Tuesday, April 28, 2009

Historias cortitas/ Don Fila

Don Fila.- 

 El nombre era Filadelfio, el apellido, por mas que quiero no lo puedo recordar, el oficio esquilador. Vivía por ahí por Aparicio Saravia, casi frente a la herrería de Telmo Fassanaro, el camión viejo y bastante mal cuidado, que estaba como el Tacoma estacionado en la bajada, era el arma de trabajo del hombre. 

Me acuerdo verlo y saber que estaba por empezar la zafra, andaba ya alrededor del muerto, le ponía agua en el radiador, con un vetusto inflador de pie le comenzaba a dar vida a las grandes y desinfladas ruedas, aceite, gas oil que traía en damajuanas.


 Yo esperaba ver en cualquier momento que se apareciera con curitas, vendas, clavos y alambres, para terminar de armarlo. Poco a poco la cosa iba tomando forma, generalmente para el segundo día ya estaba pronto para el examen final, el momento en que Don Fila, se subía, ponía la llave, comenzaba a torcer la gigante dirección, las ruedas se apartaban del cordón y empezaba a rodar en la bajada.

 Siempre, no se como, pero antes de llegar a Ituzaingo, el bicho comenzaba a bufar como rabiando, hacia ruidos de rinoceronte enojado, corcoveaba y de repente, una gran bocanada de humo, anunciaba que había resucitado. 

De ahí Don Fila seguía rumbo al Prado para que en la estación de servicio le terminaran los primeros auxilios que el había empezado, después volvían hombre y camión contentos y sonrientes a parar en el lugar de origen. 

Empezaba a aparecer gente que poco se veía en el barrio, pero que eran la base de la “cumparsa de Don Fila”, se cargaba la maquina, las herramientas eran acomodadas cuidadosamente dentro de cajones, las cacharpas de los esquiladores se tiraban sobre las barandas, con alguna botellita de contrabando escondida entre los rollos, el que iba a hacer de cocinero llegaba con grandes bolsas de arpillera donde “por las dudas” también había algún litrito tapado. 

La “cumparsa” estaba pronta para partir, los esquiladores con su carga de tabaco y hojillas se subían prontos y alegres, la zafra ya estaba por empezar y era hora de entrar a cambiar su esfuerzo y sudor por las latas que traerían un poquito de bienestar a sus familias. 

En una de esas salidas, me acerque a Don Fila y le pedí bolada, me pregunto que sabia hacer, cuando le conteste “nada”, se dio cuenta que lo que yo quería no era el trabajo, sino que la aventura, dijo “nunca esta de mas un venteveo” y sacudió la cabeza indicándome a cargar mis jergas. 

Pero lo del Tordillo en la esquila es letra para otra canción, después se las canto. 

El Tordillo

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