Con la emoción apretando por dentro
Anunciando la creación de un grupo de reflexión y propuesta educativa, participando con solemnidad, destacando varias facetas de su vida personal y pública, y entonando desde el Himno Nacional hasta canciones alusivas a la escuela rural, docentes, figuras políticas, integrantes de Ademu y movimientos de apoyo a familiares detenidos desaparecidos, homenajearon a Julio Castro.
La marcha de un puñado de docentes, algunos que compartieron vivencias y otros que comparten los diferentes movimientos, familiares o allegados a floridenses que vivieron el proceso de la dictadura o figuras políticas como el ex intendente Juan Giachetto, ediles, dirigentes y ciudadanos, recorrió 18 de Julio, Saravia y desembocó en el memorial floridense que homenajea a los detenidos desaparecidos en el acceso a la ciudad.
La oratoria inició con el repaso de la declaración del Movimiento de Educadores por la Paz. “Frente al hallazgo de los restos de nuestro querido maestro Julio Castro creemos necesario expresar: El profundo dolor de saber detalles de un final terrible, más terrible aún de lo que imaginábamos.
Creíamos posible que no hubiese soportado la tortura y que su frágil salud claudicara por la brutalidad con que era ejercida; pero no podemos comprender cómo alguien pudo torturar durante tres días y ejecutar cobardemente a una persona agonizante como Julio. Tampoco comprendemos cómo muchos de lo autores de semejantes bestialidades siguen sueltos caminando entre nosotros.
El impacto social que ha tenido el hallazgo de sus restos sólo es comparable al que producen los más atroces crímenes contra la humanidad y refleja que el pueblo uruguayo no ha perdido la sensibilidad, los valores y solidaridad que Julio predicaba y practicaba.
Julio ha reconciliado a los maestros con la sociedad; después de muchos años se dicen cosas positivas de los maestros y esa es una contribución más, a treinta y cuatro años de su desaparición, para la dignificación de la tarea docente y el papel de la educación. Nuevamente Julio Castro cumple la tarea de hacernos encontrar con el otro, como en los congresos y las reuniones gremiales o políticas de antaño.
Quienes lo asesinaron además de la vida, le quisieron robar la muerte. Pero a pesar de las mentiras su nombre se refugió durante décadas, clandestino, en bocas, papeles y en corazones para quedarse para siempre entre nosotros. Hasta que la tierra habló. Julio es hombre “quedado” decía Quijano, se sabe cuándo llega pero le cuesta partir y Julio se quedó, sigue hoy junto a nosotros.
Al ocultar sus restos bajo tierra, sus asesinos no pudieron borrar los caminos que Julio trazó sobre ella; quienes estallaron su cráneo no sabían que con ello difundieron más aun sus ideas. La vigencia de su pensamiento pedagógico y político nos permite convocar – convocarnos – a redoblar el esfuerzo por Verdad y Justicia, a redoblar el esfuerzo por una educación popular, autónoma, más justa, universal, contextualizada en el medio en el que se desarrolla, comprometida con los Derechos Humanos y la Cultura de Paz, dotada con los recursos necesarios para funcionar dignamente.
Por último compartimos un pensamiento extraído de La educación y la independencia nacional, Rumbo Nº 9, Instituto Cooperativo de Educación Rural (ICER) Montevideo, 1966.
“Los educadores, minoría privilegiada por cuanto su destino profesional los pone en la situación de crear y orientar el pensamiento colectivo, no pueden ni deben desertar de la tarea de poner claridad y realidad en el planteo de los problemas del Continente. Y ello vale tanto para el proceso de su formación, como para el sentido de las enseñanzas que impartan”.
SEMBRADOR. Con la reflexión de la maestra Amanda Della Ventura, quien llevó adelante el acto y homenaje, el grupo entonó después “Sembrador de Abecedarios”.
“Julio Castro fue un maestro vareliano compenetrado en los principios de la escuela y la educación pública. En dictadura se cumplió el centenario de José Pedro Varela y julio lo menciona en una carta enviada al maestro Miguel Soler exiliado en París”, dijo Della Ventura.
“En el área de nuestras actividades, o que lo fueron en otros tiempos, el desastre es total. A un siglo de aquel que adorna con su efigie todas las aulas [Julio Castro se está refiriendo a José Pedro Varela], su centenario resulta algo inenarrable (…). Seguimos aquí porque todavía somos útiles para algunas pequeñas cosas”, repasó sobre el escrito.
Por su parte, una de las fundadoras del grupo de apoyo a familiares detenidos y desaparecidos en Florida, Lizzy Langón, compartió un artículo del matutino La República que, a su parecer, “marca el impacto del encuentro de los restos de familiares que los estaban esperando”
“Hoy todos somos un poco más dignos”, encabeza el artículo y sigue así: “El cuerpo inerte cae sobre la tierra removida. Manos ensangrentadas bañan la improvisada tumba con cal viva para ocultar la verdad. El cuerpo se vuelve hueso y el hueso consigna.
Y espera. Son ocho años de paciente espera en la oscuridad, en el silencio. De pronto, una brisa fresca, una esperanza. Pero hay un pacto y la impunidad se vuelve ley. Todo se niega. Y la ilusión se desvanece.
Cinco años más. Cambian los que mandan pero nada cambia. El hueso espera. Es porfiado, tozudo.
Pasan los años y vuelven los que estaban para seguir negando. Los asesinos hacen su vida en democracia. Son felices. Creen que todo se olvida.
