Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Saturday, June 20, 2009

Historias Cortitas/ Sencillez.-


Sencillez.-

El mediodía se acerca a pasos agigantados, el mate y el pan con queso hace rato que ya han desaparecido, los cuatro nos miramos casi al mismo tiempo, es la hora de comer algo y el hambre que se empieza a sentir en el ambiente, obliga a parar en algún lado.

Un espeso monte de eucaliptos al borde de la ruta, llena un pedazo de campo abierto, de sombra y abrigo, se ve como el lugar ideal para un rato de descanso y para parar diente.
En pocos minutos sale la mesa plegable, unas sillas de playa, las ollas, el Primus y el famoso canasto de mi madre, donde siempre hay de todo. En el camino hemos encontrado e invitado a viajar con nosotros, cinco hermosas perdices, que serán las invitadas especiales a nuestro almuerzo campestre.

Mientras mi madre, con poco y nada hace un arroz con perdices, yo saciando mi curiosidad de siempre, salgo a recorrer los alrededores, el monte se extiende como unos 200 metros para cada lado, un alambrado nuevo y bien estirado lo parte casi al medio, del otro lado un molino alimenta la bomba que llena de agua un magnifico tanque australiano, que al derramarse forma un pequeño curso que se dirige al bajo donde una novillada joven, pastea tranquilamente en los orillos verdes del hilo de agua.

Al otro extremo del monte una yunta de hermosos caballos retoza atados a dos sogas largas que les da libertad de movimiento, un fueguito de tropero calienta el agua para el mate, la caldera chata, negra y abollada humea vigorosamente. Sobre los pastos y con el recado de almohada, un paisano entrado en años descansa, despierto y muy atento a todo lo que pasa a su alrededor.

Se para sigiloso, me invita a acercarme, extiende la mano, y en una costumbre muy campera dice… “ Armenio Morales, pa’ servirle”, le ofrezco mi nombre y servicio, me invita a sentarme en una piedra junto al fuego. … “soy tropero dende chico, aura vengo del hospital de Paysandú de hacerme unos analis.., el patrón dice que me tengo que cuidar y no me quiere dar mas arreos, dice que mejor me quede en las casas, por allá por El Palmar, cuidando los bichos y bombiando los campos, pero a mi me gusta el trillo… veremos, con mis 75 no es fácil, pero no conozco otra cosa”… respondo “ me parece que el patrón tiene razón, por todo lo hecho y por su edad, ahora se merece un poco de vida mas tranquila y un poco de reposo”…, “ la vida de tropero es sacrificada, los fríos, las lluvias, las distancias, la soledad, el dormir a campo abierto, siempre a caballo y solo con los animales…”.

Así sigue el dialogo por un rato, me cuenta sus penas y sus alegrías, sin tapujos, sin rebusques, con la sencillez y sinceridad de la gente de campo y de poco hablar, hasta que a lo lejos siento el grito de que la cosa esta pronta y el olor de la comida me atrae como un imán, me despido del buen hombre, me da señas para llegar a los campos donde vive y con un fuerte apretón de manos se despide invitándome a visitarlo... “cuando se cuadre y ande por esos lados”.

Mientras camino rumbo al olor del guiso, pienso en lo que le dije, y ahí es cuando me doy cuenta, lo que le gusta al paisano es justamente lo que yo llamaba sacrificio, la comunión con la tierra, la cercanía de los animales, los campos verdes y extensos, el sol mañanero, las brisas de la tarde, la paz de las lagunas, las siestas a la sombra, la ausencia de confrontaciones y desacuerdos… la sencillez de la soledad

El Tordillo

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