomamos la primera cerveza, hablando de lo que se venia.. |
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