Friday, January 27, 2012

Es todo cuestión de distancias.- Historias Cortitas.

Don Artigas Martinez, quien hace poco se nos fue para el potrero de donde no se vuelve, era un tipo muy alegre, ligero con la mente y la palabra, además de tanto andar, siempre tenía anécdotas  para alegrar el día. Sus cuentos casi siempre cortos e incisivos, servían para darle perspectiva a las cosas de la vida.
No sé si era nacido, pero si criado, allá por los pagos de Tres Islas en Cerro Largo. Para los que no conocen la zona, por la ruta 7, entre el Arroyo Tupambae y el Fraile Muerto, sale un camino de tierra, que culebreando entre el desierto de campo ganadero por unos 15 kilómetros, te lleva a Tres Islas. Para caserío es grande, pero para pueblo es chico.
Don Artigas, se fue para Montevideo, creo que también por un tiempo vivió en Argentina, cuando yo lo conocí, ya vivía en Toronto (Canadá), donde su hijo Eduardo, un amigo de siempre, me lo presento creo que por mediados del 70.
Sentados en una mesa de charla y cambiando anécdotas y mentiras del campo, Don Artigas empezó…
“Mire Ud. que hacia años que no iba a Tres Islas, pero un día nos subimos a un auto para ir a visitar el pueblo de la infancia. Para llegar, en un día muy seco y caluroso, tragamos más tierra que perdiz de cuneta. En diez minutos ya habíamos recorrido todo el pueblo y nos fuimos a las orillas del caserío, a parar en un boliche donde de jóvenes y cuando mi padre era comisario, matábamos las horas y los días.
Parecía que el tiempo se había paralizado, todo estaba exactamente igual, lo único que había cambiado era las caras de los parroquianos, ahora eran otros viejos. Acodados al mostrador nos miraban como buscando en sus fotografías antiguas, para ver si nos reconocían. De pronto uno se despierta, se dirige a mí y levantado los brazos para darme un abrazo pega el grito. ¿Artiguita sos vos?
El paisano me reconoció de cuando éramos gurises, ahí nomas ya dejamos de ser forasteros. Con una botella de caña y dos o tres parroquianos, nos fuimos a sentar afuera, bajo la sombra del alero del rancho. “Mira que hace años que no se te veía por acá… donde andabas… que haces…y los tuyos…contame”

El hombre no había salido nunca del pueblo, le gustaba la tranquilidad. Yo le conté todos los caminos que había hecho y que no había vuelto por el pueblo, porque a veces las distancias se hacen largas.
Ahí fue donde me acorde del hermano, le pregunte ¿y tu hermano Raul?  Me contesto “el se fue del pueblo hace años”, yo, curioso quería saber por donde andaba.

Se paro camino unos cinco pasos, levanto el brazo para indicar algo y me dijo “ves aquellos arboles que se ven en la cuchilla, p’al lado del Cerro de las Culebras, se mudo para ahí, ya casi ni viene al pueblo, es cuestión de distancias”. Y se volvió a sentar cabizbajo como extrañando a su hermano”.

El Tordillo

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