Monday, August 5, 2013

El día de ¿….?


Hoy era día feriado en Ontario, el día de ¿….?  Así que a las seis de la mañana ya estaba en pie para emprender camino, el plan para hoy era salir con la mochila cargada con todo lo que pienso llevar al viaje, para que se vaya acostumbrando el lomo. El peso total que pienso llevar anda cerca de los 9 kilos, así que por las dudas me asegure que la mochila por ahora pese 10 kilos, de esa forma la voy a sentir más liviana en la partida.

Salí con rumbo norte, desde casa, con la idea de andar por calles de poco transito, cruce dos o tres zonas en desarrollo y ahí ya encontré la paz del campo, a esto ya llevaba una hora de caminata. Como no me había desayunado a eso de las 8, encontré un antiguo cementerio pionero y ahi me senté, en los escalones de su pequeña capilla, a comerme una banana y disfrutar un poco de agua fresca.

El día se presentaba fresco y soleado, ideal para caminar. Por el mismo camino seguí caminando hacia el norte, porque destino no llevaba, la intención era caminar unas 6 horas y después llamar a Titina, para que me viniera a buscar. Muchas veces salgo así, a la deriva, como tengo buen conocimiento general de la zona y sus caminos rurales, voy tomando hacia lugares donde no haya mucho movimiento.

Una yegua y su potrillo me acompañaron desde el otro lado del alambrado por unos doscientos metros, parece que me estaban pidiendo que los llevara, pero la dueña andaba cerca y a la vista, por lo tanto decidí  dejar el abigeato para otra ocasión.

De apoco los maizales, algunos de más de dos metros de alto, se apoderaban del paisaje, las mazorcas incipientes me traían a la memoria el olor de choclo asado, el  que comíamos en lo de la abuela Petrona y que ella tostaba sobre el brasero, en la gran cocina de piso de tierra… por un largo rato, recorrí aquella casa en la Cuchilla Santarcieri.

Cuando me di cuenta del rato que había pasado divagando y perdido en esos recuerdos, ya habían pasado casi cuatro horas de recorrido, me encontraba frente a un edificio muy viejo, que pudo haber sido una iglesia, donde se ve que hace tiempo no entra nadie, ya que las enredaderas se habían apoderado de la portera e iban de alambrado a alambrado entretejidas a la entrada. No se necesitaba llave para el candado, más bien una tijera de podar, para abrir paso.

Busque una sombra para sentarme y sobre una piedra me comí las dos empanadas que llevaba y una deliciosa Coca Cola, que como iba envuelta en diario, todavía se mantenía casi fría… aaaahhh!!!

Y se fue todo al diablo, ya llevaba unos 18 kilómetros hechos, cuando llegue a una zona de subidas y bajadas bastante importantes, como me acercaba a la zona del Niágara Escarpment* los repechos eran largos y acentuados, las bajadas cortas y algunas, lo que se llaman repechos falsos, porque te dan la impresión de que van en lo plano, pero miras para atrás y te das cuenta que nunca has dejado de subir y subir.

A las doce y media me recogió Titina, yo ya estaba esperándola a la sombra de unos árboles, a la orilla del camino, la mochila de respaldo contra un alambrado, la cantimplora vacía, la panza haciendo ruido, pero satisfecho de la jornada, de acuerdo a los tiempos y el “mapmywalk” del celular, había recorrido 24 kilómetros y medio.
Bien por mí.

* El Niágara Escarpment, es una montaña, más bien cuchilla, que comienza en las Cataratas del Niágara y sigue casi 600 kilómetros, hasta la Bruce península, el paraje final se llama Tobermory, que es donde hace unas semanas anduvimos caminando  con mi amigo Wilson Cáceres.  






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