Otros cinco años de espera. De pronto el hueso escucha. Se habla de comisión y de paz, de búsqueda y de verdad. Pero la comisión es engañada. Le dicen que el hueso no está donde está, que se hizo ceniza y se diluyó en el mar. ¡Mienten!
Algunos no escuchan y afirman que es el punto final. Que un decreto borra el pasado.
Pasan otros cinco años. Y por suerte otros tienen ojos en la nuca. Y además tienen valentía y dignidad, y las puertas de los cuarteles dejan de ser inexpugnables. Y los asesinos van a juicio. Y van presos. Pero no hablan.
Y el hueso escucha el ruido que producen los picos y las palas. Están cerca, muy cerca. Otros huesos, en otras tumbas clandestinas, aparecen y gritan su verdad. Ya todo es posible. La impunidad se resquebraja. Pero hay que seguir esperando. Son unos años más.
Y finalmente, un 21 de octubre, la luz del sol toca el hueso después de 12.492 días de espera. Y la escena conmueve. El hueso no puede parar de contar su historia. Y mientras la cuenta, deja de ser hueso para transformarse en rostro y en recuerdo. Y dice que hubo tortura hasta lo insoportable. Y afirma que hubo una bala y una mano cobarde. Y que el móvil fue el miedo a sus ideas.
Y mientras cuenta, la gran mentira es enterrada porque, como todos saben, los maestros no mienten.
Y hoy todos somos un poco más dignos”.
VIDA. Otro docente hizo referencia a un artículo publicado en varios matutinos de la columnista y maestra, Olga Silva: “Su figura fue señera en la Historia de la Educación Uruguaya. Convivió con personalidades como la de Don Carlos Vaz Ferreira y Agustín Ferreiro. Fue compañero de ruta de los Maestros Jesualdo Sosa, Miguel Soler, Abner Prada, Reina Reyes, Clemente Estable, Martínez Matonte, Homero Grillo y tantos otros. Julio Castro brilló con su pensamiento y su compromiso, junto a todos ellos.
Su vida fue ejemplo de entrega por una causa: la de los más pobres. Hijo de un humilde hombre de campo, fue marcado por su origen. Pudo haber sido, como tantos otros, mimado por su inteligencia y haberse cobijado en puestos cómodos, donde los avatares sociales y políticos llegan acallados. Sin embargo, eligió comprometerse con los más pobres entre los pobres: los habitantes de los llamados “pueblos de ratas” o rancheríos, acá en el sur.
Fue el gestor de las misiones socio-pedagógicas, que tuvieron la virtud de dar a conocer y denunciar las condiciones de vida de quines vivían entre la opulencia de vacas gordas y ovejas llenas de lana, pero sufrían hambre, pasaban frío y andaban descalzos.
Fue fundador de la Federación Uruguaya del Magisterio (FUM). También del Semanario Marcha, junto a Don Carlos Quijano y del Frente Amplio, en 1971.
En Marcha, escribió: “Echaron los caballos a la huerta” cuando a principio de los sesenta, el gobierno de turno desbarató la experiencia del Núcleo de La Mina en Cerro Largo. Única experiencia de Educación Rural implementada en el país que a decir de Miguel Soler, era fundamental para “el futuro de la educación de la juventud campesina uruguaya”.
En 1976, a propósito de las destituciones de los docentes que no comulgaban con la dictadura, escribió: “Hay colegas que no tienen qué comer. Hay otros que se quedan sin casa. Los más quieren irse, pero no saben a dónde ni a qué. Todo ocurrió el primer día de clase. La gente fue a trabajar, terminadas las vacaciones y se encontraron, de golpe, expulsados de sus escuelas”. Fue así de simple, así de duro e injusto. Así lo vivimos.
Julio Castro pudo irse al extranjero. Tenía reconocimiento internacional, pero eligió quedarse y ayudar a todos los que pudiera. Vivió el “insilio” junto a tantos.
Las armas que usó fueron su bondad y su compromiso inclaudicable con los más pobres. Sólo ese fue el motivo de su secuestro, tortura y asesinato. Nos duele, nos indigna y nos compromete.
Hoy son sus huesos los que nos interpelan. Si su vida fue antorcha, también lo es su muerte. Hoy se discute sobre Educación en nuestro país y los falsos profetas están a la orden del día. Pareciera que la Pedagogía Uruguaya está vacía o peor: sus ideales perimidos. Ante los adoradores de pensamientos tecnocráticos y utilitarios, como si la Educación fuera oferta de mercado y los niños y docentes cuantificables en logros numéricos, la figura y el pensamiento de Julio Castro y sus compañeros de ruta nos desafían a que los leamos, analicemos y discutamos sus propuestas.
Miguel Soler aún vive y produce con enorme lucidez. Su compromiso es tan vigente como hace 50 años. Sus aportes son valiosísimos. Acaba de editar un libro junto a Luis Yarzábal, Elsa Gatti, Marta Demarchi, Mauricio Langón y otros. Allí se puede encontrar el espíritu de los grandes de nuestra Pedagogía.
Hay material para anteponer a las propuestas que no van a favor de los muchachos. Julio Castro, a 34 años de su asesinato, nos pide otra vez el compromiso de los docentes con los más pobres y necesitados. Allí está el auténtico problema.
