Friday, June 18, 2010
Historias Cortitas/ Y ni siquiera era mio.-
Y ni siquiera era mío.
¿Esa cicatriz que tiene en la mano, se la hizo alambrando?
“No, mire Ud. que esta cicatriz tiene una historia larga, se remonta a los tiempos en que yo era un mocetón al que no le importaban las leguas que había que hacer pa’ llegar a un baile o a una reunión de paisanos donde hubiera tabas, licor, cartas o pencas. Una mañana temprano ensille un tubiano que andaba suelto en el campo, al que hacía tiempo que no se le ponía recado, cargue ropa limpia, alpargatas bastante nuevas, el poncho grueso del Tata, por si me agarraba la noche por ahí, al tranco salí rumbeando pal’ lado de Cerro Chato.
Meses atrás en un baile de escuela rural había conocido un muchacha muy bonita y simpática que me había dejado prendado. Sabía que las casas d’ella quedaban como a seis leguas del pueblo y en medio de la nada, pero había algo que me llevaba a encontrarla otra vez. Hice noche en un monte en el camino y al otro día a eso del mediodía encontré la cueva donde estaba mi tesoro.
Los gritos de la madre se sentían desde lejos, “se me muere la Jacinta… y el crio también”, de un rebencazo apuro al tubiano, desmonto y desde la puerta grito “Soy Armenio Morales, un amigo, en que puedo ayudar?”.
La Jacinta preñada y de varios meses, a los gritos y llantos se revolvía en una cama turca, toda manchada de sangre. Según la madre la única cosa era llevarla al pueblo fuera como fuera, con la esperanza de salvar a la Jacinta o a la criatura, no tenían ni carro ni caballo de tiro, así que lo único era llevarla a caballo.
La sacamos al patio, subí al tubiano, la madre me ayudo a ponerla en ancas, con una manea le ate los brazos alrededor de mi cintura, con el poncho la envolví apretándola contra mi espalda y lo ate en mi pecho, para que no se moviera mucho o se cayera… las seis leguas y pico que nos separaban de Cerro Chato parecían más largas de lo común… la mujer jadeaba y se quejaba sin parar…
Yo ya no tenía esperanza de llegar a tiempo de salvar una vida, el tubiano, bajo el peso de los tres, cada vez se movía más lento y también jadeaba como buscando resuello… no se cuanta horas pasaron, cuando llegamos ya entrada la noche, el doctor se la llevo pa’dentro… a los ratos los llantos de un recién nacido quebraron el luto y el silencio del lugar, la Jacinta viva y el crio también.
Afuera mientras tanto, el tubiano, que se llamaba Vesubio, no se recuperaba de la travesía, agua no tomaba , seguía jadeando y sin aire, las manos se le vencieron, quedo de rodillas, las patas no le aguantaron y cayó resollando haciendo ruido con el costillar izquierdo sobre la calle, frente a la casa del doctor.
Me miraba como diciendo “yo ya los traje, ahora hágame Ud. un favor”, me miraba pidiendo piedad… estaba reventado.
Con lágrimas en los ojos saque el caronero, honrando su nombre, me hice ésta V que hoy es cicatriz, le bauticé la testa con mi sangre, le di las gracias y de una sola puñalada le termine de romper su corazón ya vencido…
Ahí fue donde me acorde que el Vesubio, ni siquiera era mío y que lo habían dejado en el campo de emprestado”
El Tordillo
Q gran historia!!me toco el corazon pq yo soy de Santa Clara y supe ir a los bailes de Cerro Chato a caballo....,saludos!!
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