El Guasquero y la soledad.
Lejos del camino, protegida por una fortaleza de centenarias palmeras, como un espejismo, sola y casi abandonada, no es una tapera, pero tampoco jamás se ven signos de vida. De sol a sol escondida en las sombras, algunos chimangos y caranchos revolotean como marcando el territorio, a pesar de todo eso tiene un atractivo muy especial.
Paso y me pregunto quien vive o vivía en ese lugar tan austero, en los corrales atrás del rancho se divisa un galpón quinchado, dos ventanas muy pequeñas, en una de las paredes de barro, con sus bocas abiertas parece que quieren invitar al sol.
Debo de haber pasado por aquí cientos de veces, de día se ve abandonada, de noche no se ve, ni el reflejo de un candil relumbra, miro, me paro frente al callejón de palmeras, después de un rato monto y sigo camino.
Hoy no resisto la tentación, abro la portera, mientras grito unos “compermiso”, sigo el silencio y entro hasta casi a la puerta del rancho, nada, mas animado voy rumbo al fondo, con la intención de mirar el galpón. Ahí comienzo a sentir unos golpes casi mudos, continuados, me hacen acordar del padrino Telmo haciendo ritmo en una herradura, golpeo las manos como anunciándome, por las dudas, desde adentro una voz que suena vieja pero gentil me dice, “ate y dentre, acá estoy trabajando”.
Un poco descolocado, ya que no esperaba respuesta, me acerque a la puerta disculpándome por el atrevimiento, pero el hombre no se inmuta, allí esta sentado en un tronco cerca del pequeño fogón encendido en el medio del galpón, otro tronco frente a el hace de banco de trabajo, con una maceta de madera martillea un cuero, riendas, bozales, píales, taleros, fustas y arreadores de guasca trenzada cuelgan por todos lados.
Me mira como preguntándome que quiero, al tiempo que me muestra otro tronco donde me invita a descansar,
“disculpe el atrevimiento, entre pa’averiguar nomás, pero siempre paso por aquí y al no ver a nadie me pregunto sobre de quien será esta casa, de día la veo sola, de noche oscura, ni siquiera un candil que la ilumine”.
“yo también a veces me pregunto quien vive allí, yo vivo aquí con las guascas, hace mas de 12 años que estoy solo, en cuanto sale el sol, ellas me llaman pa’ que venga a golpearlas o trenzarlas, y así se pasa el día, cuando cae el sol, después de comer un churrasco en este fogón, voy pa’l rancho, el catre me esta esperando y hasta el amanecer descanso, ¿pa’ que quiero candil o casa?
El Tordillo
El Guasquero, bronce de Jose Belloni
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