Al decir del maestro Miguel Soler, recordarlo como Martir no basta, tenerlo presente como maestro, rápido y sencillo en el diagnóstico, sensatamente creativo en la propuesta, dialogante siempre. Nos es necesario ahora”.
PLACA NUEVA. La maestra Amanda Della Ventura, también fue referenciada en el acto, al leerse allí, su reciente exposición en la Junta Departamental, donde además solicita una nueva placa que “actualice” la aparición de Castro: “En el día de ayer fue anunciado oficialmente que los restos encontrados el pasado 21 de octubre en el Batallón 14 correspondían al maestro y periodista, detenido y desaparecido durante 34 años, Julio Castro Pérez.
Oriundo de Florida, más precisamente de la zona de La Cruz, concurrió a la escuela de Pintado, estudió magisterio y fue un Maestro con mayúsculas, reconocido por sus aportes en lo pedagógico, a nivel nacional e internacional.
Un maestro comprometido con su tiempo, comprometido con los más postergados, “los de abajo” como los llamó en una de sus obras y, en particular con quienes vivían en el medio rural, participando en la creación de las Misiones Socio- Pedagógicas en pequeñas localidades de nuestro interior profundo.
Escribió varios libros sobre la educación con propuestas innovadoras y trascendentes, como “El banco fijo y la mesa colectiva”.
También con vocación de periodista, participó en diferentes publicaciones siendo fundador del semanario Marcha.
Fue militante del P. Nacional durante muchos años. En 1971 fue uno de los fundadores del Frente Amplio.
En la Dictadura desarrolló una tarea solidaria, ayudando a quienes iban a exiliarse, a encontrar cobijo en otros países, más precisamente a través de la Embajada de México.
Pero, evidentemente, sobre Julio Castro, este porfiado y solidario maestro, pusieron los responsables de la Dictadura, sus ojos.
El 1º de agosto de 1977 fue secuestrado por integrantes del Servicio de Información de Defensa (SID), o sea Inteligencia Militar, y llevado al centro de reclusión clandestino La Casona ubicada en la calle Millán 4269, esquina Tomás Gomensoro.
A partir de ahí su esposa Zaira, sus hijos y sus amistades no volvieron a verlo y pasó a ser un “desaparecido”. Tenía 68 años y un frágil estado de salud. Padecía un aneurisma cerebral por el que los médicos, en la imposibilidad de operarlo por la ubicación del mismo, le aconsejaban bajar los niveles de stress y evitar episodios de hipertensión que pudieran provocarle infarto cerebral y muerte.
Por ello era creíble la versión final de la Comisión para la Paz donde se decía que el 3 de agosto había muerto, víctima de la tortura. La Comisión agregaba además, que los restos habían sido enterrados en el Batallón 14 de Toledo y luego desenterrados en 1984, incinerados y tiradas sus cenizas al mar.
Sin embargo, a partir de ayer, los uruguayos pudimos comprobar que estas conlusiones no eran verdaderas y que quienes habían informado esto desde la órbita militar, habían mentido y en varios aspectos.
Julio Castro no murió víctima de la tortura sino que, aunque se lo torturó como lo prueban sus manos y pies atados y su costilla rota, según el informe forense, sin embargo, la causa de su muerte fue un tiro en la parte frontal de su cabeza. O sea, lisa y llanamente, que lo ultimaron, que lo ejecutaron. Así se demuestra una vez más que en las cárceles de la Dictadura se asesinó gente, se asesinaron compatriotas. Que existió el Terrorismo de Estado ya que desde el Estado se llevaron adelante prácticas como el secuestro, la tortura, la desaparición forzada y el asesinato de personas indefensas.
Se desmorona la denominada “teoría de los dos demonios”, la que usa como argumento que se trataba de dos bandos en lucha y que la muerte podía ser una consecuencia lógica de los implicados en tal lucha. Julio Castro no formaba parte de ningún grupo armado. Como decíamos al inicio solamente era un maestro comprometido con la realidad del tiempo que le tocó vivir y con los más humildes de nuestro país y de América.
Sr. Presidente: en agosto de 2009 esta Junta Departamental colocó una placa en recuerdo de los cuatro floridenses detenidos- desaparecidos: María Antonia Castro, Mario Martínez, Carlos Modernell y Julio Castro.
Creemos que ahora corresponde la colocación, por parte también de esta Junta Deptal. de una placa que informe lo sucedido en estos días, como aporte a la Memoria y a la Verdad. El texto podría ser el siguiente, por supuesto que abierto a sugerencias y modificaciones: “El día 21 de octubre de 2011 fueron encontrados los restos del maestro y periodista Julio Castro Pérez, que habían sido enterrados en el Batallón Nº14 de Toledo durante la Dictadura”
Pensamos que tal placa debe ser colocada junto a la estela ubicada sobre las calles Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, como decíamos, en el año 2009.
Pido que mis palabras pasen a la Comisión de Legislación y Nomenclator del Cuerpo, a la IDF, a Ademu- Florida y al Grupo de Apoyo de Florida a Familiares de Detenidos Desaparecidos.
LA CRUZ CERCA. El maestro Carlos Martínez Latorraca, oriundo de La Cruz, y quien conoció a su coterráneo “más de cerca”, se explayó sobre los momentos compartidos.
Martínez recordó haber sido becado en el año 1966 por el Instituto Normal para concurrir a un curso de misiones socio-pedagógicas organizado por el grupo Nelly Soler, un grupo de estudiantes magisteriales de Montevideo.
