La Fogata
Y Ud. que quiere?, si no las junta, se lo van a comer los mosquitos!
Una nube de bicharracos picotudos empecinados en cascotearme el cuero me ataca implacablemente, y yo, con ocho años y un respeto a esa voz que era casi veneración, me levantaba lentamente, como sonseando, y a las patadas en la oscuridad las despegaba de los pastos, medio frescas, para amontonarlas casi con cariño, a poca distancia de las que ya ardían lentamente en lo que el venerable viejo llamaba la fogata.
Pensar que desde la cuchilla Santarcieri son solamente cinco kilómetros, a lo mas seis, pero para mi era un viaje al África o a Pando; Que sabia yo de distancias?... y el nombre del lugar, cosa de locos, Picada de los Martínez, y yo que hasta que aprendí a ir solo, creía que lo de picada era por la cantidad enorme, interminable, impresionante de mosquitos, y decía "! La pucha que bien que lo bautizaron!".
Ya fuera a pie y con las bolsas al hombro, o con el carro tirado por "La Soberbia", una yegua vieja, fiel y de paso cansino, yo soñaba con esos viajes a la picada, no se si era que me gustaba la pesca, o era el estar día y noche escuchando ese silencio de tiempo que salía de la boca de mi abuelo Aniceto, que en diez palabras contaba historias que a otros le llevaba horas, o quizás era que a todo guri de ocho años y alpargatas, le gusta caminar hasta el África.
No se que era, pero la ultima vez que pase por la picada, a los 34 años y en auto, bajo el sol del mediodía y escuchando la chicharra, me baje, camine 26 años para atrás, rumbo al terraplén que vivía grabado en mi memoria, pero el viejo de orejas majestuosas y nariz aguileña, no estaba, los aparejos tirados tampoco estaban, lo único que me parece que encontré, fue aquel aroma agridulce de la fogata de bostas, y entre los talitas y espinillos, escuche una voz antigua y cariñosa que me decía...
Y ud. que quiere?, si no las junta se lo van a comer los mosquitos.
El Tordillo
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