Historias cortitas/Los Tordillos.-

Los tordillos.-

Como hace tiempo que no nos vemos, me acerco despacio, como pidiendo permiso, me mira como gato al arreador. De poco y con paciencia lo voy llevando para un rincón, donde por un lado una parva y por el otro un viejo ombú, forman un pequeño refugio para el y a mi me dan la oportunidad de acorralarlo.
Hace más de un año que no ve recado, un hito salvaje se pinta en su mirada y también en sus crines largas y enredadas. Me reconoce, pero como cuando una viuda ve el retrato del muerto, a la distancia y sin calor, mas memoria que sentimiento.
Yo no tengo apuro, disfruto el momento, un balde lleno de maíz que llevo como escondiéndolo, le llama la atención, para las orejas pero baja un poco su cabeza altiva, para un lado el alambrado, para los otros la parva y el ombú, de frente la tentación.
Rasca tierra con su mano derecha, me mira con el rabillo del ojo izquierdo y se empieza a acercar como novia querendona, reculando coquetamente pero invitando el encuentro.
De a poco me empieza a hociquear el pecho, su mirada me dice… “te conozco, pero mas conozco el maíz, pero todo tiene su precio, maíz por cariño”.
Mientras come, comienzo a rasquetearle el lomo y el año de abandono, un poco para limpiarlo pero más que nada para sacarle las cosquillas. Al rato ya mas limpio y satisfecho, por primera vez en mi vuelta, me mira con esa cara de animal amigo que te estaba esperando, parece que el también sintió la ausencia.
Empieza a sentirse el sol del mediodía primaveral sobre nuestros lomos, el campo invita a ser recorrido, no lejos mi querido Santa Lucia chico chifla entre los árboles y los arenales.
Acerco las jergas y el recado, comienzo a ensillar despacio y con cuidado de no asustarlo,
acomodo los estribos, de apoco y casi apretándolo contra el alambrado lo monto con autoridad, como diciéndole que llego el patrón y es hora de sosegarse.
Se sacude, relincha protestando, con la cola me quiere castigar, muerde el freno, amaga a retobarse, pero solo como un símbolo de orgullo, empieza a caminar en círculos chiquitos, yo le doy rienda para que de a poco haga lo que quiera y de repente, como resignado, sale al tranco rumbo a la portera.
Ahí van los dos tordillos, rumbo al Paso de la Arena, a darse un baño de compañerismo, de arena, río, monte y juntos disfrutar los pocos días del año que pasan juntos.
Yo empiezo mis vacaciones, el termina las suyas y es hora de disfrutar juntos hasta que llegue la noche.

El Tordillo