El Felpudo.-
Mi madre y mi padre se habían ido a pescar al Tornero, el Japones, quizás culpa de unas de sus frecuentes bandidiadas, no había venido a trabajar. Por lo tanto ese día me toco quedarme hasta la noche, atrás del mostrador del Tango Bar.
Los parroqianos de siempre entraban y salían, el Funebrero Garcia, el viejo Arroqui, Don Neves recién bajado de la Cita, el Cono Coccaro y así se iban sucediendo. El único que no se movía de la punta del mostrador junto a la ventana era Don Ferreyra, un tropero que cada tanto tiempo se aparecía y acampaba en ese lugar por todo el dia.
Del otro lado de la ventana y bien cerquita estaba echado su inseparable perro, el bicho tenia un nombre muy peculiar, asi que le pregunte al hombre porque lo llamaba asi, Felpudo.
“Lo que pasa es que siempre esta tirado al lado de la puerta, por eso lo llamo así, anda conmigo hace un montón de años, en realidad creo que es mi ángel de la guarda”.
Y así entre copa y copa, Don Ferreyra me contó la historia…
“ La tormenta se venia fea, yo llevaba unos treinta animales, lecheras que había que cambiarlas para un tambo como a 5 leguas, no es lo mismo que tropear ganado común, es mas lento, un muchachón me seguía en un carro, el patrón lo había mandado para ordeñar a las que se cargaban mucho, no fuera cosa de que se estropearan…a pesar de que era verano, a eso de las seis de la tarde ya se ponía oscuro y un viento del este hacia mas fuerza de lo común… en una hora llegábamos a donde íbamos a hacer noche, por lo que decidí seguir y no darle importancia… teníamos que cruzar un arroyo que desemboca en el Santa Lucia chico, que hacia días que venia en crecida, pero como yo me críe y aprendí a tropear en la zona, no me preocupe, sabia donde cruzar sin peligro….la cosa empezó a ponerse mas fea, al muchachón le dije que cruzara el carro primero y que empezara a armar campamento, que yo me ocupaba de los bichos… el viento se vino en remolino, el agua mordía como si fuera el mar… el carro se dio vuelta… el muchacho desesperado tiraba manotazos… me tire al agua para ayudarlo, pero la corriente nos llevo a los dos… a el no lo vi mas…yo… yo seguí entre flotando y nadando hasta que sentí un fuerte dolor caliente alrededor de las verijas… el arroyo tenia una trampa de alambrado de esas que se levantan cuando hay mucha corriente… yo había quedado empalado en unos de los piques, atravesado de tal forma que el palo me entraba por la ingle y me salía mas arriba del hueso de la cadera… después de ahí no me acuerdo mas… el Felpudo, como el perro de las películas, parece que salio a la carrera para unos ranchos cercanos y no se como, se hizo entender para que lo siguieran… dicen que cuando me encontraron en la madrugada, ya ni sangraba… el muchacho apareció ahogado y enredado en una isla de camalotes aguas abajo… esa fue la ultima vez que tropeé… desde entonces el perro y yo recorremos boliches, tomando olvido, pero siempre encuentro la botella muy chica… el me espera en la puerta…”
Pasaron horas y Don Ferreyra seguía ahí acodado al mostrador, de golpe y sin despedirse rumbeo para la puerta, en el árbol frente a lo Fassanaro tenia el caballo atado, acomodo la cincha, intento montar y no pudo… dos… tres… cuatro veces, se dio por vencido y sentado con la espalda contra el portón de la herrería se durmió, medio enredado en su poncho viejo y rotoso… el Felpudo apoyo su cabeza sobre la pierna derecha del tropero y ahí se quedo acompañando y protegiendo al amo.
El Tordillo