Una contribución de Graciela Mantero para El
Corral del Tordillo.
VUELO 571
Fue
la noticia relevante del día, en octubre del año sesenta y dos. Los diarios que
no habían sido amordazados ponían en sus titulares la gran tragedia. El anuncio
conmovió a toda la sociedad y nos quedaron dudas a muchos otros de cómo se
había concebido el viaje truncado de un grupo de jóvenes deportistas. Confieso que no estaba en mí preocuparme por
averiguarlo.
Tenía
por delante otras prioridades. El hecho era doloroso especialmente para los
familiares y conmovedor para todo el pueblo uruguayo, pues marcó en la historia
una situación sin precedentes. Sucedió un día de mal augurio en primavera. La situación en el país estaba tensa y esto
distrajo la atención de los graves sucesos que se estaban viviendo.
Acababa
de ser electo Juan María Bordaberry. Se acrecentaba la lucha de la guerrilla, y
la represión por parte de los militares y el gobierno entrante. Yo pertenecía a
la fuerza política que había conseguido el tercer lugar después de unas
elecciones fraudulentas. Los jóvenes que nos sentíamos comprometidos con la
lucha social, en busca de libertades y derechos esenciales del ser humano,
trabajábamos arduamente para conseguir estas reivindicaciones. Otros, desde la
clandestinidad, se enfrentaban con las fuerzas de ‘’orden’’, lo cual
desembocaría el veintisiete de junio de mil novecientos setenta y tres en una
dictadura cívico-militar.
Los
días que transcurrieron después del accidente fueron desesperantes para los más
allegados, y yo en particular, estuve atenta a las noticias. Éstas eran muy
desalentadoras y, al pasar el tiempo, se hizo casi imposible un final feliz. Este
hecho eclipsaba los sucesos de lucha en defensa de la democracia, ésta a punto
de sucumbir.
El
tiempo transcurría y la esperanza de
encontrarlos se debilitaba .También las noticias iban siendo más distantes y depresivas; pero
la vida nos da sorpresas y a mí me dio una, después de tantos años de ocurrido
el milagro.
En
abril tuve la oportunidad de ver a dos de los sobrevivientes y participar en
una charla. Ni siquiera tuve interés en leer sus libros, pero conocía la
historia. Tengo que confesar que, después de treinta y nueve años, me emocioné
y aprendí una lección que no esperaba de la boca de unos muchachos educados en
el privilegio dentro de un grupo de la sociedad a
la que poco le importaban los sucesos que acontecían en el país. Me
parecía fuera de contexto que alguien estuviera pensado en competencias
deportivas durante la situación problemática que estábamos viviendo. A nuestros
dieciocho años, de ellos y míos, se estaba de un lado o se estaba del otro.
Para mí, era así.
Al
pasar los años y ya como residente en Toronto, involucrada en la comunidad
uruguaya y participante activa en grupos solidarios, reviví los sucesos de
aquel lejano entonces..
En
Canadá, la comunidad uruguaya había celebrado la participación más que
satisfactoria del seleccionado nacional en el mundial del fútbol de
Sudafrica-2010. Tal hecho fue el
comentario de la prensa local y mundial. La mayoría hablaba de la garra charrúa,
aparte de la atajada de gol de Súarez. El periódico canadiense The Toronto Star
había venido desmereciendo a dicho seleccionado. El artículo del periodista
Cathal Kelly hizo referencia a que un grupo de jóvenes del Uruguay habían
practicado el canibalismo, hecho que no fue bien recibido por los charrúas
radicados en suelo canadiense. Así que tomamos muy en serio lo publicado por el
diario y se procedió a nivel
diplomático.
Dio
la casualidad que, mientras esto sucedía, dos veteranos rugbistas estaban de
visita en Manitoba por una conferencia programada hacía un tiempo. El Cónsul llamó a los grupos del medio uruguayo a
invitar a estas personas a tener un encuentro informal con la diáspora. Así se
concretó la charla en la casa de los uruguayos en Toronto.
