Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Tuesday, April 7, 2009

Historias cortitas/ El Pial.-

El Pial.-

Llegamos a la estancia a media mañana, Papa, Mama y yo, mis padres ya muy veteranos, disfrutaban de visitar a la Pocha y su madre, en aquel viejo casco de estancia por la zona de Villa Vieja, el lugar estaba bastante venido a menos, pero tenia el encanto de lo viejo tirando a antiguo. Tanto los anfitriones como los visitantes a excepción mía, tenia esa misma patina de los mejores años ya vividos y disfrutados. Yo que andaba de paseo por el pueblo, gozaba de la sencillez de lo nuestro y de la compañía de mis padres, por lo tanto iba o los llevaba a donde se les antojara.
Mientras ellos se gastaban las horas sentados tomando mate y charlando de tiempos de antes y mejores, yo recorría los campos o las construcciones y galpones, haciendo excavaciones visuales tratando de desenterrar los tesoros de la gente de campo.
Un día, encuentro clavada y sostenida por los varejones del techo, una de aquellas picanas que se volvieron lanza, no se si alguna vez habrá sido intencionalmente lanza, pero mi mente se perdió por mucho rato, haciéndole aventuras de lancero al venerable dueño de la estancia, que ya había fallecido hacia como 20 años. O pensaba que quizá hubiera sido como abuelo Aniceto, que decía que la pensión de guerrero del 04, le había costado muchas noches de sustos, escondido entre las parvas y declarando que estaba “bombiando” la retaguardia, por las dudas de que vinieran por ahí.
Otro día, bajo unos pelegos amojosados, descubro la punta de lo que parecía un pial trenzado, sacudí mugre, moví cueros, levante palos y seguí el rumbo de ese trenzado que yacía ahí bajo los escombros de los años, seco y estirado como cuero de víbora.
Cuando pude desenterrarlo por completo, la argolla con su redonda boca abierta, me pedía que la rescatara, lleve el pial afuera del galpón, enganche la argolla de un tarugo grande que sobresalía de la puerta de doble hoja, fui hasta el rancho del peón casero y le pedí un poco de “unto”.
Pase horas engrasando ese pedazo de historia, que mostraba haber sido un arma de trabajo fiel y efectiva, cuanto mas lo acariciaba y lo sobaba mas suave y presentable se volvía, yo le daba mas y mas, como obsesionado, mientras pensaba en la injusticia de dejar estropear algo que para mi era tan valioso, aunque no fuera mío. Terminado y satisfecho con mi trabajo lo enrolle con cariño, le busque un lugar en el galpón y lo colgué allí, a la vista de todo, como reinando sobre el espacio.
Cuando llego el momento de volver a Florida, y mientras me despedía, la anciana dueña de casa me dice…”Lo vide escarbando el pial del viejo, ¿ande lo dejo?”, le respondí casi ofendido, que no me lo había guardado, que estaba en el galpón.
“vaya, tráigalo que lo quiero ver” me indico…cuando se lo entregue, suave y brillante, lo miro bien, se lo acerco a la cara como para besarlo y dándomelo de vuelta, medio llorisqueando me dijo, “le quedo muy lindo, lléveselo, así por lo menos cuando me muera, sabre que algo nuestro quedo en manos de alguien que lo aprecea, lo enrispeta y lo valora”
El Tordillo


Este es el pial que encontre en los galpones de Don Machin, hoy cuelga con las guascas del Tordillo, querido, apreciado y respetado.-

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