Thursday, November 11, 2010

Historias cortitas.-Troperos


Troperos.-

¿Tata, cuando vamos a llegar a las casas?

“Si todo sigue así y podemos cruzar la tropa por el bajo del Tornero, antes de que llegue la creciente y nos corte el paso, creo que para el martes dormimos en el rancho y comemos un guiso de tu madre”

“Mire Tata que hace cuatro días que salimos de lo de Don Pedro y usted le dijo que en seis días entregaba la tropa en Berrondo”

“M’ijo, los tiempos del tropero y sus animales, no son los mismos que los de la gente que duerme en estancias y toma mate alrededor del fogón techado, usted ha visto que desde que salimos, el viento nos ha castigado, la lluvia no ha escampado, los animales se pegan en los barrizales, hemos tenido que buscarle la vuelta a los pasos, ya que el agua en todos lados está más arriba de donde por costumbre dormimos. El que está en el pueblo o en la estancia, ya está tomando mate y asando el capón, mientras que nosotros no tenemos todavía resguardo o brete donde dejar los bichos, su poncho ya pesa más que usted, esta calado por la lluvia, no se preocupe por las horas y los días, ya vamos a llegar cuando Tatadiós disponga.

Los días del tropero son hechos con los caprichos del tiempo, días cortos pero con muchas leguas avanzadas, cuando el sol radiante invita a atar los abrigos en los tientos del recado, cuando la brisa acaricia la cara y hace que el tropero silbando un estilo, simplemente siga a los animales que pastando y al tranco se comen las distancias. Cuando a la tardecita uno se baja del caballo, contento, junta unas ramitas, mientras toma mate chamusca un churrasco a la llama y después de comer, se tiende boca arriba a mirar el cielo límpido y a contar estrellas. En esas noches tranquilas en que ni brete se precisa, porque hasta los animales están disfrutando el descanso, es cuando es lindo ser tropero.

Pero también están los días como los últimos que hemos tenido, donde la humedad, por arriba y por abajo, llega hasta la verija, donde los bichos asustados ni siquiera quieren parar, donde los bretes que siempre usamos están tapados por la creciente, cuando la cena es un pedazo de charque salado masticado mientras se hace rodeo para que los animales no se desperdiguen, cuando un jarro de agua nos lava la amargura del día.

Esos son los días, en que se debe acordar de los otros que hablábamos antes, de esa manera hasta en los peores momentos, usted va tener un buen día. Vea usted m’hijo, que somos pocos los que vamos quedando, que pueden disfrutar de horizontes con soles brillantes, de noches con refucilos que nos marcan el camino, que desde el caballo disfrutan del canto de la perdiz, el trote del avestruz, el vuelo gracioso de las aves de rapiña, el mugido de animales que desde atrás de los alambrados piden para unirse a nuestra caravana. De asados comidos a la sombra de un monte de eucaliptus, de mojarse las patas sentado en las piedras de un arroyo, de siestas bajo un ombú frondoso, de cosechar dulces macachines mientras la tropa descansa… de ser libre.

Por eso no se preocupe m’ijo por los tiempos de los simples patrones de estancia, nosotros vamos a hacer nuestro trabajo bien y al paso que Tatadiós disponga, disfrute conmigo, mire ya ni llueve, y esa medialuna que está apareciendo me parece que quiere que empecemos a prender el fuego, es capaz que hasta nos muestra unas estrellas para calentar el alma mientras se secan los ponchos…

Ya vamos a llegar”.

El Tordillo

2 comments:

  1. Una maravilla! Si hasta se siente el ruido de la lluvia...

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  2. Que buena historia sigan asi

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