Wednesday, August 4, 2010

Cronica de un fin de semana.-

El fin de semana se venía lindo, el tanque de nafta estaba lleno, lo único que faltaba era preparar el mate y temprano en la madrugada, salir a hacer camino.

Como hacía tiempo que no nos tomábamos unos días para hacer kilómetros, decidimos encaminarnos hacia la frontera, nuestro destino final la zona conocida como Fingers Lake, en el norte del estado de Nueva York, por todos los reportes que había leído en la internet, se trataba de una zona muy pintoresca donde los puntos a destacar eran la abundancia de hermosos lagos, grandes bodegas viñedos inmensos y un pequeño pueblo con el prometedor nombre de Seneca Falls (Cataratas de Seneca).

Como las supercarreteras no son propicias para conocer pueblos y parajes, después de pasar la frontera americana, buscamos carreteras secundarias, las estimadas tres horas de viaje se volvieron aproximadamente cinco, pero la expectativa de conocer Seneca Falls (Cataratas de Seneca), justificaban el tiempo.

Hablando de tiempo, les paso a contar que llegamos tardísimo, las Cataratas de Seneca, habían sido eliminadas de la ciudad en 1915, así que no las pudimos ver.

Deambulamos por la zona buscando la cantidad de lagos que prometían, encontramos dos… A mí, amante del vino y de todo su proceso, todavía me quedaba la esperanza de acercarme a la vid, disfrutar las aromas de las viñas, Titina no se veía tan entusiasmada, pero después de hacer tantos kilómetros, todavía pensábamos que algo lindo iba a resultar de todo esto.

Lo primero que pregunte al llegar al hotel, fue por un mapa regional detallado y otro de la zona de Geneva Lake (Lago Ginebra), que hasta ese momento era lo mejor que habíamos visto.
Después de instalarnos, salimos a recorrer el pueblo, lo caminamos de norte a sur u de este a oeste, a los 45 minutos estábamos en la puerta del hotel.

“Mañana nos levantamos temprano, después del desayuno salimos a recorrer los lugares que describen en esta mapa sobre “la ruta del Vino”, vas a ver que la vamos a pasar lindo”, dije con entusiasmo.
Después de dos horas de dar vueltas vimos dos Bodegas, una cerrada hasta las 10 y la otra con unas viñas tan mal cuidadas que ni ganas de bajarse del auto daban.
Sacamos dos o tres fotos y sin más, emprendimos nuestro retorno hacia la frontera canadiense y la hermosa zona vitivinícola en la península cercana a Niágara Falls (Cataratas del Niágara).

Por suerte las cataratas todavía estaban todavia allí y en toda su majestuosidad...

Los viñedos, que se extienden por kilómetros a ambos lados de las rutas y caminos, encandilaban con un verde brillante, lleno de promesas de futuros
y sabrosos vinos.

Zigzag…zigzag… recorrimos por horas las extensiones de viñedos, disfrutamos de los aromas de la época, caminamos entre las viñas, donde las uvas, algunas ya casi maduras me decían al oído… “falta poco para que nos disfrutes en nuestra próxima vida”…
al ver tanto futuro, pensé en Claudio y en JJ Tito…
ahora sé que habrá vino para todos.

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