“Eso fue en turismo del 67 y entre el grupo de docentes estaba Julio Castro. Allí tuve la posibilidad de conocerlo. Yo tampoco sabía que había nacido en La Cruz. Sabía su trayectoria como maestro porque había leído los trabajos que habían hecho los maestros que desemboca en el año 49 en el congreso de Piriápolis, donde se redacta el programa rural del 49 y anteriormente su intervención para la creación de las escuelas granjas en nuestro país”.
Para Martínez “fue una suerte (. . .) conversar con él e intercambiar ideas, y en ese momento es donde me dice que era nacido en el mismo pueblo en donde aún vivía”, recordó.
“Tuve la suerte -insiste- de seguir tratándolo y que en este grupo, Nelly Soler, habían dos queridos compañeros que la vida no me permitió verlos más: Elena Quinteros, estudiante en ese momento y Gustavo Inzaurralde, ambos desaparecidos en Paraguay”.
Ese grupo, dijo Martínez, “era la flor y nata de la educación rural que en ese momento habían creado el instituto de educación rural y el gobierno les había cerrado las puertas para llevar adelante el programa de educación fundamental, que también Julio Castro en el año 1950 había enseñado a miles de maestros en Latinoamérica de como pararse frente al alumno del campo en cualquier lugar de América”.
“En 1971 tuve la suerte de volver a verlo en La Cruz, en donde creamos el primer comité de base (del Frente Amplio) en el mes de setiembre”.
Sobre su última vista de Castro, Martínez repasó que fue en Florida. “La última vez que lo vi estaban conversando en el Café del Centro con “Beto” Dibarboure, Juan Manuel Fernández y el “Tito” Falcón. Me llamaron para hacerme algunas preguntas y eso fue, tal vez, premonitorio, porque fue la última vez que pude ver vivo a Julio Castro, dos o tres meses antes de la aciaga circunstancia que lo llevó a desaparecer”.
Castro, según Martínez, fue un perseguido por otras dictaduras. “En 1935, hombre joven y militante del Partido Nacional (porque también militó allí muchos años), da una conferencia en el museo pedagógico y obviamente critica duramente a la dictadura del momento.
La consecuencia es la destitución de Julio Castro como maestro, cargo que había ganado como siempre en buena ley y era la dictadura de Terra en ese momento”.
El maestro Martínez también hizo hincapié de que “Florida, producto de cierta civilización, fue el primer lugar en donde una calle lleva el nombre de Julio Castro.
Fue en la década del 90 y quien tuvo especial participación fue la compañera Amanda Della Ventura desde la Junta Departamental, donde la apoyaron la comisión y las bancadas”.
Martínez repasó también un artículo, éste suyo, aparecido hace una década, en la revista “La educación del pueblo”, donde recordaba a Julio Castro y describe la calle que lleva su nombre.
“Comienza en una esquina formada por el Molino Florida, planta industrial en donde trabajan cien floridenses, la plaza Conde de Floridablanca y una plaza que pertenece a la Utu. Allí, la Asociación de Maestros de Florida, levantó un monolito que recuerda a Julio.
La calle inmediatamente toma contacto con la Avenida Artigas. Que extraordinaria unión de esos nombres: Artigas, Julio Castro, y luego pasa por el granero o depósito Santos Muracciole, de la sociedad de Productores de Leche y llega a la cooperativa de obreros de la Lanera Piedra Alta, allí el acceso al Club Avenida y viene una extensa zona poblada y termina en la Lanera que da trabajo a otro centenar de floridenses…es una calle de barrio pero con la magnificencia propia del nombre que lleva. Y late allí, como testimonio de que Julio Castro pervive entre nosotros”.
Un poema de su hijo, el periodista Emilio Martínez Muracciole, fue el cierre de la oratoria de Martínez. “Y terminó leyendo algo que descubrí en internet y me terminé enterando que era de un hijo mío”, dijo antes.
(…)
AMOR AL CAMPO. Amanda Della Ventura, recordó que en las últimas horas, en la Facultad de Medicina, se realizó un homenaje a todos los que pasaron por allí y fueron detenidos desaparecidos durante la dictadura. “Allí se incluyó a la coterránea, María Antonia Castro”, expresó bajo un nuevo aplauso.
Luego, dio lectura a un nuevo escrito de Castro, sobre la misión socio-pedagógica en Caraguatá (Tacuarembó):
“Allí, en Caraguatá, el pobrerío no se lava. No vimos un solo pedazo de jabón, ni palangana que hubiera sido usada. La mugre, la suciedad más inverosímil impera en toda su plenitud, especialmente entre los niños. La ropa que éstos usaban – que por otra parte eran sólo andrajos – no había sido lavada ni remendada nunca.
Y si uno preguntaba por todo esto, invariablemente obtenía estas respuestas: No tenemos hilo; no tenemos jabón; no tenemos agua; no tenemos frazadas; no tenemos…”.
“Esa fue la realidad que se encontraron en la misión socio-pedagógica Julio Castro y los maestros de su tiempo.
Realidad que trabajaron para cambiar y que mejor homenaje que terminar entonando juntos esa canción que cuyo autor es quien fuera amigo entrañable de Julio Castro, Miguel Soler, y que muestra el amor a la vida y a la escuela rural, uno de los afectos más sentidos de Julio Castro porque en ella y en su entorno estaban los de abajo, los postergados, los del interior profundo y los niños de ese medio rural”.
