Una leyenda entre
tantas.
Cierto día un padre conversaba con Dios sobre
el paraíso, más específicamente sobre el cielo y el infierno.
Quiero mostrarle el infierno, le dijo
Dios.Entraron en un salón donde había un delicioso guiso sobre la mesa, alrededor del cual se sentaban personas
con aspecto famélico.Se servían con cucharas de largos mangos que llegaban a la fuente del guiso pero no
podían llevar a sus bocas a causa de los largos mangos. Sufrían atrozmente.
Ahora, quiero mostrarle el paraíso, continuó
diciendo Dios. Y entraron en un salón semejante al primero, con
un sabroso guiso sobre la mesa, alrededor de
la cual se encontraban personas sirviéndose con idénticas cucharasde mangos largos. Pero estas personas están bien nutridas y trasmitían un aire alegre y feliz. El padre no comprendía
por qué. Entonces Dios le explicó: como puedes ver, es muy sencillo: estas personas aprendieron a alimentarse unas a otras.
Leyenda amazónica
Si en nuestra
sociedad lográramos ayudarnos unos a los otros, estaríamos con la misma actitud
de feliz, alegre, atentos,
amables y mucho menos
agresivos. Pero eso requiere que actúen todos los estamentos sociales-políticos,
que no se dependa
de una reunión
seguida por otras más, café mediante, en mullidas sillas y ambientes
climatizados olvidando el objetivo primordial.
Aporte de Adriana Rubano (extraido del Buscador Diario Florida)
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