Monday, March 9, 2009

Historias Cortitas/ La lecherita

La lecherita. 

El abuelo Aniceto, me dio la lecherita de 3 litros, llena hasta la tapa, con sus pocas palabras de siempre, me mando a que se la llevara a la tía Juana, que según el se la había olvidado. 

Era invierno y ya hacia rato que yo había vuelto de la escuela, es decir era entre el anochecer y una campanada, esa hora donde se alargan las sombras y a los gurises se les acorta el coraje. 

Para llegar a lo de la tía, tenia que caminar un buen rato, me metía por los campos de Don Deluca, por un huella antigua que corría a lo largo de los viñedos, hasta llegar a un monte de eucaliptos, ahí la cosa se volvía un angosto sendero muy perfumado durante el día, pero muy, muy oscuro después del atardecer. 

Conociendo mis debilidades, le dije al abuelo que mandara a mi hermano, que era más grande y mas rápido, el viejo me miro, gruño y me extendió el brazo con la lecherita. 

Llame a Julio, a Marquitos, a mi prima Judith, a Carlitos, al Tacho y a todo el que se me ocurrió, pero los dados ya estaban echados, me tocaba ir solo. 

Resignado, agache la cabeza y enfile para mi destino. 

Me entretuve en la puerta de Juancito Amaro, que con una escoba de chilcas, hacia firuletes de adornos en la arena del frente de su casa, salude al milico Brillante, que sentado en la puerta del kiosco policial, estaba casi dormido con la bombilla en la boca, remolonee todo lo que pude, la cosa era ganar tiempo para encontrar una excusa o un compañero para no cruzar el monte solo. 

Al fin resignado y decepcionado, crucé el alambrado y endereze para lo de la tía Juana a la que me imaginaba sentada al lado de las pajareras, sebandole mate a Luciano y a Melgar.

El sol ya hacia rato que se había ido, dejando abierta la puerta, para darle entrada a una noche fresca y ventosa, en la media luz, llegue a comerme algunas de la pocas uvas que habían quedado colgando de la viña, y así entre distraído y haciéndome el sonzo, llegue al borde del monte, la oscuridad me abrazaba, cuentos de lobizones se me vinieron a la mente, los árboles empezaron a crujir, el viento soplaba mas fuerte, una lechuza me chistaba, como invitándome a visitar un panteón. 

De repente, una cosa blanca a poca distancia, tres ladridos a la distancia, un revolcón entre los eucaliptos, una corrida y …
casi sin darme cuenta, estaba en la puerta de mi casa.

Al otro día temprano en la mañana, el abuelo, después del ordeñe, con cara de pícaro me dice, “llévele esta leche a la tía Juana y en el camino, a ver si encuentra la lecherita y las alpargatas que perdió anoche”. 

Las encontre en el medio del monte, justo al lado de donde estaban echadas unas ovejas.

El Tordillo

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