Con un pie
en los 65 y el otro en una barra de jabón, me largo dentro de tres días, a una
aventura que para mí es verdaderamente importante.
Desde el
punto de vista físico, hacia muchísimos años que no me sentía tan fuerte,
mentalmente creo que también estoy preparado, ya que las largas caminatas y
recorridos por senderos totalmente solitarios, me han dado una fortaleza que
creo nunca había tenido. El andar solo no es fácil, pero tampoco es una
tortura, ya que poco a poco empiezas a desarrollar temas y situaciones en tu
mente, que te hacen más fuerte y te distraen de pensar en distancias y
soledades.
Pero hay
veces que el dolor en las piernas te lleva a pensar en la necesidad de
continuar, pero si te concentras en algo más allá del dolor, pasas esa barrera
y se vuelve a la normalidad.
Ayer, para
dar los toques finales a la preparación, me fui a recorrer un sendero de bicicletas
de montaña, extremadamente escarpado, con subidas de hasta 37% de inclinación,
las subidas eran bravísimas, las bajadas peor. A las dos horas de tortura, eran
más las ganas de sentarme que las de seguir, lo peor era que cada tantos kilómetros
aparecían senderos secundarios, totalmente planos, que te ponían en la
alternativa de seguir con lo propuesto o desviar hacia lo fácil.
El un
bolsillo de la mochila, siempre llevo u regalo que me hizo mi hijo Cuimbae, un
collar de Tulsi, que usan los hindúes para rezar a Krisna, es muy parecido a un
rosario y tiene 108 grajeas (beads), que se van pasando igual que en el rosario,
una a una, mientras se repite el Hare Krisna. Lo tome en mi mano y ...
hare kṛṣṇa hare
kṛṣṇa
kṛṣṇa kṛṣṇa
hare hare
hare rāma hare
rāma
rāma rāma hare
hare
La repetición
constante de la oración, te lleva casi a un trance, a pesar de eso, te mantiene
totalmente consciente de donde te mueves, de cierta forma hasta ves las cosas
con un poco mas de brillo. Mas allá del sentido religioso de esta acción, esta
la repetición de un mantra, como lo hacían los monjes de todas las religiones y
las “viejas” en velorios e iglesias. Asi que por un largo rato, me dedique a
rezar al estilo de mi hijo, cuidadosamente pasando las grajeas una a una…
Para terminar, ese mantra, me llevo por el
sendero por otras dos horas, subiendo y bajando, con una sonrisa, y al final
sentia la satisfacción de saber que estoy pronto…
Y que hasta Santiago no paro.