En esos tiempos vivía cerca de Zoológico de Villa Dolores, decidí que era más fácil y menos peligroso ir caminando que subirme a un ómnibus, donde siempre puede pasar cualquier cosa, el punto donde debía estar era como a 30 cuadras de casa, al tranco y con mucha ansiedad, rumbee por Rivera hacia Malvin.
De la mochila que llevo colgada del hombro, lo único que se ve es el pico de una botella de Gaseosa Limol y la punta de un pan flauta, que ostentosamente declara que ando haciendo los mandados y que vengo del almacén. En el fondo, "el fierro".
La tarde de Febrero estaba calurosa, el camino se hacía largo, pero a pesar de todo me sentía más seguro caminando, al pasar por el Cementerio del Buceo, me saludaron los fantasmas del futuro, a los cuales les di vuelta la cara con miedo y muchas dudas.
¿Qué hago cuando llego a la plaza? Había preguntado esa mañana.
“Sentate, lee un libro, lo que quieras, simplemente trata de perderte en el paisaje y pasar desapercibido, tenes que estar ahí hasta las tres y cuarto de la tarde, no hables con nadie, si sos necesario te vas a dar cuenta, si hay zafarrancho te vas a dar cuenta, tu trabajo es cubrir la retirada a cualquier costo, andate preparado y lleva la mochila...suerte… y no te cagues.”
Cuando llegue, observé bien el lugar para también preparar mi retirada, en el otro lado de la plaza una cara conocida jugaba con una pelota de goma, haciéndola rebotar sobre un pequeño monumento, una mochila descansaba a menos de un metro de él.
Sentado en el muro de una casa a unos 50 metros, un muchachón tomaba mate como distraído y disfrutando la sombra, al lado del termo una mochila descansaba de boca abierta.
A las dos y pico el que jugaba al fútbol, se acuesta sobre el pasto con la pelota de almohada.
El del mate saca un refuerzo y sigue tranquilo.
Yo con la mochila entre las piernas, me saco la camisa y en camiseta sigo leyendo un libro.
A las tres, el de la pelota mira alrededor y después se sienta en uno de los bancos.
El del mate empieza a guardar el termo en la mochila.
Yo, sudando más que albañil en planchada, sigo mirando por arriba del libro que ya ni me molesto en leer.
3 y 12, guarda la pelota, se pone un sombrero, levanta la mochila y apurando el paso sale rumbo a la rambla.
3 y 14, el mate y el termo acomodados en la mochila, dobla el diario sobre el que estaba sentado y sale raudo rumbo a Carrasco.
3 y 15, respiro hondo, guardo el libro, levanto la mochila y salgo a tranco largo y rápido rumbo a Rivera.
3 y 20, apoyado contra un árbol en la parada del ómnibus, tengo un frio que me sube desde los tobillos y que me hace temblar descontroladamente… la temperatura ambiente anda por los 30 grados… la del miedo y la duda es mucho más baja.
El Tordillo
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