El homenaje cerró entonces, con la entonación del “Himno a la escuela rural”.
La marcha de un puñado de docentes, algunos que compartieron vivencias y otros que comparten los diferentes movimientos, familiares o allegados a floridenses que vivieron el proceso de la dictadura o figuras políticas como el ex intendente Juan Giachetto, ediles, dirigentes y ciudadanos, recorrió 18 de Julio, Saravia y desembocó en el memorial floridense que homenajea a los detenidos desaparecidos en el acceso a la ciudad.
La oratoria inició con el repaso de la declaración del Movimiento de Educadores por la Paz. “Frente al hallazgo de los restos de nuestro querido maestro Julio Castro creemos necesario expresar: El profundo dolor de saber detalles de un final terrible, más terrible aún de lo que imaginábamos.
Creíamos posible que no hubiese soportado la tortura y que su frágil salud claudicara por la brutalidad con que era ejercida; pero no podemos comprender cómo alguien pudo torturar durante tres días y ejecutar cobardemente a una persona agonizante como Julio. Tampoco comprendemos cómo muchos de lo autores de semejantes bestialidades siguen sueltos caminando entre nosotros.
El impacto social que ha tenido el hallazgo de sus restos sólo es comparable al que producen los más atroces crímenes contra la humanidad y refleja que el pueblo uruguayo no ha perdido la sensibilidad, los valores y solidaridad que Julio predicaba y practicaba.
Julio ha reconciliado a los maestros con la sociedad; después de muchos años se dicen cosas positivas de los maestros y esa es una contribución más, a treinta y cuatro años de su desaparición, para la dignificación de la tarea docente y el papel de la educación. Nuevamente Julio Castro cumple la tarea de hacernos encontrar con el otro, como en los congresos y las reuniones gremiales o políticas de antaño.
Información:
El día miércoles a las 19 horas se realizará el primer encuentro del grupo Julio Castro de reflexión y propuesta educativa con la participación del grupo educadores por la paz que preside el maestro Julio Arredondo, y Víctor Brindisi.
Quienes lo asesinaron además de la vida, le quisieron robar la muerte. Pero a pesar de las mentiras su nombre se refugió durante décadas, clandestino, en bocas, papeles y en corazones para quedarse para siempre entre nosotros. Hasta que la tierra habló. Julio es hombre “quedado” decía Quijano, se sabe cuándo llega pero le cuesta partir y Julio se quedó, sigue hoy junto a nosotros.
Al ocultar sus restos bajo tierra, sus asesinos no pudieron borrar los caminos que Julio trazó sobre ella; quienes estallaron su cráneo no sabían que con ello difundieron más aun sus ideas. La vigencia de su pensamiento pedagógico y político nos permite convocar – convocarnos – a redoblar el esfuerzo por Verdad y Justicia, a redoblar el esfuerzo por una educación popular, autónoma, más justa, universal, contextualizada en el medio en el que se desarrolla, comprometida con los Derechos Humanos y la Cultura de Paz, dotada con los recursos necesarios para funcionar dignamente.
Por último compartimos un pensamiento extraído de La educación y la independencia nacional, Rumbo Nº 9, Instituto Cooperativo de Educación Rural (ICER) Montevideo, 1966.
“Los educadores, minoría privilegiada por cuanto su destino profesional los pone en la situación de crear y orientar el pensamiento colectivo, no pueden ni deben desertar de la tarea de poner claridad y realidad en el planteo de los problemas del Continente. Y ello vale tanto para el proceso de su formación, como para el sentido de las enseñanzas que impartan”.
SEMBRADOR. Con la reflexión de la maestra Amanda Della Ventura, quien llevó adelante el acto y homenaje, el grupo entonó después “Sembrador de Abecedarios”.
“Julio Castro fue un maestro vareliano compenetrado en los principios de la escuela y la educación pública. En dictadura se cumplió el centenario de José Pedro Varela y julio lo menciona en una carta enviada al maestro Miguel Soler exiliado en París”, dijo Della Ventura.
“En el área de nuestras actividades, o que lo fueron en otros tiempos, el desastre es total. A un siglo de aquel que adorna con su efigie todas las aulas [Julio Castro se está refiriendo a José Pedro Varela], su centenario resulta algo inenarrable (…). Seguimos aquí porque todavía somos útiles para algunas pequeñas cosas”, repasó sobre el escrito.
Por su parte, una de las fundadoras del grupo de apoyo a familiares detenidos y desaparecidos en Florida, Lizzy Langón, compartió un artículo del matutino La República que, a su parecer, “marca el impacto del encuentro de los restos de familiares que los estaban esperando”
“Hoy todos somos un poco más dignos”, encabeza el artículo y sigue así: “El cuerpo inerte cae sobre la tierra removida. Manos ensangrentadas bañan la improvisada tumba con cal viva para ocultar la verdad. El cuerpo se vuelve hueso y el hueso consigna.
Y espera. Son ocho años de paciente espera en la oscuridad, en el silencio. De pronto, una brisa fresca, una esperanza. Pero hay un pacto y la impunidad se vuelve ley. Todo se niega. Y la ilusión se desvanece.
Cinco años más. Cambian los que mandan pero nada cambia. El hueso espera. Es porfiado, tozudo.
Pasan los años y vuelven los que estaban para seguir negando. Los asesinos hacen su vida en democracia. Son felices. Creen que todo se olvida.