No
me imaginé lo que aprendería en ese encuentro. Llegó el día indicado y me
trasladé a la Sede del Club Uruguay. Al llegar a la puerta, pude ver el cartel
ya conocido de la institución. La bandera uruguaya caía majestuosamente sobre
el mástil de bronce. ¡ Siempre emociona verle! La gente más puntual se había
ubicado en los lugares más cercanos a la mesa dispuesta para los invitados. El
coordinador se me acercó y, como era de esperar, fui presentada por el ideólogo
de la visita, como integrantes de los diferentes grupos. Los saludé y cruzamos
unas palabras, más que nada protocolares. Luego, elegí sentarme en una silla de
metal color azul, que era bastante incómoda .Al lado mío había un saco negro que alguien colocó para que no
le quitaran el lugar. El clima de la concurrencia era bueno y cordial. El
evento comenzó unos cuantos minutos más
tarde de lo previsto, característico de la puntualidad rioplatense.
Para
iniciar, se proyectaron imágenes en la pantalla: un avión que yacía entre un
manto blanco, en el que se podía leer Fuerza Aérea Uruguaya, y después los
cuerpos flacos y deteriorados de jóvenes barbudos que aparecían delante de la
aeronave.
¡Viven!,
se escuchó en la sala, cuando el anuncio fue dicho por el locutor de la radio
que se reflejaba en la pantalla. Después que el encargado paralizó la imagen,
comenzó una introducción del Sr. Cónsul a la visita de los anfitriones y a darnos la
bienvenida a Zerbino, Presidente del la Unión
de Rugby de Uruguay, y a Inciarte, Presidente
de la Fundación Viven. Esta se ocupa, entre otras cosas, de conseguir y financiar
trasplantes de órganos, explicó. Luego dio la palabra a los agasajados.
Atentos
empezamos a oír la voz, primero de Zerbino y por último a Inciarte, ex alumnos
de la escuela Stella Mary y jugadores de rugby del equipo Old Christians. Después
de años revivimos aquellos momentos que nos marcaron históricamente en
diferentes sentidos. Por un lado, recordar la amarga vivencia que siguió a
todos esos años, y por otro, conocer más a los protagonistas del milagro, como muchos lo
denominaron.
Zerbino
comenzó el relato. Yo me acomodé como pude en la fastidiosa silla .Dispuesta a
escuchar, le pedí a un muchacho de la fila delantera que se quitara el sobrero,
pues me impedía ver a los invitados. Por
suerte me hizo caso.
----Comenzaré relatando cómo ocurrieron los acontecimientos
y luego, ustedes me preguntan lo que quieran.
----Muy
bien.-se oyó por el fondo del salón.
Yo
trataba de reconocer los rostros jóvenes en las facciones que tenía delante de
mí. Me imaginaba la piel nueva y los
ojos alegres que brillaban con la juventud en los años en que sucedieron los
desafortunados hechos. Yo también era joven. De pronto me miré las manos y me di
cuenta que el tiempo dejaba huellas. Acaricié mi mano izquierda con la derecha
como queriendo alisar los pliegues que los años han dejado.
-----El
vuelo 571 había despegado de la Base
Aérea Uruguaya el doce de octubre, con cuarenta pasajeros y cinco tripulantes.
Tuvimos que detenernos por mal tiempo en el aeropuerto de El Plumerillo, en la
ciudad de Mendoza, donde dormimos esa noche. En la tarde del día posterior,
continuó el viaje hacia el destino, Santiago de Chile.
Ésa iba a ser mí pregunta : ¿Por qué un avión
de las Fuerza Aérea Uruguaya?.
------Lo
había conseguido un compañero por intermedio de un familiar, a treinta y nueve
dólares el pasaje.-continuó diciendo.
Claro,
los favores de los privilegiados,
cavilaba.
Todo
lo que vino después hizo que me olvidara de mis resentimientos. Tanto fue así
que se me quedó trancada la pregunta en mi garganta. La emoción invadió mis
sentimientos más profundos. Escuchar los antecedentes de lo sucedido y con qué
grandeza sobrellevaron el dolor. Venía a mi mente la nota hecha por el
periodista canadiense. ¿Hubiera resistido él? La lección que nos dieron cambió mi
manera de ver la vida. Hoy no me ofusco por pequeñeces.