Otros cinco años de espera. De pronto el hueso escucha. Se habla de comisión y de paz, de búsqueda y de verdad. Pero la comisión es engañada. Le dicen que el hueso no está donde está, que se hizo ceniza y se diluyó en el mar. ¡Mienten!
Algunos no escuchan y afirman que es el punto final. Que un decreto borra el pasado.
Pasan otros cinco años. Y por suerte otros tienen ojos en la nuca. Y además tienen valentía y dignidad, y las puertas de los cuarteles dejan de ser inexpugnables. Y los asesinos van a juicio. Y van presos. Pero no hablan.
Y el hueso escucha el ruido que producen los picos y las palas. Están cerca, muy cerca. Otros huesos, en otras tumbas clandestinas, aparecen y gritan su verdad. Ya todo es posible. La impunidad se resquebraja. Pero hay que seguir esperando. Son unos años más.
Y finalmente, un 21 de octubre, la luz del sol toca el hueso después de 12.492 días de espera. Y la escena conmueve. El hueso no puede parar de contar su historia. Y mientras la cuenta, deja de ser hueso para transformarse en rostro y en recuerdo. Y dice que hubo tortura hasta lo insoportable. Y afirma que hubo una bala y una mano cobarde. Y que el móvil fue el miedo a sus ideas.
Y mientras cuenta, la gran mentira es enterrada porque, como todos saben, los maestros no mienten.
Y hoy todos somos un poco más dignos”.
VIDA. Otro docente hizo referencia a un artículo publicado en varios matutinos de la columnista y maestra, Olga Silva: “Su figura fue señera en la Historia de la Educación Uruguaya. Convivió con personalidades como la de Don Carlos Vaz Ferreira y Agustín Ferreiro. Fue compañero de ruta de los Maestros Jesualdo Sosa, Miguel Soler, Abner Prada, Reina Reyes, Clemente Estable, Martínez Matonte, Homero Grillo y tantos otros. Julio Castro brilló con su pensamiento y su compromiso, junto a todos ellos.
Su vida fue ejemplo de entrega por una causa: la de los más pobres. Hijo de un humilde hombre de campo, fue marcado por su origen. Pudo haber sido, como tantos otros, mimado por su inteligencia y haberse cobijado en puestos cómodos, donde los avatares sociales y políticos llegan acallados. Sin embargo, eligió comprometerse con los más pobres entre los pobres: los habitantes de los llamados “pueblos de ratas” o rancheríos, acá en el sur.
Fue el gestor de las misiones socio-pedagógicas, que tuvieron la virtud de dar a conocer y denunciar las condiciones de vida de quines vivían entre la opulencia de vacas gordas y ovejas llenas de lana, pero sufrían hambre, pasaban frío y andaban descalzos.
Fue fundador de la Federación Uruguaya del Magisterio (FUM). También del Semanario Marcha, junto a Don Carlos Quijano y del Frente Amplio, en 1971.
En Marcha, escribió: “Echaron los caballos a la huerta” cuando a principio de los sesenta, el gobierno de turno desbarató la experiencia del Núcleo de La Mina en Cerro Largo. Única experiencia de Educación Rural implementada en el país que a decir de Miguel Soler, era fundamental para “el futuro de la educación de la juventud campesina uruguaya”.
En 1976, a propósito de las destituciones de los docentes que no comulgaban con la dictadura, escribió: “Hay colegas que no tienen qué comer. Hay otros que se quedan sin casa. Los más quieren irse, pero no saben a dónde ni a qué. Todo ocurrió el primer día de clase. La gente fue a trabajar, terminadas las vacaciones y se encontraron, de golpe, expulsados de sus escuelas”. Fue así de simple, así de duro e injusto. Así lo vivimos.
Julio Castro pudo irse al extranjero. Tenía reconocimiento internacional, pero eligió quedarse y ayudar a todos los que pudiera. Vivió el “insilio” junto a tantos.
Las armas que usó fueron su bondad y su compromiso inclaudicable con los más pobres. Sólo ese fue el motivo de su secuestro, tortura y asesinato. Nos duele, nos indigna y nos compromete.
Hoy son sus huesos los que nos interpelan. Si su vida fue antorcha, también lo es su muerte. Hoy se discute sobre Educación en nuestro país y los falsos profetas están a la orden del día. Pareciera que la Pedagogía Uruguaya está vacía o peor: sus ideales perimidos. Ante los adoradores de pensamientos tecnocráticos y utilitarios, como si la Educación fuera oferta de mercado y los niños y docentes cuantificables en logros numéricos, la figura y el pensamiento de Julio Castro y sus compañeros de ruta nos desafían a que los leamos, analicemos y discutamos sus propuestas.
Miguel Soler aún vive y produce con enorme lucidez. Su compromiso es tan vigente como hace 50 años. Sus aportes son valiosísimos. Acaba de editar un libro junto a Luis Yarzábal, Elsa Gatti, Marta Demarchi, Mauricio Langón y otros. Allí se puede encontrar el espíritu de los grandes de nuestra Pedagogía.
Hay material para anteponer a las propuestas que no van a favor de los muchachos. Julio Castro, a 34 años de su asesinato, nos pide otra vez el compromiso de los docentes con los más pobres y necesitados. Allí está el auténtico problema.
Al decir del maestro Miguel Soler, recordarlo como Martir no basta, tenerlo presente como maestro, rápido y sencillo en el diagnóstico, sensatamente creativo en la propuesta, dialogante siempre. Nos es necesario ahora”.
PLACA NUEVA. La maestra Amanda Della Ventura, también fue referenciada en el acto, al leerse allí, su reciente exposición en la Junta Departamental, donde además solicita una nueva placa que “actualice” la aparición de Castro: “En el día de ayer fue anunciado oficialmente que los restos encontrados el pasado 21 de octubre en el Batallón 14 correspondían al maestro y periodista, detenido y desaparecido durante 34 años, Julio Castro Pérez.
Oriundo de Florida, más precisamente de la zona de La Cruz, concurrió a la escuela de Pintado, estudió magisterio y fue un Maestro con mayúsculas, reconocido por sus aportes en lo pedagógico, a nivel nacional e internacional.
Un maestro comprometido con su tiempo, comprometido con los más postergados, “los de abajo” como los llamó en una de sus obras y, en particular con quienes vivían en el medio rural, participando en la creación de las Misiones Socio- Pedagógicas en pequeñas localidades de nuestro interior profundo.
Escribió varios libros sobre la educación con propuestas innovadoras y trascendentes, como “El banco fijo y la mesa colectiva”.
También con vocación de periodista, participó en diferentes publicaciones siendo fundador del semanario Marcha.
Fue militante del P. Nacional durante muchos años. En 1971 fue uno de los fundadores del Frente Amplio.
En la Dictadura desarrolló una tarea solidaria, ayudando a quienes iban a exiliarse, a encontrar cobijo en otros países, más precisamente a través de la Embajada de México.
Pero, evidentemente, sobre Julio Castro, este porfiado y solidario maestro, pusieron los responsables de la Dictadura, sus ojos.
El 1º de agosto de 1977 fue secuestrado por integrantes del Servicio de Información de Defensa (SID), o sea Inteligencia Militar, y llevado al centro de reclusión clandestino La Casona ubicada en la calle Millán 4269, esquina Tomás Gomensoro.
A partir de ahí su esposa Zaira, sus hijos y sus amistades no volvieron a verlo y pasó a ser un “desaparecido”. Tenía 68 años y un frágil estado de salud. Padecía un aneurisma cerebral por el que los médicos, en la imposibilidad de operarlo por la ubicación del mismo, le aconsejaban bajar los niveles de stress y evitar episodios de hipertensión que pudieran provocarle infarto cerebral y muerte.
Por ello era creíble la versión final de la Comisión para la Paz donde se decía que el 3 de agosto había muerto, víctima de la tortura. La Comisión agregaba además, que los restos habían sido enterrados en el Batallón 14 de Toledo y luego desenterrados en 1984, incinerados y tiradas sus cenizas al mar.
Sin embargo, a partir de ayer, los uruguayos pudimos comprobar que estas conlusiones no eran verdaderas y que quienes habían informado esto desde la órbita militar, habían mentido y en varios aspectos.
Julio Castro no murió víctima de la tortura sino que, aunque se lo torturó como lo prueban sus manos y pies atados y su costilla rota, según el informe forense, sin embargo, la causa de su muerte fue un tiro en la parte frontal de su cabeza. O sea, lisa y llanamente, que lo ultimaron, que lo ejecutaron. Así se demuestra una vez más que en las cárceles de la Dictadura se asesinó gente, se asesinaron compatriotas. Que existió el Terrorismo de Estado ya que desde el Estado se llevaron adelante prácticas como el secuestro, la tortura, la desaparición forzada y el asesinato de personas indefensas.
Se desmorona la denominada “teoría de los dos demonios”, la que usa como argumento que se trataba de dos bandos en lucha y que la muerte podía ser una consecuencia lógica de los implicados en tal lucha. Julio Castro no formaba parte de ningún grupo armado. Como decíamos al inicio solamente era un maestro comprometido con la realidad del tiempo que le tocó vivir y con los más humildes de nuestro país y de América.
Sr. Presidente: en agosto de 2009 esta Junta Departamental colocó una placa en recuerdo de los cuatro floridenses detenidos- desaparecidos: María Antonia Castro, Mario Martínez, Carlos Modernell y Julio Castro.
Creemos que ahora corresponde la colocación, por parte también de esta Junta Deptal. de una placa que informe lo sucedido en estos días, como aporte a la Memoria y a la Verdad. El texto podría ser el siguiente, por supuesto que abierto a sugerencias y modificaciones: “El día 21 de octubre de 2011 fueron encontrados los restos del maestro y periodista Julio Castro Pérez, que habían sido enterrados en el Batallón Nº14 de Toledo durante la Dictadura”
Pensamos que tal placa debe ser colocada junto a la estela ubicada sobre las calles Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, como decíamos, en el año 2009.
Pido que mis palabras pasen a la Comisión de Legislación y Nomenclator del Cuerpo, a la IDF, a Ademu- Florida y al Grupo de Apoyo de Florida a Familiares de Detenidos Desaparecidos.
LA CRUZ CERCA. El maestro Carlos Martínez Latorraca, oriundo de La Cruz, y quien conoció a su coterráneo “más de cerca”, se explayó sobre los momentos compartidos.
Martínez recordó haber sido becado en el año 1966 por el Instituto Normal para concurrir a un curso de misiones socio-pedagógicas organizado por el grupo Nelly Soler, un grupo de estudiantes magisteriales de Montevideo.