___Una
noche que estábamos todos dentro del avión, a uno se le ocurrió salir a buscar
pizza. Preguntó: ¿Alguien quiere que le traiga algo? Otro le respondió: una
porción a caballo y una coca-cola.
Y
otro gritó: Loco, abrígate, que afuera
está haciendo mucho frío.
Todos
rieron en el salón. Zerbino tenía una manera muy especial de contar lo ocurrido
y nos fue atrapando con su manera de ser. Humilde, sencillo y de un gran
sentido de humor. Narró que, con una sonrisa entre los labios, se fue marchando
entre sus manos el mejor amigo. Inciarte, por su parte, era menos hablador y se enrojecía
con algunas bromas de él. Coche, como le decían sus amigos, avistaba
una blanca y escasa cabellera.
También
nos relató él cómo resistieron a la segunda avalancha de nieve. Nos dijo :
----Sentimos
un estruendo y todo quedó a oscuras. No sé cuántos días pasaron. Pensábamos que
de ésa no salíamos, pero nadie dijo nada. Estuvimos dándonos ánimo unos a
otros. Cantábamos, rezábamos, hacíamos chistes. No dejábamos que nadie se
durmiera, por eso, rotábamos los cánticos y los rezos. Convivíamos entre los cuerpos sin vida de algunos
compañeros que no resistieron. Todo parecía que se terminaba ahí, cuando de
pronto alguien vio una luz que se colaba quién sabe de dónde. Empezamos a cavar sin dirección alguna
entre la montaña blanca que se había introducido en el esqueleto del avión. Ahí
comenzamos a tener nuevamente un hilito de ilusión.
¡Paridos
por la nieve!, me dije, y una nube empañó mis ojos.
Ya
no sentía la incomodidad del asiento. Tuve la oportunidad de preguntar, pero no
lo hice. Me sentí incapaz de sobrevivir en las circunstancias que lo hicieron
ellos. La llaneza que transmitían me apagó la presunción que sentía y me
avergoncé de haberlos juzgado tan dura e infundadamente.
Esperé
ver cómo reaccionaban muchos de los concurrentes a la reunión. Miraba sus
rostros y algunos dejaban correr por las mejillas, sin disimular las gotas
saladas que espontáneamente brotaban. Otros bajaban la cabeza y, con las palmas
de sus manos, limpiaban con vergüenza las emociones que asomaban en sus ojos.
El silencio, que no era muy frecuente en ningún evento del club, se volvió
solemne ante las vivencias de los compatriotas. Yo nunca había llegado a
emocionarme como ese día. Necesitaba expresar lo que sentía y lo hice, después
de oír el relato de Inciarte.
----El
periodista empleó mal la expresión de canibalismo, se llama necrofagia-dijo sin
ningún ocultamiento.
Claro,
necrofagia es comer lo que está sin vida, y lo expresado en el comentario es
matar seres vivos para alimentarse, pensé.
---Tener
que valernos de eso fue insignificante comparado con lo que tuvimos que
afrontar. Un viento tajante nos embargó a todos cuando escuchamos por radio que
cesaba la búsqueda. Ante ese hecho decidimos salir en busca de un camino que
nos librara del infierno blanco.
Nos
hizo percibir los momentos difíciles que vivieron, con una delicadeza y
humildad difíciles de expresar. Pedí la
palabra y alguien me acercó el micrófono.
----Gracias,
de todo corazón. Creo que es mi sentimiento y el de todos los que aquí nos encontramos.
Todo ese amor que nos trasmitieron tocó muy fuerte en nuestros corazones. La
humildad y la enseñanza de vida que nos dejaron estarán por siempre en nuestro
recuerdo. Gracias por compartir hoy con nosotros.
Me
fui del salón con diferente ánimo, con
una mezcla de sentimientos y con la alegría de haber sido parte de la historia.
Sobrevivieron solamente dieciséis en los nevados picos de los Andes. Pasaron
setenta y dos días al borde de la muerte y a temperaturas bajo cero. No
tuvieron otra opción para poder sobrevivir.
La
tragedia de los Andes marcó a aquellos jóvenes de una manera muy especial, y yo
aprendí que nadie es más que nadie en este complejo juego de vivir.
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