“Eso fue en turismo del 67 y entre el grupo de docentes estaba Julio Castro. Allí tuve la posibilidad de conocerlo. Yo tampoco sabía que había nacido en La Cruz. Sabía su trayectoria como maestro porque había leído los trabajos que habían hecho los maestros que desemboca en el año 49 en el congreso de Piriápolis, donde se redacta el programa rural del 49 y anteriormente su intervención para la creación de las escuelas granjas en nuestro país”.
Para Martínez “fue una suerte (. . .) conversar con él e intercambiar ideas, y en ese momento es donde me dice que era nacido en el mismo pueblo en donde aún vivía”, recordó.
“Tuve la suerte -insiste- de seguir tratándolo y que en este grupo, Nelly Soler, habían dos queridos compañeros que la vida no me permitió verlos más: Elena Quinteros, estudiante en ese momento y Gustavo Inzaurralde, ambos desaparecidos en Paraguay”.
Ese grupo, dijo Martínez, “era la flor y nata de la educación rural que en ese momento habían creado el instituto de educación rural y el gobierno les había cerrado las puertas para llevar adelante el programa de educación fundamental, que también Julio Castro en el año 1950 había enseñado a miles de maestros en Latinoamérica de como pararse frente al alumno del campo en cualquier lugar de América”.
“En 1971 tuve la suerte de volver a verlo en La Cruz, en donde creamos el primer comité de base (del Frente Amplio) en el mes de setiembre”.
Sobre su última vista de Castro, Martínez repasó que fue en Florida. “La última vez que lo vi estaban conversando en el Café del Centro con “Beto” Dibarboure, Juan Manuel Fernández y el “Tito” Falcón. Me llamaron para hacerme algunas preguntas y eso fue, tal vez, premonitorio, porque fue la última vez que pude ver vivo a Julio Castro, dos o tres meses antes de la aciaga circunstancia que lo llevó a desaparecer”.
Castro, según Martínez, fue un perseguido por otras dictaduras. “En 1935, hombre joven y militante del Partido Nacional (porque también militó allí muchos años), da una conferencia en el museo pedagógico y obviamente critica duramente a la dictadura del momento.
La consecuencia es la destitución de Julio Castro como maestro, cargo que había ganado como siempre en buena ley y era la dictadura de Terra en ese momento”.
El maestro Martínez también hizo hincapié de que “Florida, producto de cierta civilización, fue el primer lugar en donde una calle lleva el nombre de Julio Castro.
Fue en la década del 90 y quien tuvo especial participación fue la compañera Amanda Della Ventura desde la Junta Departamental, donde la apoyaron la comisión y las bancadas”.
Martínez repasó también un artículo, éste suyo, aparecido hace una década, en la revista “La educación del pueblo”, donde recordaba a Julio Castro y describe la calle que lleva su nombre.
“Comienza en una esquina formada por el Molino Florida, planta industrial en donde trabajan cien floridenses, la plaza Conde de Floridablanca y una plaza que pertenece a la Utu. Allí, la Asociación de Maestros de Florida, levantó un monolito que recuerda a Julio.
La calle inmediatamente toma contacto con la Avenida Artigas. Que extraordinaria unión de esos nombres: Artigas, Julio Castro, y luego pasa por el granero o depósito Santos Muracciole, de la sociedad de Productores de Leche y llega a la cooperativa de obreros de la Lanera Piedra Alta, allí el acceso al Club Avenida y viene una extensa zona poblada y termina en la Lanera que da trabajo a otro centenar de floridenses…es una calle de barrio pero con la magnificencia propia del nombre que lleva. Y late allí, como testimonio de que Julio Castro pervive entre nosotros”.
Un poema de su hijo, el periodista Emilio Martínez Muracciole, fue el cierre de la oratoria de Martínez. “Y terminó leyendo algo que descubrí en internet y me terminé enterando que era de un hijo mío”, dijo antes.
(…)
AMOR AL CAMPO. Amanda Della Ventura, recordó que en las últimas horas, en la Facultad de Medicina, se realizó un homenaje a todos los que pasaron por allí y fueron detenidos desaparecidos durante la dictadura. “Allí se incluyó a la coterránea, María Antonia Castro”, expresó bajo un nuevo aplauso.
Luego, dio lectura a un nuevo escrito de Castro, sobre la misión socio-pedagógica en Caraguatá (Tacuarembó):
“Allí, en Caraguatá, el pobrerío no se lava. No vimos un solo pedazo de jabón, ni palangana que hubiera sido usada. La mugre, la suciedad más inverosímil impera en toda su plenitud, especialmente entre los niños. La ropa que éstos usaban – que por otra parte eran sólo andrajos – no había sido lavada ni remendada nunca.
Y si uno preguntaba por todo esto, invariablemente obtenía estas respuestas: No tenemos hilo; no tenemos jabón; no tenemos agua; no tenemos frazadas; no tenemos…”.
“Esa fue la realidad que se encontraron en la misión socio-pedagógica Julio Castro y los maestros de su tiempo.
Realidad que trabajaron para cambiar y que mejor homenaje que terminar entonando juntos esa canción que cuyo autor es quien fuera amigo entrañable de Julio Castro, Miguel Soler, y que muestra el amor a la vida y a la escuela rural, uno de los afectos más sentidos de Julio Castro porque en ella y en su entorno estaban los de abajo, los postergados, los del interior profundo y los niños de ese medio rural”.
El homenaje cerró entonces, con la entonación del “Himno a la escuela rural”.
No comments:
Post a Comment